miércoles, 16 de diciembre de 2009

Fue ella. Por Alfonso Ussía

Después de oír las explicaciones de Monzón, el «Gran Wyoming», mis ojos han recuperado la luz. La patada de kárate propinada por la espalda a Hermann Tertsch se la dio Esperanza Aguirre. Y es que Esperanza Aguirre es así. Llega a su casa por la noche, se disfraza de rockera marginal, se adapta una peluca verde, toma una copa en el Círculo de Bellas Artes, y se mezcla con la humanidad nocherniega para liarse a patadas con la pacífica ciudadanía. Porque «Wyoming», al que hemos afeado su ingeniosa broma de manipular unas imágenes en las que Hermann Tertsch confesaba ser un asesino, es en realidad la gran víctima del suceso. Linchamiento mediático, como él dice, y persecución política por parte de Esperanza Aguirre, la de las patadas. A este hombre tenemos que ayudarlo entre todos. No me refiero a Tertsch, que allá él con sus costillas rotas, sino a Monzón, que está pasando por una mala temporada. Para colmo, le hacen hablar en la manifestación de los sindicatos contra los empresarios, con lo bien que se portan con él los empresarios de «La Sexta». Con Andrés Montes no sucedió lo mismo, vaya por Dios. En los círculos de las cadenas de televisión, a «Wyoming» le dicen «el corcho», porque siempre flota. Y en momentos de gran tribulación, le ponen un micrófono para que les diga a unos pocos miles de turistas sabatinos que los empresarios son los culpables de los cuatro millones de parados que hay en España y que Zapatero es un incomprendido. Esas cosas no se le hacen a quien transcurre por sendas de hondo dolor, y no me refiero a Hermann Tertsch, que si le duelen las costillas que se aguante, sino a Monzón, víctima de un brutal y programado linchamiento.

¿Detener al autor de la profesional patada? Imposible. La Delegación del Gobierno en Madrid no puede perder el tiempo en esas bobadas, y además, como he revelado al inicio de este escrito, todas las sospechas recaen sobre Esperanza Aguirre, la culpable de todo, según Monzón. Nos lo advirtió a los madrileños en su comparecencia ante los medios. «Que nadie vote a Esperanza Aguirre». Porque no hay derecho. Se dedica a dar patadas por la noche a periodistas libres e independientes, y encima le votan y saca las mayorías absolutas con facilidad pasmosa, cuando al que hay que votar es a Gómez, el de Parla, un tipo formidable, que nadie sabe lo que hace, pero lo hace muy bien. Con Gómez, hay que reconocerlo, «Wyoming» podría tener nuevos trabajos para que, al alcanzar los cinco millones de parados, volviera a manifestarse contra los empresarios, excepto los suyos, que son muy cumplidores con los contratos y con quienes le ordenan a quién hay que contratar.

Todos a su lado. No al lado de Tertsch, que al fin y al cabo es víctima de su carácter. Todos al lado de Monzón, que está padeciendo el hondo dolor de la incomprensión y el desconsuelo. En el fondo, por culpa de la falta de sentido del humor en nuestra sociedad. ¿Qué importa manipular unas imágenes en las que un periodista se reconoce asesino? Es graciosísimo. Que le den al periodista. Pero que a él no le atribuyan ni le acusen de nada, porque es una víctima de la intolerancia. Y usted, señora Presidenta de Madrid, cuidadito con las patadas. Figúrese la que se habría armado si en lugar de llevársela Tertsch, se la da a «Wyoming». ¡Cómo estarían los de la ceja! Pues eso.


La Razón - Opinión

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