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Mano de hierro. Cobo ha sido suspendido cautelarmente de militancia. El Alcalde le ha ratificado como Vicealcalde y portavoz del Partido Popular en el Ayuntamiento. A eso se le llama llevar bien las riendas de una diligencia, señor Rajoy. De haberle conocido John Ford, prescinde de John Wayne y le ofrece a usted el papel, por duro. Es decir, que insultar a la Presidenta de Madrid, ratificarse en los insultos y añadirle a ellos una velada acusación de comisión de un delito, lo zanjan en el PP con una suspensión de militancia y el mantenimiento del militante suspendido en sus cargos públicos. En resumen, que el Partido Popular lo único que ha hecho es ahorrarle al señor Cobo las cuotas mensuales mientras dure la escalofriante suspensión. Han hecho, una vez más, el ridículo. Mucho Santo Job y una ausencia de rigor insultante. Las declaraciones, es decir, las groserías de Cobo salieron por la boca de Cobo dictadas por Alberto Ruiz Gallardón. Y los dictados de Alberto Ruiz Gallardón los revisa previamente el Alcalde de Madrid con Mariano Rajoy. Suspéndanse de militancia don Mariano y don Alberto, que también se ahorrarán las cuotas. A este paso, y siguiendo la estela de la durísima sanción, todos suspendidos de militancia y las arcas vacías.
Que el señor Cobo haya sido respaldado y ratificado en sus cargos por el Alcalde de Madrid es más que una grosería. Es una chulería desproporcionada. Y que el señor Rajoy no intervenga al respecto es más que una cobardía. Es una resignación envilecida e indigna. Si Cobo se ha equivocado con tanta gravedad, Cobo tiene que ser expulsado del partido y abandonar en dos minutos su despacho del Ayuntamiento de Madrid. Lo que no es pasable es que su ineducada conducta le reporte, para más inri, el importe de las cuotas. Ustedes no sólo han perdido mi consideración. Eso se arregla. Han perdido mucho más. Lo más importante para un ciudadano libre en una democracia auténtica. Ustedes han perdido mi voto. Me han obligado a incumplir mis derechos. No he fallado, hasta la fecha, a ninguna cita electoral desde que España se abrazó a la libertad. He votado en los refrendos, las elecciones municipales, europeas y generales. Voté a la Constitución. Y mi voto, no es difícil adivinarlo, no es de izquierdas. Pero se ha acabado. Con esa tropa al frente del PP mi obligación es abstenerme. Me siento defraudado y profundamente avergonzado.
La Razón - Opinión
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