sábado, 17 de enero de 2009

Por qué Israel se siente amenazado. Por Benny Morris

Muchos israelíes tienen la sensación de que el mundo (y la historia) se les viene encima en un Estado nacido hace apenas 60 años, al igual que ocurriera a comienzos de junio de 1967, justo antes de que Israel se embarcara en la Guerra de los Seis Días y destruyera los ejércitos egipcio, jordano y sirio en el Sinaí, Cisjordania y los Altos del Golán.

Hace más de 40 años, los egipcios expulsaron a las fuerzas de paz de Naciones Unidas de su frontera en el Sinaí, cerraron el estrecho de Tirán al tráfico marítimo y aéreo israelí, y desplegaron el equivalente a siete divisiones acorazadas y de infantería a las puertas del Estado judío. Tras haber firmado una serie de pactos militares con Siria y Jordania, Egipto envió sus fuerzas a Cisjordania, y las emisoras de radio árabes lanzaban encendidos mensajes sobre la cercana destrucción de Israel.


Los israelíes o, mejor dicho, los judíos israelíes están reviviendo lo que sintieron sus padres en aquellos días apocalípticos. En la actualidad, Israel es un Estado mucho más poderoso y próspero que entonces. En 1967 tan sólo había unos dos millones de judíos en el país (actualmente hay cerca de 5,5 millones), y el ejército carecía de armas nucleares. Sin embargo, la mayor parte de la población mira con recelo hacia el futuro.

Éste es el resultado de dos problemas generales y de cuatro causas concretas. Los problemas generales son sencillos. En primer lugar, a pesar de las esperanzas israelíes y de los acuerdos de paz firmados con Egipto y Jordania en 1979 y 1994, el mundo árabe, y más ampliamente el islámico, nunca ha aceptado realmente la legitimidad de Israel y continúa oponiéndose a su existencia.

En segundo lugar, el apoyo de la opinión pública occidental (y, por ende, en la mayoría de las democracias, de sus Gobiernos) a Israel es cada vez menor, pues se mira con recelo el tratamiento que éste da a sus vecinos palestinos. La memoria del Holocausto está cada vez más difuminada y resulta poco útil.

Más concretamente, Israel se enfrenta a un conjunto de amenazas graves. Al este, Irán avanza frenéticamente en su proyecto nuclear, el cual, en opinión de la mayoría de los israelíes y de las agencias de inteligencia del mundo, tiene como objetivo la producción de armas nucleares. Esto, unido a las amenazas públicas de su presidente, Mahmud Ahmadineyad, de destruir Israel (y su negación del Holocausto) tiene en ascuas a los líderes políticos y militares de Israel.

Al norte, la organización fundamentalista del Líbano, Hezbolá, que también ha jurado destruir Israel y sigue el ejemplo de Irán, ha conseguido rearmarse tras su enfrentamiento con los judíos en 2006. Según la inteligencia israelí, Hezbolá tiene un arsenal de 30.000 a 40.000 misiles de fabricación rusa suministrados por Siria e Irán (el doble de los que poseía en 2006). Algunos de ellos podrían alcanzar Tel Aviv y Dimona, donde se ubican las instalaciones nucleares israelíes. De desencadenarse una guerra entre Israel e Irán, Hezbolá no tardaría en unirse a la refriega (como tampoco sería extraño que se uniera al renovado conflicto entre Israel y Palestina).

Al sur, Israel se enfrenta al movimiento islamista de Hamás, que controla la Franja de Gaza y cuyos principios fundacionales contemplan la destrucción de Israel y la dominación de Palestina bajo la autoridad y la ley islámicas. En la actualidad, los miembros de Hamás se cuentan por miles y la organización tiene un amplio arsenal de misiles (Qassams, de fabricación casera y rusa; Katyushas, financiados por Irán, y Grads, traídos de contrabando por los túneles del Sinaí, donde los egipcios, básicamente, hacen la vista gorda).

El pasado junio, Israel y Hamás acordaron una tregua de seis meses. Las facciones armadas de Gaza se encargaron de romper con frecuencia esa calma inestable lanzando misiles contra los asentamientos fronterizos de Israel. La respuesta de este último fue la suspensión, también con frecuencia, de los envíos de suministros a Gaza. En noviembre y a principios de diciembre, Hamás incrementó los ataques con misiles y anunció, formal y unilateralmente, el final de la tregua. La población y el Gobierno israelíes dieron entonces carta blanca a su ministro de Defensa, Ehud Barak. El eficaz ataque de Israel sobre Hamás fue la primera medida adoptada. La mayoría de los complejos de seguridad y gubernamentales de Hamás quedaron destruidos y murieron cientos de sus seguidores.

Sin embargo, el ataque no resolverá el problema de base planteado por la Franja de Gaza, donde viven 1,5 millones de palestinos víctimas de la desesperación y la pobreza, gobernados por un régimen fanático, y prácticamente aislados por las vallas y los controles fronterizos vigilados por Israel y Egipto.

Seguramente, esto no doblegará a la organización Hamás, pero sí se podrá ejercer presión suficiente como para conseguir, con la mediación de Turquía o Egipto, una nueva tregua temporal. Parece ser que esto es lo máximo a lo que se podría aspirar, si bien nadie duda de que los ataques con misiles en el sur de Israel se reanudarían una vez que Hamás recuperara el aliento.

La cuarta amenaza inmediata para la existencia de Israel es de carácter interno, y no es otra que la planteada por la minoría árabe que vive en el país. En las dos décadas pasadas, los 1,3 millones de ciudadanos árabes de Israel se han radicalizado. Muchos de ellos han reconocido abiertamente una identidad palestina y han hecho suyos los objetivos nacionales palestinos. Sus portavoces afirman que su lealtad está con su gente, más que con su Estado, Israel. Muchos de los líderes de la comunidad, que se benefician de la democracia israelí, apoyaron más o menos públicamente a Hezbolá en 2006 y siguen abogando por su "autonomía" (de un tipo u otro) y la disolución del Estado judío.

Son las características demográficas, en lugar de la victoria árabe en el campo de batalla, lo que sienta las bases de dicha disolución. La tasa de natalidad de los árabes israelíes es de las más elevadas del mundo, con cuatro o cinco hijos por familia (frente a los dos o tres de los judíos israelíes).

Si la tendencia actual persiste, los árabes constituirán la mayoría de los ciudadanos israelíes en 2040 o 2050. Dentro de cinco o diez años, los palestinos (los árabes israelíes, junto con los que viven en Cisjordania y la Franja de Gaza) formarán la población mayoritaria de Palestina (la tierra que se extiende entre el río Jordán y el Mediterráneo).

Las fricciones entre los árabes israelíes y los judíos israelíes se alzan ya como un factor político contundente. En el año 2000, a comienzos de la segunda Intifada, miles de jóvenes árabes, en simpatía con sus hermanos de los territorios, se manifestaron en las principales carreteras israelíes y en las ciudades con mezcla étnica de Israel.

El pasado diciembre se ha visto un nuevo brote, si bien a menor escala, de tales protestas. Al final del camino, los judíos de Israel temen mayores explosiones de violencia y terrorismo por parte de los árabes israelíes. La mayor parte de los judíos ven en la minoría árabe a una potencial quinta columna.

El elemento común a todas estas amenazas concretas es la falta de convencionalismo. Entre 1948 y 1982, Israel supo hacer frente con relativo éxito a las amenazas de los ejércitos árabes tradicionales. De hecho, consiguió derrotarlos de forma aplastante en más de una ocasión. Pero la amenaza nuclear de Irán, el ascenso de organizaciones tales como Hamás y Hezbolá que operan más allá de sus fronteras y desde el interior de densas poblaciones civiles, y la creciente insatisfacción de los árabes israelíes con el Estado y su identificación con el enemigo, ofrecen un panorama completamente distinto. Y éstos son desafíos que los líderes y la población de Israel, vinculados a las normas de conducta democráticas y liberales de Occidente, encuentran especialmente difíciles de llevar.

La sensación que vive Israel de que el mundo se les viene encima desencadenó una reacción violenta a finales del año 2008. Dadas las nuevas realidades, no sería sorprendente que a ello le siguieran explosiones más agresivas.

Benny Morris es catedrático de Historia de Oriente Medio en la Universidad Ben-Gurión y autor del libro 1948: A History of the First Arab-Israeli War.

El País - Opinión

3 comentarios:

Anónimo dijo...

CASTIGO BÍBLICO DE ISRAEL SOBRE EL GUETO DE GAZA



Ni el sionismo que aglutina al Estado de Israel, ni el fundamentalismo islámico que ha adquirido predominio entre los palestinos actuales, nos despiertan el menor entusiasmo. El Partido Nacional Republicano aboga por la unificación de Palestina en un Estado Democrático y Laico que, bajo una misma bandera política, integre a judíos y árabes. Sólo bajo esta premisa, por irrealizable que sea en este momento, podrá traerse la paz y la prosperidad a la región.

Somos conscientes de que cualquier crítica vertida sobre el Estado de Israel será tildada por algunos medios de “antisemita”. Pero, de hacer caso a los mismos relatos bíblicos, son tan hijos de Sem los milicianos de Hamas como los soldados del ejército israelita. Una falacia todavía mayor es la visión equidistante que se nos trata de imponer sobre la situación de Palestina: dos partes emponzoñadas en un conflicto secular que se pierde en la noche de los tiempos y que periódicamente se recrudece, bien sea por la culpa de unos, ora la de los otros.

El hecho incontestable es que Israel fue fundado por el movimiento sionista en 1948, a sangre y fuego, sobre la base del despojo, la eliminación y la expulsión de la población palestina oriunda. En 1967, tras una guerra relámpago, expandió sus fronteras hasta unos territorios que, como es el caso de Gaza, hoy sojuzga y ocupa, hacinando a su millón y medio de habitantes en una franja de poco más de 350 Km. cuadrados. Este territorio ocupado por Israel es sometido continuamente al bloqueo y la asfixia, a la carencia de los bienes más básicos en una política de represalia generalizada.

La expiración en el pasado mes de diciembre de la tregua unilateral de Hamás, organización islamista gobernante en los "territorios autónomos" tras unas elecciones promovidas por la “comunidad internacional”, ha sido anunciada mediante salvas de cohetes lanzadas sobre objetivos civiles del sur de Israel. La reacción de Tel Aviv ante la deliberada provocación pirotécnica de los islamistas no se ha demorado: el desencadenamiento de un devastador ataque por tierra, mar y aire con centenares de víctimas palestinas. Por tanto, más que de un conflicto entre dos fuerzas militares equivalentes, debemos hablar de una matanza de palestinos.

Se nos dirá que Israel es una democracia que trata de preservar su integridad frente a la amenaza de sus hostiles vecinos. Pero la realidad es que no ha existido democracia alguna que deba mantenerse como enclave militarizado durante décadas en ningún lugar del mundo. Lo cual nos permite cuestionar el carácter democrático de Israel y preguntarnos si acaso tal amenaza no proviene del hecho mismo de su asentamiento sobre territorios que nunca le pertenecieron, ampliados con posteriores ocupaciones. Ciertamente, Israel es una teocracia racista encubierta bajo las formas liberales del parlamentarismo: el Estado de Israel no remite la legalidad y legitimidad de sus fronteras a la resolución de la ONU de 1947 sobre la partición de Palestina, sino al statu imaginario de los límites ahistóricos del Israel bíblico y al derecho, por no decir designio divino, de una población diseminada por el orbe a ocupar ese territorio mítico por la única razón de su pertenencia a la raza judía, “el pueblo elegido” por Yavé. Esta manifestación no nos lleva a sintonizar con Hamás ni con las aspiraciones de grupo islamista alguno. Por el contrario, nos horroriza igualmente la implantación en la Palestina histórica de una República Islámica dirigida por ayatolas e imanes, tal como pretende Hamás. Con todo, debemos denunciar que la proliferación del islamismo en Oriente Medio y, concretamente, en Palestina con Hamás se debió en gran medida a la promoción y el sostenimiento de este grupo por parte de Israel, a principios de los 80 de la pasada centuria, en su empeño por mantener la ocupación, debilitando y dividiendo mediante la pujanza y rivalidad del islamismo al movimiento de carácter laico que había dirigido la resistencia palestina hasta el momento.

Hamás sólo puede llevar la desgracia al pueblo palestino: su pervivencia política esta ligada a la vinculación que mantenga como agente de Irán en la zona, obedeciendo a sus intereses estratégicos. Por lo que servirá a Israel de pretexto para mantener su brutal ocupación y quién sabe si no, en un futuro próximo, a emprender más intervenciones agresivas en la zona en una escalada sin límites, tratando de arrastrar a los USA, a través del lobby sionista fuertemente implantado en los mismos.



Secretaría General del

Partido Nacional Republicano

Enero de 2009

Diario en Crisis dijo...

Lo que ocurre en la Franja de Gaza hace tiempo que viene comparándose con lo que les ocurría a los abuelos de los responsables de la actual masacre en los campos de concentración naci... y no sin razón.

En mi blog os dejo un archivo de audio con una entrevista al portavoz de Ejército israelí que no tiene desperdicio.

Seguiré pasando por aquí.

Diario en Crisis
(www.diarioencrisis.blogspot.com)

Anónimo dijo...

ما لا توجد حتى أنفسنا