martes, 26 de enero de 2010

Mucho sermón y poco trigo. Por M. Martín Ferrand

PARA mayor gloria y provecho del inane José Luis Rodríguez Zapatero y de su proteico PSOE, María Dolores de Cospedal y Javier Arenas, notables entre los notables del PP, han decidido dirimir sus diferencias en la pista central del circo que dirige Mariano Rajoy. Cospedal, como las tablas de logaritmos, tiene doble entrada. Puede vérsela como secretaria general y número dos del partido de la gaviota o como aspirante a la presidencia de Castilla-La Mancha. Le sobran capacidad y brío para enfrentarse a las dos tareas a la vez; pero, ¿cómo podrá superar las contradicciones y los conflictos de intereses que, inevitablemente, genera una situación dual?

Tenemos a Juan Pedro Sánchez, militante del PP y alcalde de Yebra, como motor de la discordia en curso. El edil, en uso de sus prerrogativas y en obediencia al mandato mayoritario de los yebreros, aspira a que su municipio sea sede de un depósito de residuos nucleares. Ello le incomoda a Cospedal en sus aspiraciones al gobierno regional y, sin más, quiere abrirle un expediente a quien sólo busca la prosperidad de sus vecinos dotándo al municipio de un, aunque polémico, manantial de empleo y riqueza. Arenas, a quien en este caso asiste la razón política, no perdió la oportunidad de zaherir y desautorizar a su superiora jerárquica e igual en ambiciones de poder autonómico. ¿No serán capaces de llamarse por teléfono y dirimir en privado sus diferencias sin necesidad de convertirse en un hazmerreír de inevitable costo electoral?


La anécdota que reseño sirve para señalar un mal de mayor hondura: la falta de liderazgo que padece el PP y que, dadas las escaseces y fracasos del Gobierno de Zapatero, pasa a ser un motor del miedo nacional, el gran principio activo de nuestra conducta colectiva. Le tenemos miedo al pasado, al futuro y al presente. A lo que es, a lo que podría llegar a ser e incluso a lo que no tiene posibilidad de ocurrir. Después de tantos siglos de miedo a lo sagrado y a lo profano, a lo civil y a lo militar, a lo culto y a lo bárbaro, se exige la serenidad y el valor de buscar nuevas emociones. Como dice Javier Villán -periodista grande, crítico excelso e inmenso poeta- en su recién nacido Aquelarre de sombras: «Lo peor es el miedo. El miedo se inventa otros dolores y otros miedos. Lo malo es desconocer el límite». ¿No ha de haber un espíritu valiente, como preguntaba un notable colega de Villán?

ABC - Opinión

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