martes, 20 de enero de 2009

Errores y aciertos: factores materiales en el conflicto palestino-israelí (I)


Antes del genocidio nazi, incluso antes del ascenso de los nazis al poder, los sionistas ya habían llegado a la conclusión de que existía una conciencia nacional árabe palestina. En cierto sentido, esa conciencia concreta era resultado de la declaración Balfour. Cuando la Sociedad de Naciones otorga a ingleses y franceses el mandato sobre territorios de Próximo Oriente, se produce una especificidad de Palestina que influye en lo sucedido después de manera destacada. Concretamente el texto prometía facilitar la inmigración de los judíos (entonces alrededor de un once por ciento de la población, 80.000 sobre 700.000 aproximadamente), desarrollar su autogobierno y daba un protagonismo destacado al sionismo. En ese documento no se hablaba de los palestinos, ni siquiera de los árabes, sino de los "habitantes no judíos", a los que se prometía respetar sus derechos civiles y religiosos. Aunque los primeros enfrentamientos (y muertes) entre palestinos y judíos se producen en 1920 y 1921, los hechos más graves tienen lugar en 1929, con los disturbios que, encabezados por el muftí Haj Amin al-Husayni, provocan cientos de muertos entre los judíos que oran ante el Muro de las Lamentaciones. Los árabes palestinos habían concluido, de manera razonable, que existía una desigualdad de trato por parte de la potencia colonial. Esa desigualdad era producto, básicamente, de dos razones que influyeron, sin duda, en los británicos: los sionistas son judíos, sí, pero también son occidentales; además, los sionistas hacen un uso extraordinario de la diplomacia. Los palestinos, sin embargo, forman parte de la informe masa árabe y, además, son extremadamente torpes en sus tratos con la potencia colonial. Esa torpeza es, además, reflejo de la "infancia" del nacionalismo palestino: la mayor parte de las grandes familias palestinas (muchas de ellas con asiento en su Consejo Musulmán Supremo), y otros grandes terratenientes que viven fuera de Palestina, ganarán dinero vendiendo tierras a los "invasores" judíos, pese a las prohibiciones británicas. Y algunos lo harán no por avaricia, sino porque piensan que no están traicionando nada. Creen que podrán pactar con los sionistas, incluso piensan en la opción de una gran Jordania.

En cualquier caso, las reacciones contra el gobierno colonial y su "minoría protegida" están en el origen evidente del nacionalismo palestino, inexistente hasta entonces con esa especificidad. Tan evidente es para los líderes del sionismo, que ya en la década de los veinte y, con más claridad, durante los primeros años treinta, se dibuja en su mente un conflicto inevitable y una conquista por la fuerza. El proyecto sionista se transformó, sobre el terreno, en una lucha revolucionaria, de construcción nacional, en la que los períodos pacíficos son escalones tácticos. Esa conciencia es clave, porque sin ella es inexplicable el resultado de 1948.

Los palestinos, sin embargo, ajenos a la realidad de la conexión (políticamente brutal) de los judíos con su tierra de origen, creían que el fenómeno era transitorio, un simple producto colonial, como el de tantos europeos transplantados en tierras de África y Asia, llegados para el expolio y prontos para la expulsión, en cuanto perdiesen el paraguas de las potencias. Esa creencia es resultado de la ignorancia y del orgullo. Y en ella está el origen de muchas decisiones erróneas y trágicas para su pueblo, adoptadas por los líderes palestinos. Por ejemplo, la lucha contra la potencia y el coqueteo con los nazis sólo sirvió para descabezar a los palestinos, que, mientras los sionistas se preparaban como nación en ciernes y en armas, perdían el tiempo en revueltas inútiles, como las de los años que van de 1936 a 1939.

El nazismo es posterior a las fuerzas materiales en juego que dan lugar al conflicto y su influencia se concentra sobre todo en el aumento de inmigrantes. Es importante recordar que la inmigración en los años veinte es sobre todo de origen ruso y polaco. Sólo a partir de 1933 se produce una aceleración notable en el número de inmigrantes. Para entonces ya están claras las aspiraciones del movimiento sionista y su estrategia a largo plazo. Otra cosa es que los palestinos les facilitasen la labor, rompiendo siempre antes y de manera más tosca cualquier intento de arreglo.

Un buen ejemplo es el plan de partición que resulta de la llamada Comisión Peel.

Este plan fue aceptado por los sionistas y rechazado por los palestinos. Esa diferente reacción frente a las propuestas de la potencia colonial no es una prueba de que los sionistas hubieran renunciado a sus intenciones de controlar toda Palestina, sino una prueba de su mejor control de los tiempos y de la torpeza de sus adversarios. Las pruebas son notorias en los documentos y memorias. En ese mismo año, el núcleo de lo que luego será el ejército israelí había preparado el Plan Avner, un plan de conquista que anticipa los planes posteriores, el Plan B, el Yehoshua, el Plan D, todos ellos basados en la consideración de Palestina como una unidad ideal, un límite preciso, al que se podría aspirar a llegar si el desarrollo de las operaciones militares futuras lo permitía.

El informe de la comisión Peel es, además, un documento extraordinario si se quiere comprender el desenvolvimiento de factores puramente materiales que son resultado del proceso de inmigración judía y que tanto influirán en el futuro. Es indudable que la inmigración supuso la puesta en marcha de una serie de acontecimientos clave, al margen del puramente político del nacimiento (o reforzamiento) de un nacionalismo palestino, distinto del puramente árabe.

Por ejemplo, el hecho de que grandes familias se vieran favorecidas por las adquisiciones de terrenos, muy a menudo improductivos según los patrones de los vendedores, junto con las inversiones realizadas por los inmigrantes judíos, produjeron un boom económico en Palestina que afectó también, lógicamente, a la población árabe-palestina. Ese crecimiento explica el aumento de población que se produce en una tierra muy poco habitada hasta entonces, y que es resultado de la mejora de las condiciones de vida (con una disminución extraordinaria de la mortalidad infantil), y un fenómeno poco considerado, el de la inmigración árabe hacia palestina. Las mejores oportunidades laborales y la aparición de núcleos de desarrollo (no hay más que comparar los datos de crecimiento de población árabe en las ciudades "judías" frente a las "palestinas", que a menudo las doblan y triplican en porcentaje).

Una tierra habitada por apenas tres cuartos de millón de personas se convierte, como consecuencia del mismo fenómeno que provoca su expansión económica, en el escenario de una lucha nacionalista excluyente.

Rumbo a los Mares del Sur

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