Quienes venimos doliéndonos por la no separación de los poderes del Estado, la evidencia de nuestra superchería democrática, debemos ahora arreciar en lamentaciones: ya no se confunden las funciones del Ejecutivo y el Legislativo. Son una sola cosa, un magma de poder que arranca de un pintoresco sistema electoral y del que se deriva el Judicial. No hemos llegado al partido único, pero es un único partido hegemónico el que, en interesada simbiosis con los pequeños grupos periféricos que no quieren ser españoles, mangonea a su capricho el presente de cuarenta millones de ciudadanos y compromete gravemente el futuro de sus hijos, nietos y bisnietos.
No se puede descartar que, hace poco más de tres meses, Pedro Solbes abandonara su cargo y su responsabilidad en manos de Elena Salgado para evitarse, como veterano servidor de la Administración del Estado, el sonrojo que le hubiera producido una situación como la que ayer culminó con la aprobación del proyecto gubernamental por parte de unas Autonomías y la resignación de las demás. No es, como con aviesa intención anuncio María Teresa Fernández de la Vega, que los del PP se haya sentido protagonistas de Toma el dinero y corre. También quienes consideramos injusta la legislación fiscal vigente estamos obligados a pagar impuestos y, en concordancia, no es necesario estar a favor de un modo de reparto para percibir la cuota correspondiente. Pero quedan en el aire las dudas sobre una democracia decadente y la inquietud por un partido, el otro, que parece incapaz de atender sus deberes con diligencia.
ABC - Opinión
1 comentarios:
Partido Único era ayer, hoy es MIERDA en las alturas, desparramada para más inri.
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