jueves, 17 de diciembre de 2009

Un clima de odio y revanchismo. Por Federico Quevedo

Si no recuerdo mal fue Maruja Torres, columnista de El Pais, quien la pasada legislatura afirmó que todos los votantes del Partido Popular eran unos "hijos de puta", en palabras textuales de la escritora, que también dijo que le gustaría ser presidenta de la Asociación Nacional del Rifle tras la dimisión de Charlton Heston, y no precisamente para coleccionar culatas nacaradas. Siguiendo con el asunto de los rifles, el testigo lo cogió otra insigne escritora, Almudena Grandes, para poner palabras a los deseos de Torres y afirmar que todos los días habría que fusilar al amanecer a tres o cuatro del PP. En esa línea virulenta, el fallecido actor Pepe Rubianes protagonizó una de las escenas más espeluznantes de su carrera en un programa de la TV3, en la que sus insultos a España y todo lo que se opusiera a la idea de soberanismo catalán sobrepasaron todos los límites.

Ya metidos en esta legislatura, fue el alcalde de Getafe, Pedro Castro, el que protagonizó otro de estos excesos verbales tan característicos de los demócratas de toda la vida de la izquierda calificando de "tontos de los cojones" a los votantes del PP, aunque sin duda la última aportación notable a la convivencia pacífica la ofreció el empresario catalán Ramón Bagó al señalar la necesidad de matar a todos los votantes del Partido Popular. Lo cierto es que la política catalana se caracteriza por sus aportaciones al clima de pluralismo y consenso ya desde el final de la última legislatura de Aznar, cuando se intentó ‘linchar’ en una manifestación a Rodrigo Rato y a Josep Piqué, se vertían cubos de porquería sobre las cabezas de dirigentes del PP como Alicia Sánchez Camacho, o ya últimamente –tan lejos como hace mes y medio- se practica el taekwondo callejero con otros políticos ‘populares’ como el presidente de este partido en la comarca del Berguedá, Joan Antón López.

Son algunos ejemplos de la intolerancia con la que cierta izquierda manifiesta su espíritu democrático, ejemplos que últimamente se trasladan también a las pantallas de la televisión en uno más de estos ejercicios de totalitarismo a los que empieza a tenernos acostumbrados la corte de seductores lameculos de Rodríguez Zapatero. Debe ser que hastiado el gran público de los excesos mórbidos de tanto vividor sin oficio ni beneficio que pulula por los platós de algunas cadenas, hay que buscar nuevas fórmulas de enganche atizando sin piedad a una competencia que se caracteriza por manifestar sin complejos idearios diferentes a los de estos campeones del pluralismo que practican la tolerancia a base de puñetazos.

"Tiro al PP"

Ahora la han tomado, por ejemplo, con Intereconomía, quizás porque empiezan a ver con cierto temor como desde un planteamiento liberal-conservador se puede hacer televisión sin que cada programa sea una especie de lucha libre en un lodazal, y encima la audiencia responde porque son muchos los espectadores de este país que estaban deseando sentarse delante del televisor sin el temor a ser sorprendidos con desagradables sobresaltos. No, para estos otorgadores de certificados de democracia, Intereconomía, la Cope y otros medios que no se dejan seducir por el progresismo relativista modelo caca-pedo-culo-pis, no son más que cavernas de retrógrados, nidos de fachas a los que hay que exterminar.

No es extraño que, alentados por tanto llamamiento a la aniquilación verbal del contrario, haya quienes se tomen la injusticia por su mano y pongan en práctica los consejos de sus líderes mediáticos, políticos e intelectuales como el que se decide a seguir los pasos de una receta de Carlos Arguiñano -ya me lo decía una vez María Dolores de Cospedal: "El tiro al PP sale muy rentable electoralmente"-. Verán, yo no tengo ni la más remota idea de si lo que le ha pasado a Hermann Tertsch es fruto de este clima de odio y animadversión contra la derecha que ya desde la pasada legislatura viene alimentando la política frentista de Rodríguez, o es la consecuencia de una pelea de bar. No lo sé porque, entre otras cosas, no he podido hablar con él, así que unos y otros me perdonarán si no entro a valorar el alcance de una agresión que desconozco.

Lo que sí puedo decirles es que nada de lo que haya dicho Tertsch, por afortunado o desafortunado que sea –y hay muchas cosas de las que dice que yo no comparto, o no suscribiría- se merece un trato vejatorio como el que ha sido objeto por parte de otras cadenas simplemente por el hecho de ser una voz discrepante del Pensamiento único. Lo mismo que Intereconomía. Lo mismo que la Cope. Si hay algo en lo que tiene razón Tertsch es en denunciar que ese clima de odio y revanchismo existe, y esa denuncia debemos hacerla cada vez más alto porque de ello depende uno de los fundamentos de la democracia, la libertad y el pluralismo. Aunque, dicho sea de paso, yo nunca lo habría hecho en pijama.


El confidencial - Opinión

0 comentarios: