lunes, 2 de noviembre de 2009

El principio de autoridad. Por José María Carrascal

SEGÚN una encuesta, la mitad de los militantes del PP creen que su partido, o sea, sus dirigentes, «no saben lo que quieren». ¿Qué no saben lo que quieren? ¡Vaya si lo saben! Quieren ser, él o ella, el «número uno». Y como números uno sólo puede haber uno, perdonen el pareado, tienen que deshacerse de los demás. Es a lo que se han dedicado desde las últimas elecciones con pasión, eficacia y mala uva demoledoras, olvidando los problemas que preocupan a los ciudadanos, la crisis económica en primer lugar, con su secuela de paro, déficit y negras perspectivas, que nos sitúan en los últimos lugares cara a la recuperación. Nada tiene de extraño que la ventaja que habían adquirido sobre el PSOE, dada la mala gestión de éste de la crisis, se haya convertido en un empate técnico. El uno por no saber, y el otro por no querer, el caso es que nos encontramos sin alternativa, una de las peores situaciones en las que puede encontrarse un pueblo. Nueve de cada diez españoles, según otra encuesta, consideran nuestra situación política mala o muy mala. Zapatero inspira poca o ninguna confianza a tres de cada cuatro. Pero es que Rajoy inspira aún menos. Es difícil encontrar una situación más crítica desde la Transición. A fin de cuentas, la amenaza del 23-F venía de fuera del sistema democrático. Pero esta viene de dentro, de los propios partidos mayoritarios. ¿Cómo vamos a hacer frente a la crisis? ¿Cómo vamos a superarla?

Refiriéndonos concretamente al PP, pues el problema del PSOE es distinto, puede que opuesto, quienes han estado tirando piedras contra Rajoy comprueban ahora que las estaban tirando contra su propio tejado. Se siguen creyendo que así van a derrotar a Zapatero, se equivocan de medio a medio. A quienes se están derrotando es a ellos mismos, personal y colectivamente, como algunos ya han comprobado en su propia carne.

No es que Rajoy este libre de culpa. Bien está la cachaza y la prudencia en el mando. Pero hay momentos en los que no queda otro remedio que tomar decisiones por desagradables que sean, si uno no quiere ser arrollado por los acontecimientos. Aquello que contaban de Franco, que dejaba en un lado de su mesa de despacho los asuntos «que se arreglaban por sí solos», y en el otro, «los que no tenían arreglo», por lo que lo mejor era no tocarlos, servía en la dictadura. Pero en la democracia hay que demostrar quién está al mando, sobre todo en tiempos de crisis, y estos sin duda lo son, para el partido y para la nación.

Mañana se reúne el Comité Ejecutivo del PP, para abordar la situación. Es la última oportunidad que tiene Rajoy de demostrar que tiene lo que se exige a todo líder: autoridad. Si no la tiene al frente de su partido, difícilmente convencerá a los españoles de que la tendrá al frente del país.

ABC - Opinión

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