lunes, 8 de febrero de 2010

El catastrofismo del PP es una forma de resignación. Por Antonio Casado

De nuevo el síndrome del piloto borracho, tantas veces glosado por el abajo firmante, como miedo insuperable del pasajero al ver el careto de quienes entran y salen de la cabina. Los pasajeros son los ciudadanos. Aunque el piloto no esté está borracho, ellos se lo malician y, por tanto, acaban proyectando el miedo en sus comportamientos. Así lo confiesan. Las últimas encuestas recogen el desplome de Zapatero, en tanto que la mirada ajena nos devuelve desde el exterior la imagen de una España zarandeada por la crisis económica y en estado de emergencia nacional. Así las cosas, se empieza a hablar de una salida política para enderezar el rumbo de la nave.

En la lucha por el poder solo hay dos formas de revisar el dictamen de las urnas antes del agotamiento ordinario de la Legislatura. Una, la moción de censura, cuya iniciativa está reservada al líder de la oposición. Y otra, la convocatoria anticipada de elecciones generales, cuya exclusiva competencia corresponde al presidente del Gobierno. Lo aberrante, aunque nos orienta sobre sus intenciones, es que el PP, como principal partido de la oposición, renuncie a utilizar la herramienta que le ofrece la Constitución (moción de censura). Sería el corolario lógico de su despiadado discurso contra Zapatero y su dramático diagnóstico sobre la situación de España.

Pero Mariano Rajoy no quiere jugar esa carta, aunque el país avance minuto a minuto hacia el abismo. Y eso no es coherente. Prefiere seguir alimentando con las malas noticias el discurso de la ruina nacional inminente y el tiro al blanco contra Zapatero. Sin actuar en consecuencia y sin presentar propuestas alternativas a las del Gobierno. Ayer, más de lo mismo en el mitin que le organizó Javier Arenas en territorio comanche (Atarfe, Granada, enclave clásico de voto socialista), con 10.000 gargantas gritando “Zapatero, dimisión” y “Rajoy, presidente”.

Pero silencio de la estrella invitada sobre iniciativas propias para que el ciudadano busque, mire y compare, por si las encuentra mejores que las del Gobierno. Silencio también sobre el modo de acelerar la caída de un Gobierno a la deriva ¿Y por qué no da un paso adelante? “Porque no estoy dispuesto a responder a las ocurrencias del Gobierno con otras ocurrencias”. Esa fue su respuesta a las voces que dentro de su partido le reclaman la presentación de una moción de censura o más ímpetu en la exigencia de elecciones generales anticipadas.

Entretanto el Gobierno, desbordado por los acontecimientos durante su horrible semana, ha puesto en circulación propuestas en materia de pensiones, mercado laboral y austeridad de gasto público. Pueden ser ruinosas, equivocadas, tardías o poco creíbles. O todo eso a la vez. Pero, ya que no cuentan con la cooperación del PP, exigen una posición razonada por parte del partido que representa la alternativa de poder. Hasta ahora, no existe, más allá de la consiguiente y enésima aplicación de la doctrina Rajoy: “Este Gobierno no hace nada contra la crisis y cuando lo hace se equivoca”.

Ojo con ese discurso, porque se le puede volver en contra a Rajoy si los ciudadanos acaban viéndole como el pregonero mayor de la ruina nacional y no como el legítimo recambio de un presidente seriamente averiado. Los sondeos nos están diciendo que Rajoy no capitaliza el hundimiento de Zapatero. O echa una mano o se queda sólo anunciando la bancarrota mientras otros hacen lo que pueden para evitarla. Al fin y al cabo, la deriva populista que ha tomado es una forma de resignación frente a lo que, según el propio PP, se nos viene encima a todos. A todos, atención. No sólo a Zapatero y a su Gobierno.


El confidencial - Opinión

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