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Algunos habrán creído que escribo sobre partidos políticos españoles o colectivos más o menos mayoritarios de nuestra sociedad. ¡Quiá! La frívola reflexión sobre esta especie de cornudo consentidor me la sugiere, una vez más, nuestra Unión Europea. Su papel en la llamada guerra del gas que ha dejado a millones de europeos con los pies fríos, es la de un pringao, víctima, patán y majadero propio de una comedia de Moliere. La guerra entre dos mafias -una hoy agresiva, la otra acomodaticia y defensiva-, es decir entre Moscú y Kiev, tiene aún esta noche en jaque a la UE. No fluye el gas. Lloriquea la UE junto a los oleoductos, siete días después de comenzar el engaño, en el más terrible desmentido de esa máxima de que el cliente siempre tiene razón. Cuando el comprador y buen pagador es víctima de tanta y tan repetida estafa, está claro que, más allá de la catadura de los demás implicados en el negocio, tiene un serio problema consigo mismo. Cuando alguien se deja chulear con tanta entrega debería, como dicen, hacérselo mirar.
ABC - Opinión
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