jueves, 10 de junio de 2010

Juegos con la reforma laboral

LA reforma laboral ha sido, durante este segundo mandato de Rodríguez Zapatero, el señuelo lanzado a los agentes sociales, sindicatos y empresarios para contar con una excusa de su inactividad permanente en esta cuestión.

Con el eslogan de que no habría reforma laboral sin acuerdo social, el Gobierno se ha lavado las manos, mientras el paro crecía hasta llegar a un tasa del 20 por ciento y a cuatro millones y medio de desempleados. Una auténtica masacre de derechos sociales. Ahora hay una urgencia súbita en aprobar una reforma laboral que hace poco más de un mes no fue tema debatido en la Mesa de Zurbano, ni asunto tratado en la única reunión mantenida por Zapatero y Rajoy durante la crisis. El problema del Gobierno es que ha decidido aprobar la reforma laboral, con acuerdo social o sin él, en el momento de su mayor debilidad política y sin haber aprendido de los errores que cometió con el plan anticrisis impuesto por Bruselas. Nuevamente, Zapatero margina a Rajoy de un pacto de Estado, pidiendo adhesión ciega a una política sin rumbo. La pesada propaganda socialista de que el PP tiene que «arrimar el hombro» evidencia la impostura del Gobierno, más aún cuando apela cínicamente al modelo portugués de consenso entre el Gobierno y la oposición. Si Zapatero quiere el apoyo de Rajoy tendrá que ganárselo, y si desprecia la colaboración de la oposición tendrá que asumir la legitimidad de su voto en contra.

Hay prisas por la reforma laboral porque el Gobierno sabe que es una exigencia de Bruselas, del FMI y de los mercados. Pero la certeza de que habrá reforma -ayer volvió a resurgir una atmósfera de que el acuerdo es posible porque un «decretazo» sin consenso sería demoledor para el Ejecutivo- no garantiza que la fórmula elegida por el Gobierno sea beneficiosa. Por ahora, el recorte social de pensiones, dependencia y función pública no ha tenido efecto positivo alguno en la deuda soberana o en los mercados. En vez de asumir con realismo que esta reforma laboral, sin ser la panacea -y cuyos efectos se notarán a medio plazo-, era inevitable hace más de un año, el Gobierno se ha dedicado a una táctica de filtraciones, globos sonda y medias verdades, para desgastar a sus interlocutores sociales -más de lo que ya lo están, sobre todo unos fracasados sindicatos- y confundir a la opinión pública. Cuando un gobierno maneja de esta forma irresponsable cuestiones determinantes de la recuperación económica, lo menos que puede esperar es una reacción general de descrédito y desconfianza.

ABC - Editorial

0 comentarios: