viernes, 16 de abril de 2010

La Internacional Antifascista de romería. Por Fernando Fernández

Bien pareciera que el gran problema de nuestros días es el franquismo. Los viejos rockeros nunca mueren.

Sindicatos artistas, intelectuales sartrianos y algún despistado suelto reviven viejos tiempos y se encierran en la Universidad ante el peligro fascista. Contra Franco vivían mejor. Se perdieron por edad, despiste o comodidad aquella explosión de alegría que constituyó la Transición; se les ha muerto el mito de Fidel y Chávez no está a la altura porque él sí huele a azufre, a azufre de petróleo y corrupción; no pueden tomarla con el imperio yankee porque está su Obama. Sólo les queda sacar a pasear a Franco, y lo hacen con un fervor digno de mejor causa. Porque nada es casual, como suelen decir ellos mismos. No puede ser casual que surja ahora un movimiento antifascista en España, precisamente ahora que la izquierda pierde en las encuestas y ve amenazado su poder. Ahora que el tardío e insuficiente ajuste económico va a producir recortes de derechos sociales. Ahora que el Gobierno sigue inmerso en una guerra en Afganistán que una opinión pública educada en el pacifismo no entiende. Ahora es cuando les hace falta Franco para movilizar a su electorado. No basta con el dóberman, ni con el cuento de las pensiones, porque son ellos quienes las van a rebajar y a retrasar la edad de jubilación.

Su ejercicio totalitario de agitación y propaganda tiene un pequeño problema: Franco murió hace treinta cinco años y el franquismo, mal que les pese, no tiene expresión política alguna. Como sí la tiene la izquierda totalitaria. La derecha rompió hace muchos años con esa parte de su historia; ése es el gran servicio que Fraga ha prestado a la democracia española. La izquierda, que lo intentó y casi lo consigue con Felipe González y su Bad-Godesberg particular, ha sido secuestrada por una pandilla de irresponsables que añoran los tiempos del Lenin español. Cuánto echamos de menos algunos que personas sensatas, que gozan de autoridad moral en la izquierda española, ejerzan su predicamento y le devuelvan la cordura. Porque la deriva de golpismo institucional a la que la quieren conducir es aterradora. Produce escalofríos leer algunos periódicos que ayer se proclamaban demócratas y europeístas. Por qué tirar por la borda el prestigio acumulado en tantos años de duro ejercicio de independencia y profesionalidad. He escrito alguna vez que los países también se suicidan, miremos a Argentina, que en los años cuarenta tenía la renta per cápita de Estados Unidos.

Los avatares judiciales del señor Garzón son sencillamente el ejercicio del imperio de la ley. Los jueces justicieros también tienen límites en su actuación. Porque no vivimos en un Estado totalitario en el que el fin justifica los medios. Ese es precisamente el fundamento de la Inquisición. ¡Y cuántos Torquemadas había en el acto de la Complutense! No sé ni me importa, sinceramente, el resultado final del juicio. Lo que me importa es el Estado de Derecho, que en este caso se traduce en que un juez, por simpático u odioso que nos pueda parecer, sobre el que las personas competentes aprecian indicios racionales de prevaricación, ha de ser procesado como cualquier otro ciudadano particular. Perdón, más que cualquier particular porque los ciudadanos le hemos hecho entrega de nuestra soberanía al otorgarle el derecho a decidir sobre vidas y haciendas. Ha de ser procesado, sea el juez hijo de franquista o de la Pasionaria; sean los magistrados hijos de su padre. Tienen razón los sindicatos. Lo que está en juego es más importante que la economía. Porque si triunfa el atentado a la democracia que quieren perpetrar los encerrados, no habrá recuperación posible y habremos dado un paso firme hacia el abismo totalitario. Tienen razón aunque sus líderes, por enésima vez en esta crisis, hayan elegido el lado equivocado. Por eso esta semana he dejado la economía, que me perdonen los lectores.


ABC - Opinión

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