domingo, 10 de octubre de 2010

¡Ay, los señoritos!. Por Alfonso Ussía

Lo más parecido a Alfonso Guerra es un cernícalo. Un ave de presa que sobrevuela a sus presas y calcula el ataque. No mata, pero atonta. Domina el pelotazo al muñeco y al tentetieso. Y es buen encajador porque pasa. Cuando no lo hacía, la presa era él. Guerra es faltón e irónico, y nada malo hay en ello. Y mantiene una corriente dentro del socialismo, el «guerrismo», que nadie sabe en qué consiste aunque exista. En el PSOE, para tenerlo callado, le ofrecen escaños altos, revistas y fundaciones, pero se me olvidaba. Además de cernícalo es también un bastante alacrán, y su carácter le impide la prudencia del silencio.

Han exagerado con lo de la «señorita Trini». Los que afirman que se trata de una emisión machista, son tontos. O tontas. No entienden de qué va la cosa. Alfonso Guerra, cernícalo o alacrán, padece de un añejo resentimiento de clase, muy andaluz por cierto. Y Trini, para él, es un paisaje que anda y se mueve desde el señoritismo que aborrece. Su manera de hablar, de vestir, de comportarse no colabora con la necesidad de sosiego que Alfonso Guerra necesita, aunque sea a destiempo. Y Guerra es certero cuando analiza y describe. Razón le sobra al afirmar que en las primarias de Madrid ha habido ganadores y perdedores. Y que han perdido los de la «señorita Trini». ¡Intolerable falta de respeto! Pues no. Puede que haya aprovechado el batacazo de la ilustre enchufada para reafirmar la distancia que le separa de ella, pero no desde la prepotencia machista. El clasismo sí está presente, pero criticar a Guerra por clasista a estas alturas es como acusar a Esperanza Aguirre de liberal. Lo es. Alfonso Guerra tiene un concepto algo anticuado del socialismo, y le gustan las militantes airadas y con el sobaco sin depilar. Recela, pues, de las «señoritas» de Zapatero, una por una y todas a la vez, como lo habría hecho, de ser francés, de Segoléne Royal. Guerra es un socialista antiguo, carente ya de ambiciones, y con muy mala intención. Pero posee el don de la picadura. Ataca, pica y la herida molesta. En el fondo es un poeta epigramático. A mí, personalmente, me interesa mucho más lo que dice Guerra que lo que sueltan por su boca los pesebristas amedrentados por el porvenir. Guerra sabe cuáles son los granos que duelen. En Andalucía, lo de «señorito» y «señorita» tiene un alcance que no se produce en otras zonas de España. Es herida de clase, no de sexo. Y Guerra sufre la herida de clase desde que era niño. Los que se han sentido heridos por su último dardo lo han interpretado mal. Con poca inteligencia, que a Guerra le sobra. Además, que estas cosas le divierten. Tendrían que conocerlo mejor en su partido político. A Guerra le aburre el Parlamento, las revistas y la Fundación Pablo Iglesias. No sería él si no soltara de cuando en cuando su gancho tóxico. Y puestos en su piel, tiene motivos para motejar a Trinidad Jiménez de «señorita». En la estética, en el paisaje, es Trini lo que Guerra abominaba en su Sevilla de antaño. Guerra es Rodiezmo, no la chupa de cuero de marca, los pantalones ajustados y la primera fila de la Pasarela Cibeles.

La Razón - Oinión

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