domingo, 25 de abril de 2010

Moción de censura. Por M. Martín Ferrand

LOS hechos y los días van demostrando lo que, siendo evidente, no quiere admitir la cúspide del PP. Por ejemplo, la incompatibilidad -no sólo material- de asistir a la procesión política de Castilla-La Mancha mientras se trata de ejercer, y no se ejerce, la Secretaría general del partido: el campanario que orienta a los militantes, crecientemente desorientados; redobla los pregones de la sigla, hoy débiles e inconcretos, y hace saber las líneas de conducta que a cada cual corresponden en función de una estrategia -¿inexistente?- capaz de generar victorias electorales. María Dolores de Cospedal, de tanto querer multiplicarse, está haciéndolo por cero, como Bart Simpson prescribe a sus enemigos.

No entraré, por evitar el alipori, en el ridículo escarceo que, unos y otros, se traen a cuenta del Estatuto de Autonomía de Castilla-La Mancha, una nueva pieza ajurídica que bebe en las desbordadas fuentes constitucionales al tiempo que pretende impedir que otros lo hagan en las que se derivan de la idea del Estado y el respeto a la Nación. ¿Así pretende ganar Cospedal las autonómicas de su jurisdicción? Rajoy no dice nada al respecto y, al igual que acepta ya, con irresponsable pasividad, los resultados de las catalanas del próximo otoño, no aborda con la debida resolución las de mayo del año venidero, la única pista de lanzamiento para el cohete que pueda conducirle a La Moncloa. Si es que, verdaderamente, lo pretende; algo que niega su conducta reservona.

Tras el ruinoso sexenio de Zapatero, viendo pelar las barbas de nuestros vecinos griegos y mientras crecen sin coto el paro, el déficit y la deuda, en el principal partido de la oposición sólo cabe una decisión solvente, por arriesgada que sea: la moción de censura. Dada la incapacidad de Rajoy y sus pretorianos para hacer amigos, sería una moción perdida; pero necesaria para, definitivamente, hacernos saber a los ciudadanos cuál es la fórmula alternativa del PP, cuáles sus proyectos y programas en todos los segmentos de la gobernación del Estado. ¿Quién ha dicho, y desde qué supuestos de eficacia, que las mociones de censura solo son válidas para ganarlas? Poner en evidencia el fracaso de un Gobierno y demostrar fehacientemente la potencialidad de otro venidero no es algo baladí. Sin moción, la catástrofe popular no llegará con las legislativas del 12, sino con las autonómicas del 11.


ABC - Opinión

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