sábado, 25 de septiembre de 2010

Presupuestos «austeros». Por M. Martín Ferrand

Si nos ceñimos a la experiencia, la Ley de Presupuestos nace para no ser cumplida.

LAS terminales propagandísticas del Gobierno —tan hábiles, tan insistentes— aseguran que los Presupuestos Generales del Estado para 2011, cuyo anteproyecto aprobó ayer el Consejo de Ministros, son austeros. No es ese un adjetivo que le cuadre al caso; pero, como se sabe, la confusión es pieza indispensable para explicar lo que tiene difícil explicación. Austero es, antes que nada, lo que se ajusta a las normas de la moral. No parece, a la vista de las dispendiosas partidas que lo integran, que los Presupuestos elaborados por Elena Salgado tengan esa característica. Si nos ceñimos a la experiencia, la Ley de Presupuestos, la que debiera marcar la conducta del Gobierno y las Administraciones a lo largo de todo el año, es una Ley que nace para no ser cumplida. Es, como mucho, un boceto que permite intuir la realidad venidera; pero, a diferencia con los países más solventes, en donde obliga a los administradores, aquí les orienta sobre poco más o menos. Tampoco son sobrios y moderados estos Presupuestos. El déficit del Estado que prevén es del 9 por ciento sobre el PIB y eso, albarda sobre albarda, es mucha carga para la Nación. Las partidas del despilfarro siguen siendo muchas e inmensas y abarcan territorios que, en puridad, no entran en las competencias del Estado.

Nos está ocurriendo algo parecido, según lo cuenta Julio Verne, a lo que le pasaba al Capitán Nemo en sus 20.000 leguas de viaje submarino. A bordo del Nautilus creía comer solomillo de vaca cuando, en realidad, se zampaba uno de tortuga y, en el postre, las natillas, elaboradas con leche de ballena y endulzadas con algas del Mar del Norte, le resultaban idénticas a las de su abuelita. Después de mucho tiempo instalados en una economía irreal y tratando de mirar, para no verles, por encima de los cuatro millones y medio de parados, termina por confundirse la mermelada de anémonas con la de frutas del bosque. El Gobierno ha perdido la percepción de su entorno y, si alguna vez lo tuvo, el camino que se ajusta a su rumbo.

Estos Presupuestos resultan excesivos para quienes, con los pies en Europa, tienen conciencia de la gravedad del momento y la situación y parecen restrictivos para los que, tan insensatos como una olvidada ministra de Cultura del zapaterismo, piensan que «el dinero público no es de nadie». Naturalmente, de espaldas al Parlamento, como marcan los cánones de nuestra escasa y paródica democracia, los Presupuestos no se perfeccionarán con el debate. El Gobierno ya le ha comprado al PNV los apoyos precisos para que el Anteproyecto, sin más que un trámite litúrgico, pase a ser Ley. Tampoco es para cumplirla.


ABC - Opinión

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