viernes, 6 de junio de 2008

Del forjador de felicidad al demiurgo impoluto. Por Hermann Tertsch

Es bonito saber que los españoles vivimos mejor que nadie. En Europa y en el mundo, nos dicen nuestros muy viajados gobernantes, todos darían la vida por ser nosotros. ¿No sienten todos ustedes ese amable hormigueo de quienes son observados con envidia por tirios y troyanos, alemanes y norteamericanos, por Seattle y Singapur? Debieran sentirlo y compartir el gozo con su presidente. Si no fuera el caso, háganselo mirar. Porque nuestro socialismo de éxito no nos pide ya fe -tiempo para creer- como antes de su alarde prestidigitador de primavera. Nuestros poderosos renovados y pletóricos nos piden convicción, certeza en la felicidad. A prueba de bomba e IPC. Pareja, al menos, a la que ellos pasean con garbo. Quien no la manifiesta puede ser un incapaz pero también -¡cuidado!- un saboteador. Los entusiastas de este Gobierno saben lo que se dicen cuando desprecian los lamentos de los desaprensivos e ingratos que no valoran lo que hay. Y están alerta frente al estado de ánimo antipatriota que siempre antecede al traidor. Quien está en la liga de lujo -«txampionch lig»- gracias al Gran Nieto y no lo disfruta, debiera protestar menos y pensar en irse. Las fronteras están abiertas.

Mucha culpa del mendaz pesimismo tienen quienes ponen en duda a nuestro Sancho Solbes Pedro Panza -también lo llaman Merlín-, el Supremo Indolente dedicado a los números, que todos los días nos confirma, con credibilidad y avalado por las cifras, haberse equivocado el día anterior. Eso sí, sin jamás caer en la cuenta de que podría ser pertinente una disculpa. ¿A quién, por favor? ¿A quienes no creen en nosotros? No, ni un paso atras. Nuestro presidente -larga vida le deseamos, aléjese de él todo mal- y los ministros de su gabinete -los que tienen permiso para hablar- nos lo recuerdan día a día. Es triste que aún existan gentes por aquí que nunca entenderán que es mejor esta España moderna de junio del 2008, con sus pequeños sobresaltos, que aquella mugrienta nación en declive, atávica y semilegionaria que reflejan los datos económicos de 2004. Aún resuena la firme arenga del Supernieto reflejada a cinco gloriosas columnas en el diario de campaña: «Zapatero garantiza que España está a salvo de la crisis financiera». A salvo estamos. Palabra de Jiménez-Arnau o garantía de Zapatero.

Hay españoles, especialmente en el Gobierno y sus aledaños, que viven mejor que nunca. Muchos sin querer saber que son españoles. Otros, convencidos y orgullosos de serlo, viven peor. Un poquito peor cada día. Pero tranquilos todos porque nada hay mejor que el liderazgo. Y si en la economía somos realmente inexpugnables, nuestro prestigio, poderío y sutil influencia se ha disparado. Nos surgen Metternichs por debajo de los hórreos. «Me he resistido en estos últimos meses a confesar públicamente mi simpatía hacia Barack Obama para no interferir en lo más mínimo en el proceso de elección que estaba desarrollando el Partido Demócrata». Impresionante documento esta declaración de... Pepiño Blanco cuyo autocontrol ha evitado que las elecciones en EE.UU. den un vuelco. Zapatero forja las reglas del mundo económico y Blanco es nuestro demiurgo impoluto.

ABC - Opinión

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