jueves, 29 de octubre de 2009

Los artistas como linces. Por Cristina Losada

Bosé reclamó más amparo y leyes. En su fórmula infantil, más mimos. En lenguaje adulto, más dinero. Sobre todo, público, único susceptible de fluir en sentido contrario a las preferencias de los consumidores.

En la entrega de las medallas de oro de las Bellas Artes, el cantante Miguel Bosé, uno de los agraciados, echó la lagrimita. Los artistas, dijo, se están quedando huérfanos, en peligro de extinción, como el oso polar o el lince ibérico. Si osos y linces pudieran presentar réplica, lo harían. Nunca como en esta época ha habido tantos artistas, reales o pretendidos, y jamás habían gozado, unos y otros, de la consideración en que se les tiene. Tan especial, exclusivo y semidivino es su status, que hasta la mierda del artista llega a ser arte. Como para quejarse.


Pues se trataba de un acto oficial, la petición de Bosé tenía un destinatario claro. Reclamó más amparo y leyes. En su fórmula infantil, más mimos. En lenguaje adulto, más dinero. Sobre todo, público, único susceptible de fluir en sentido contrario a las preferencias de los consumidores. En exigir dinero de los contribuyentes, sí que resulta adecuada la analogía con el lince. No por azar, más de un tercio de los receptores de medallas eran gentes del cine, el sector más mimado por el Gobierno Zapatero, sin despreciar aportaciones anteriores, que la subvención ha sido cosa de todos. Aunque con la cofradía de la ceja hay un plus de cariño antes ausente.

Famosillos y famosetes han expulsado del podio a los merecedores del nombre de artistas y no sólo a ellos: han usurpado el papel del intelectual. Son "artistas comprometidos", vaya. Cual miembros de una nueva casta sacerdotal, se arrogan el poder de dirigir a la sociedad y reclaman que el poder los proteja frente a ella. Ninguna pretensión de esa clase ha tenido, por quedarnos en el oficio de Bosé, un cantante como Manolo Escobar. Su éxito se debe a su talento y su trabajo, no a hacerse pasar por lo que no es. Los incapaces se autoproclaman autoridad moral para que papá gobierno les compense. Un artista, o es huérfano o no es artista.
El exceso de intervención gubernamental se ha demostrado letal para la cultura. En España, el florecimiento de la vida cultural cuando se desarrollaba al margen del poder, en las postrimerías de la dictadura, se marchitó en cuanto fue absorbida y utilizada por los gobiernos. La cultura, como los osos y los linces, malvive en cautividad.

Libertad Digital - Opinión

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