martes, 10 de marzo de 2009

Un balance de fiesta. Por Hermann Tertsch

NO debiera extrañar a nadie que el Gobierno de España, el Partido Socialista y todo el movimiento de la Zeja haya decidido no montar grandes celebraciones con motivo de cumplir el primer año de legislatura, el VI Año Triunfal. Las alharacas desplegadas en los anteriores aniversarios de la llegada de la era Z fueron, lo digo sin ironía, grandes eventos perfectamente organizados y de la mayor repercusión. Ahora cada día hay menos margen para la broma. Gracietas, las mínimas. Lo intuirán probablemente hasta los más entusiastas de la tropa militante, pero lo saben con certeza matemática los profesionales de la difusión del mensaje. Si este pasado fin de semana al Partido Socialista se le hubiera ocurrido montar una gran fiesta de cumpleaños feliz podría haber pasado cualquier cosa. Por supuesto que han aprovechado la ocasión para mover la matraca. Pero poquito. La vicepresidenta y la vicesecretaria general, Vega y Pajín, nos han dicho por todas las teles que consideran que el año ha sido fructífero. «Positifo», como decía aquel entrenador holandés tan pelmazo que veía siempre algo bueno en las derrotas de su equipo, que era el Barcelona. Lo hacen con unas ganas de decir la verdad, sólo comparables a las que tenía aquel entrenador por aprender el español.

Sin embargo, por fin parece haber llegado el momento en que los terribles problemas de los españoles, que ha multiplicado con denuedo desde hace años, comienzan a afectarle al Gran Timonel y a su tripulación. Aquí se dijo hace mucho tiempo -y nadie nos tome por Merlín porque había sinfín de indicios para temerlo- que el paso de Zapatero por la historia de España crearía un precedente sobre la capacidad de destrucción en tiempos de paz. El deterioro en la economía ha alcanzado ya una velocidad de vértigo. De sus consecuencias sobre el bienestar, pero también sobre la seguridad de los españoles, tardaremos muchos años en recuperarnos. Zapatero estará jubilado del baloncesto y de todo. Nosotros habremos olvidado de los rasgos de la sonrisa del talante devenida ya en rictus amenazante. Y seguiremos pagando por el hecho de que una mayoría de los españoles se dejara embaucar dos veces por él, su equipo de mercadotecnia y el cutrerío ideológico que disemina. ¿Cómo ha podido suceder? ¿Por qué cuando los españoles estábamos a punto de encontrar nuestro sitio como sociedad moderna entre las demás, pudo producirse este disparate histórico que nos deja inermes como nadie ante la crisis general? Habrá muy sesudos estudios al respecto en el futuro. En todo caso, nuestro presente es cada día peor y nuestro futuro y el de nuestros hijos cada vez más incierto. Hay que irse lejos de la Europa democrática para encontrar instituciones en fragmentación, postración y confusión semejantes. Las conspiraciones y peleas políticas son anécdota. Categoría es la dura senda por la que caminaremos con pesar muchos años.

ABC - Opinión

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