viernes, 23 de abril de 2010

«Corazón partío». Por M. Martín Ferrand

SI, como dicen y repiten los más próximos a José Montilla, «el PSC es el PSC»; ¿no le estará sobrando la «E» al PSOE?

La esquizofrenia funcional del socialismo catalán, que tiende a manifestarse con mayor intensidad cuanto más nos acercamos a las elecciones autonómicas del próximo otoño, tiene un componente de halago al electorado de las cuatro provincias cuatribarradas; pero, sobre todo, viene dado por las exigencias de los socios que, encaramados en el tripartito, le permitieron a Montilla ocupar el asiento que, en el juego de las mayorías, le hubiera correspondido a Artur Mas.

En ese difícil equilibrio entre quienes, con el mismo puño y la misma rosa, tratan de ser distintos en Madrid y en Barcelona sobresalen dos nombres que, por origen y afectos, tienen probada su adhesión al PSC y que, por obligación y empleo, se deben al PSOE y, más todavía, al Gobierno de Zapatero. No debe de resultar sencillo para Celestino Corbacho, ministro de Trabajo, ni para Carme Chacón, titular de Defensa, conciliar sus obligaciones con su devoción. En el PSOE histórico, desde Pablo Iglesias a Felipe González, siempre lució entre los encantos del socialismo español un toque jacobino que hoy, en la España constitucional y autonómica, resulta incompatible con la entrega y la diferenciación -el distanciamiento- que exigen las naciones sin Estado, esa gran superchería que tanto anima los rescoldos del más viejo caciquismo.

En el caso concreto de Chacón, una fama de laboratorio con aspiraciones de mayor cuantía, se alcanza la hipótesis de una gran contradicción. Mientras su líder territorial saca los pies del plato y se atreve a descalificar a los miembros del Tribunal Constitucional porque «están vendidos» al PP, acusación gravísima en función de quien la emite, ella tiene la responsabilidad de las Fuerzas Armadas que «tienen como misión garantizar la soberanía e independencia de España, defender su integridad territorial y el ordenamiento constitucional». Ni aquí, ni en ninguna parte, ocurre con la política nacional lo que con las tablas de logaritmos, que tienen doble entrada. La entrada es única y, en casos de conflicto, excluyente de cualquier otra. Alguien debiera explicárselo a Montilla para evitarle a Chacón, pobrecita, el sofoco que no sería raro en la bipolaridad a la que la someten las circunstancias. El «corazón partío» no es sólo una copla de Alejandro Sanz.


ABC - Opinión

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