sábado, 4 de julio de 2009

La sentencia de Rubalcaba. Por M. Martín Ferrand

SI nos atenemos a las apariencias, algo fundamental cuando se habla de política, el más eficaz entre los ministros del Gobierno actual es Alfredo Pérez Rubalcaba. Le ha tocado bailar con las más feas -ETA y la inseguridad ciudadana en tiempos de crisis económica- y lo hace con el garbo de Fred Astaire, sin descomponer la figura y sin más aspavientos que los justitos. Podría decirse, incluso, que no merece formar parte de un equipo en el que sus compañeros más notables sólo consiguen brillar por sus ausencias y compiten en la magnitud de sus despropósitos.

A Rubalcaba se le notan la experiencia y la formación científica. Es químico y no suele andarse por las ramas barrocas de la retórica. Está instalado en el laconismo. Su juicio sobre el relevo del risible Alberto Saiz al frente del Centro Nacional de Inteligencia es para las antologías de la crítica política: «Lo importante es que su sucesor sea competente y conocedor de los temas que debe tratar». Lo dijo con los aires de inocencia propios de una ursulina, pero la sentencia encierra una tremenda carga explosiva. Saiz, un descubrimiento de José Bono, amparado por Carmen Chacón, protegido por María Teresa Fernández de la Vega y confirmado en su cargo -¡hace sólo unos días!- por José Luis Rodríguez Zapatero, le parece a Rubalcaba claramente incompetente para una función clave en la seguridad del Estado y desconocedor, en todo o en parte, de la tarea que tenía encomendada.

Zapatero es muy dado, quizá para encubrir su pequeñez, a rodearse de gente como Saiz. Véanse, para comprobarlo, los nombres de los miembros y miembras de su Gobierno. Ru-balcaba es una excepción y, como pieza excéntrica, se mantiene por su propia dinámica, por sus logros y resultados; pero, seguimos con las apariencias, no parece gozar de las preferencias del líder que tanto se gusta a sí mismo.

La peripecia del CNI - un jefe inadecuado, incapaz y gastoso y toda una rebelión a bordo - no es un problema menor. Dando por bueno su relevo, quedan por aventar las muchas responsabilidades políticas que flotan en el aire. Empezando por la de la ministra de Defensa, a la que, superados el noviciado y la lactancia, hay que dejar de reírle las gracias para no terminar incurriendo en la peor de las formas del machismo, la tolerancia complaciente con la incapacidad de una mujer. ¿Es competente y conoce los temas a tratar?

ABC - Opinión

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