
Al nacionalismo catalán desde un rincón pragmático de su melancolía, y a España por inteligente, que no apasionada, emoción medida. El Muy Honorable es personaje de aspecto turbio y escasa presencia, pero muy respetable por su sentido del equilibrio. Insisto en que no me inquieta reconocer mi admiración hacia su persona, si bien me desasosiega pensar que estos paletos que hoy tripartitan Cataluña son consecuencia de sus desahogos. Siempre he desconfiado del cisne en declive. Ese canto del cisne agónico y fanfarrón de los cisnes sin alas, de los cisnes sin ganas, de los cisnes sin nenúfares y de los cisnes unánimes del cursi de Rubén Darío, me entristece. Ahora, sin venir a cuento, ha dicho Jordi Pujol que el «Barça» es la selección de fútbol de Cataluña, y se me han abierto, como abanicos de hilo, las holguras de mis pololos. Vamos a ver. En el «Barça» militan, juegan, compiten y triunfan una mayoría de profesionales del deporte a los que les importa un pimiento el nacionalismo catalán. Ni a Messi, ni a Etoo, ni a Henry, ni a Touré Yayá ni al resto de los componentes extranjeros de la maravillosa plantilla del F.C. Barcelona les quita el sueño la realidad, cierta o soñada, de Cataluña. Iniesta, el mejor jugador de la plantilla, es de Albacete y de familia madridista. Y Xavi y Puyol son dos columnas de la selección de España, que es la que vale, y no la figurada por el tontorrón, gastón y gorrón de Carod-Rovira. Esa bobada la puede pronunciar Carod, o su hermano Apeles, o Chiqui Beguiristain, pero no Jordi Pujol. El «Barça», admirable club, con centenares de miles de seguidores en toda España, es eso, tan grandioso y único como un impresionante club, pero nada más. A muchos de sus grandes futbolistas, o baloncestistas, o lo que sean, les importa un higo el nacionalismo catalán, la Señera estrellada, el «Freedom for Catalonia» que no es «Spain» y todas esas chorradas. El «Barça» es lo que es, porque, además de sus socios, millones de personas en el mundo le han dotado de horizontes y no de aldeas. Y es un club español rebosado de jugadores que han venido de fuera para cumplir sus contratos profesionales, no para intervenir en pequeñas historias de ombligo. Que Pujol, el Muy Honorable, piense de esa manera me decepciona. Eso, el canto del cisne, tan aparatoso y tan cursi.
La Razón - Opinión
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