viernes, 5 de marzo de 2010

El ejemplo de los deportistas. Por José María Carrascal

LAS únicas buenas noticias que últimamente recibimos los españoles vienen de nuestros deportistas.

No sólo compiten con la elite mundial, sino también ganan, con lo que, al fin, dejamos atrás las «victorias morales» de antaño. Y por si ello fuera poco, ganan por clase, por técnica, por pegada, jugando mejor que sus adversarios, convirtiendo sus actuaciones en auténticas exhibiciones. Pierden también de vez en cuando, como es natural, pero lo hacen con elegancia y pundonor, habiéndose dejado en la cancha cuanto tenían dentro. En una palabra: que podemos estar orgullosos de ellos y de ellas, pues también hay mujeres entre las mejores en disciplinas donde hasta ahora ni siquiera aparecían.

Y es del fútbol, el deporte rey, de donde nos llegan las mayores alegrías -me refiero a la cantidad, no a la calidad, al haber otros deportes, el tenis, el baloncesto, el motorismo, donde también destacamos- y la racha de victorias de nuestra selección nacional es la mejor muestra. Nunca habíamos ganado tanto durante tanto tiempo, jugando, además, como los ángeles. Ya no son aquellas embestidas de «furia española» que nos dieron más fama que galardones. Es el suyo hoy un juego calculado y preciso, con la cabeza y los pies, en el que no faltan los ramalazos de fiereza cuando se hace necesario romper la resistencia del contrario hasta obligarle a buscar el balón en el fondo de su portería. Una armoniosa conjunción de defensas y delanteros, que a menudo intercambian sus papeles, alimentados por unos medios, que constituyen el corazón y los pulmones del equipo. En una palabra: que da gusto verles jugar, como ocurrió el miércoles frente a Francia. El Barcelona marcó un camino que los demás han seguido con éxito para todos.

Pero más grato aún es verles en los entrenamientos. Encanta contemplar la camaradería que reina entre ellos, las bromas que se gastan, las charlas que sostienen, la dedicación que aplican a preparar las jugadas de conjunto. El espíritu de equipo en suma. Catalanes, madrileños, valencianos, asturianos, manchegos, andaluces, canarios, dando lo mejor de ellos, que es mucho, para lograr la victoria de todos. Cediendo el balón al compañero mejor situado, alegrándose de los goles que marca con entusiasmo de chiquillos y disculpando sus errores, constituyen no ya un orgullo, sino un ejemplo para una nación y un Estado donde cada uno tira para sí sin preocuparse lo más mínimo de los demás ni darse cuenta de que eso nos lleva a la peor de las derrotas: a la desaparición. Y han tenido que ser, miren ustedes por dónde, unos jóvenes «que corren detrás de un balón en calzoncillos», como se definía a los futbolistas, quienes enseñen cómo se sale de una crisis a políticos, intelectuales, financieros, empresarios, trabajadores, artistas y periodistas. Gracias.


ABC - Opinión

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