sábado, 4 de abril de 2009

Sesenta años de Alianza Atlántica

A sesenta años de su fundación, la Alianza Atlántica constituye un éxito innegable. No hay más que mirar hacia los países que la componen, y su grado de desarrollo y evolución, para darse cuenta de que conforman el entorno político y socioeconómico más exitoso del planeta. Desde la posguerra mundial, cuando Europa estaba arrasada por un conflicto fratricida y se encontraba amenazada por el totalitarismo comunista, la Alianza ha logrado ayudar a construir sociedades libres y prósperas. No se puede negar que el ingreso de España en la OTAN hace ya más de veinticinco años contribuyó a hacer que nuestro país participase de esa senda de progreso y desarrollo, y la prueba de que ese principio sigue siendo válido es que, en la cumbre de Estrasburgo-Khel, la organización dará la bienvenida a dos países como nuevos socios, Albania y Croacia, y sigue habiendo al menos media docena aspirando a seguir sus pasos en una organización cuya proyección en el tiempo está asegurada.

La OTAN tiene, sin embargo, un desafío crucial en Afganistán, donde lleva a cabo su operación militar más ambiciosa. La llegada del nuevo presidente norteamericano, Barack Obama, ha traído nuevos aires, pero la nueva Administración ha confirmado en lo esencial el hecho de que no hay alternativas a la victoria clara. Washington ha presentado formalmente en esta cumbre un nuevo plan, basado en algunos de los factores que se han demostrado altamente eficaces en Irak y que incluye un refuerzo simultáneo de la presión militar contra los terroristas e insurgentes con un aumento del acento en las políticas de desarrollo. Sin seguridad no hay progreso posible, pero sin cierto éxito en el campo del desarrollo la seguridad está siempre amenazada. Tal vez parezca que hay elementos sustancialmente diferentes respecto a la política de la anterior Administración norteamericana, o que suenan mejor en los oídos de los gobiernos que, como el español, han sido reticentes a los llamamientos de la Alianza, pero esencialmente lo que Obama ha dicho en esta cumbre es que se necesitan más fuerzas y directrices más determinadas para que puedan ser utilizadas sobre el terreno, y que los socios europeos ya no pueden tener pretextos políticos para seguir escurriendo el bulto.

Esa contribución debe hacerse en nombre de la solidaridad necesaria entre miembros de una alianza militar en la que todos defienden los valores que comparten y se apoyan mutuamente. No es de recibo que la participación militar en una determinada operación en la que están comprometidos otros países aliados se convierta en una simple plataforma propagandística y se manipulen los anuncios solamente para que hagan juego con determinada imagen política. Cuando un gobierno ha aceptado en el seno de la OTAN y junto a otros aliados una misión militar, no puede volverse atrás unilateralmente, según le convenga. La peripecia del anuncio de la retirada de las tropas españolas de Kosovo quedará como un ejemplo de lo que no debe hacerse nunca y será un baldón que a España le costará mucho tiempo hacer olvidar. Del mismo modo, la multiplicación de anuncios oportunistas de nuevas contribuciones militares en Afganistán aparece ya con aires de un nuevo sainete que habla de la frivolidad con la que el Gobierno sigue mirando a este aspecto, esencial de nuestra seguridad y la de nuestros aliados.

ABC - Editorial

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