viernes, 12 de febrero de 2010

No olvidar a las víctimas

HUBO un tiempo en que el Gobierno no tenía problemas de agenda para acompañar a las víctimas del terrorismo en sus encuentros y actos. Lamentablemente, Rodríguez Zapatero no ha tenido hueco para asistir a ninguno de los Congresos de Víctimas del Terrorismo organizados por la Universidad San Pablo CEU. El último comenzó ayer, en Salamanca, y sólo gracias a la indignación de la víctimas, la vicepresidenta Primera del Gobierno rectificó a última hora el primer error de enviar sólo a la subsecretaria de Justicia -dignísimo cargo, pero insuficiente- y comunicó que el ministro de Justicia acompañaría a los Príncipes de Asturias durante la inauguración. Ni el presidente del Gobierno -que ni ha disculpado su ausencia-, ni uno de los tres vicepresidentes, ni el ministro del Interior. Sobrevenidos de agenda, sin duda.

No es nueva esta insensibilidad del Gobierno hacia las asociaciones de víctimas, especialmente a las víctimas de ETA, porque a otras víctimas dedicaron tiempo, gestos y discursos generosos y oportunistas cuando era políticamente necesario. Pero las víctimas de ETA molestaban, por un lado, porque se las asociaba al Partido Popular, cuyos gobiernos sí hicieron real el principio de memoria, dignidad y justicia; por otro, porque eran el escollo más difícil para el infamante proceso de negociación con ETA. Enhorabuena al Gobierno por sus éxitos contra ETA, pero el trato a las víctimas de ETA es inaceptable.

Las víctimas de ETA y del terror islamista son ejemplares, auténticos modelos de los mejores valores de la democracia y la paz. Para un Gobierno que se llena la boca con diálogo, consenso y pacifismo, estas víctimas tendrían que ser su prioridad, porque nunca han pedido venganza, no se han apartado de la ley, no han buscado justicia fuera de los tribunales. Estas víctimas representan la virtud cívica máxima a la que puede aspirar una sociedad basada en la convivencia y en la legalidad. Lo que no les ha fallado -nunca les ha fallado- ha sido la Corona, representada por los Príncipes de Asturias, cuyo afecto tanto reconforta a las víctimas, porque es el de todos los españoles.


ABC - Editorial

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