martes, 1 de junio de 2010

Las tareas de Rajoy. Por M. Martín Ferrand

LOS augurios demoscópicos -¡por fin!- le son propicios al PP.

No sólo Mariano Rajoy puede llegar a obtener mayoría absoluta en 2012, sino que en muchas Autonomías, hoy socialistas, el Gobierno puede ser para los de la gaviota en los próximos comicios. Claro que todo, incluso la victoria política, tiene su trámite. Para que los pronósticos favorables puedan convertirse en victorias concretas se requiere el concurso de los populares e, incluso, el de Mariano Rajoy. A estas alturas de la legislatura y vistos el caos y la pobreza impuestos por José Luis Rodríguez Zapatero, ya no es suficiente con sentarse a las puertas de Génova 13 y esperar el paso de un cortejo funerario.

Son dos las medidas urgentes que le corresponden a Rajoy y su estado mayor si, de verdad, quieren ganar las elecciones que se avecinan en los tres niveles principales de la Administración del Estado. La primera y más urgente es la limpieza general de su propia casa. Son demasiadas las estampas de corrupción y rapiña que presenta el partido en muchas de sus circunscripciones de trabajo y no basta decir, sea o no cierto, que en el PSOE están peor, el gran consuelo habitual de los populares. Gürtel y sus fenómenos parejos han de ser extirpados hasta sus últimos vestigios y complicidades sin esperar la acción de la Justicia. La opinión pública no necesita sentencias para valorar lo que percibe y, por canonizable que fuere Francisco Camps, un aspirante al Gobierno del Estado y a la redención de los males generados por Zapatero, no puede ser simultáneamente el encubridor de un esperpento como el que nos sirven los valencianos.

Otra medida urgente, con valores de llave capaz de abrir las puertas de la victoria electoral, es la expresión clara y rotunda de un programa de Gobierno. Preciso en sus ideas matrices y minucioso en sus detalles. Ya no caben las ideas generales y vaporosas que Rajoy y su pluriempleado equipo económico vienen esgrimiendo en las confrontaciones parlamentarias -pocas- y en los actos de condena -muchos- con que el PP trata de castigar al PSOE. El desmoronamiento de su adversario socialista, verdaderamente penoso, debiera servirle al PP de acicate para escapar de sus defectos y evitar sus vicios. La experiencia demuestra que los buenos propósitos son estériles y que sólo fructifican los planes bien trazados y certificados por su compromiso con la opinión pública.


ABC - Opinión

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