jueves, 8 de mayo de 2008

Els Joglars pone patas arriba el cambio climático

Boadella nos habla sobre La cena, su nuevo montaje: “Nuestra época es puritana en exceso, hay una exhibición desmesurada de bondad”

La cena es la obra con la que Albert Boadella y su compañía Els Joglars ridiculizan el pensamiento que ha venido en llamarse “buenismo” o “pensamiento Alicia”. Una propuesta de la Expo de Zaragoza para crear un espectáculo sobre Medio Ambiente fue el origen de esta sátira sobre los defensores y los políticos “verdes”, a los que Boadella tilda de profetas de una nueva religión. Majaderos e impostores que, como Tartufo, han encontrado un campo abonado a sus profecías apocalípticas (la destrucción del planeta) en una sociedad que no es muy consciente de su puritanismo. El espectáculo se estrena mañana en el Teatro Lope de Vega de Sevilla.

Era más que improbable que la sugerencia que Albert Boadella recibió de la Expo de Zaragoza de hacer un espectáculo sobre Medio Ambiente cobrara vida en una obra de tono “cortesano”. La sátira es el género que la compañía Els Joglars cultiva con eficacia desde sus inicios en 1962: le ha permitido ridiculizar el poder (o los poderes), aunque en ocasiones haya tenido que pagar un alto precio por su atrevimiento, y lo ha hecho con obras de una factura impecable que a la vez que divertían al respetable, hurgaban en los vicios y estereotipos colectivos.

La cena, el último espectáculo de Boadella, es también una sátira sobre una nueva forma de tartufismo de nuestra época: impostores que, disfrazados de amables filántropos, defienden un mundo feliz, pacífico, sin hambre ni diferencias entre ricos y pobres y..., muy respetuoso con el Medio Ambiente.

La cena es también el 33 espectáculo de Els Joglars y, por lo que cuenta su director, “los actores alcanzan un nivel de interpretación insólito en este país”, ya que se desdoblan en numerosos personajes sin que dé tiempo a percatarse de esos cambios. Figuran Ramón Fontserè, Pilar Sáenz, Jordi Costa, Jesús Agelet, Xavi Boada, con más de 25 años en Els Joglars y dedicados casi en exclusiva a la compañía, lo que resulta impensable hoy en el actual sistema de producción teatral. El elenco lo completa Minnie Marx, Lluís Olive, Dolors Tuneu y Xavi Sais. Tras su estreno en Sevilla, la obra visitará Córdoba (23 y 24), Soria (28 y 29) y Linares (31), y seguirá de gira hasta llegar a Zaragoza, del 1 al 3 de agosto.

–¿Cuánto tiempo han estado ensayando la obra?
–Seis meses, pero una parte de este tiempo corresponde al trabajo de definir la estructura de la obra. La obra tiene un guión con una descripción de escenas, de personajes y yo con este material empiezo a trabajar con los actores. Voy trabajando la estructura, cambio cosas. Es un trabajo crucial que dura dos meses y que me permite jugar con los personajes. Un día, por ejemplo, propongo hacer un casting de personajes, un casting de jueces, y nos vamos inventando jueces. Si yo tuviera que ensayar directamente el texto no emplearía seis meses, sino cuatro.

Nueva forma de religión
–¿Cuál es el blanco en esta ocasión de su sátira?
–Es una sátira básicamente sobre el tema medioambiental. La escena se desarrolla en tres ámbitos distintos, aunque centrados todos en el tema del media ambiente y el cambio climático. Por una parte, hay un retrato satírico de la impostura y frivolidad con que los políticos tratan las cuestiones que tienen que ver con la naturaleza y el Medio Ambiente. Por otro, está el fomento de los temas ecológicos promovidos como versión catastrofista, es una moda que engendra con mucha facilidad un tratamiento en forma de religión.

– ¿Al estilo de los profetas y sus apocalípticas profecías?
–Sí, y en ese sentido, un apropiado subtítulo de la obra sería “si no creo en la religión católica, que es la auténtica y verdadera, como voy a creer en ésta”... Y en tercer lugar, otro de los aspectos en los que se centra la obra es en la disposición de mucha gente a seguir a cualquier majadero que decide subyugarles invocando una razón de orden superior, en este caso el pretexto es una supuesta destrucción del planeta. Estas serían las tres bases.

–¿Dónde sitúa la acción?
–Como centro esencial yo lo coloco en una cocina. El Gobierno español se responsabiliza de la cena de clausura de unas jornadas internacionales de medio ambiente, una especie de cumbre de Kyoto, y hay que contratar a un gran cocinero especializado en cocina climática. Este es el arranque o la excusa para luego ir desarrollando lo que antes he dicho, las formas de religión o la impostura de los políticos. Yo la he subtitulado “sátira aliñada con fragmentos de las cuatro estaciones de Vivaldi”. La obra empieza por la primavera y después hay una serie de intermezzos dentro de la obra con fragmentos de las otras estaciones de Vivaldi y con acciones todas ellas ecologistas.

–¿Acciones al estilo de Greenpeace?
–Si, sería una cosa parecida.

–Lo que más me llama la atención es que enfoque el asunto desde la perspectiva de Tartufo, del impostor, del hipócrita. ¿Por qué?
–Una de las cosas que caracteriza nuestra época es la impudorosa exposición de fingimientos filantrópicos. Todo el mundo hace gala ante los demás de una infinita bondad, solidaridad, conciencia medioambiental, preocupación por el Tercer Mundo y por la defensa acérrima de cualquier especie animal, sobre todo de gatitos y perritos. Yo creo que esta exhibición es extremadamente impudorosa, en este momento es el lenguaje natural y rutinario de la gente que nos ve, y creo que ésta es una época extremadamente puritana. Seguramente, en el caso de Molière se refería a un ambiente cortesano y, por lo tanto, más reducido. Pero en este momento todo el conjunto de la sociedad sigue esta dinámica.

–¿Quiere decir que todos comulgamos con el “buenismo”?
–Es una exhibición que viene sobre todo del mundo de la administración política. Tanta exhibición constante de bondad es sorprendente, sin que tampoco el exterior, lo que ocurre en el mundo, muestre la correspondencia a tan buena disposición. Creo que escudados en la defensa de este nuevo orden puritano, hay que vigilarlo porque se imponen un sinfín de normativas que, bajo el pretexto del bien común, en ocasiones rozan los límites de la libertad del ciudadano. De vez en cuando aparecen cruzadas contra fumadores, bebedores, aficionados a los toros como yo, contaminadores, machistas, conservadores, o simples aficionados a la incorrección política. Hay una especie de intento de derrame filantrópico que consiste en legislarlo todo y me parece que eso es peligroso.

Excusa para el totalitarismo
–Pero ¿no cree que el Medio Ambiente merece ser protegido?
–Sí, claro, el deterioro del planeta es un tema muy serio, pero hay que estar vigilante porque esto puede generar cruzadas y legislar contra la libertad individual. Y, sobre todo, se tiende a nuevas religiones. Quiero decir que es importante que nos preocupemos por lo que vamos a dejar a nuestros descendientes, pero hay que vigilar la forma porque puede convertirse en una nueva forma de totalitarismo.

–¿Por qué cree que estos nuevos filántropos convencen tan fácilmente a todos los gobiernos, tanto conservadores como socialistas?
–A los Gobiernos esta historia les va fantástica. Es una historia en la cual pueden mostrar su buena disposición ante los demás. Aquí hay una de las cosas que resultan más extravagantes: por un lado, se promueve una información alarmista destinada a las masas que amenaza con el cambio climático y la supuesta destrucción del planeta; pero por otro lado, se estimula al ciudadano constantemente para que practique un consumismo compulsivo, el cual, no nos olvidemos, es la causa principal de esta supuesta destrucción del planeta. Es decir, que si baja el consumo, la economía se va al traste pero, por otro lado, cuidado que nos cargamos el planeta. Si en el año 2050 se estima que habrá 12.000 millones de personas,y si todas son consumistas, será una catástrofe: ahora los africanos tienen la desgracia de no ser consumistas, pero el planeta digamos que tiene la suerte. Creo que hay una enorme impostura de los Gobiernos de todo signo ante el tema medioambiental, es una auténtica estafa al ciudadano.

–¿Por qué decidió hurgar en este tema?
–La Expo de Zaragoza me propuso hacer algo sobre Medio Ambiente para llevarla allí. Me divierte el tema, es muy actual, parece un tema árido pero a mi esos retos me gustan, temas aparentemente áridos y luego vas viendo que no, que todo lo contrario, que hay un mundo formidable y, además, muy teatral. Y éste es el motivo. Quiero dejar claro que no es una producción de la Expo, es una producción totalmente de Els Joglars. La Expo nos contrata unas actuaciones.

Un dramaturgo maligno
–¿Y los actores, sigue con su compañía de fieles?
–Una parte muy importante de la obra son ellos porque La cena es una exhibición de interpretación. Los actores se multiplican en una cantidad ingente de personajes y creo que lo hacen con unos cambios irreconocibles. Diría que el nivel de los actores es insólito en este país. Piense que hay varios actores que llevan más de treinta años conmigo. Además, con ellos consigo que casi no tenga que llevar escenografía, porque me la hacen ellos. Por supuesto, hay escenografía, pero de una enorme simplicidad.

–Veo en el dossier que sale algún cura, pero ¿y militares, no hay en esta ocasión?
–No, no hay militares, y tampoco curas, bueno al final salen cardenales. Hay una pequeña discusión religiosa, pero la base de la obra es que mejor las religiones conocidas, que las nuevas religiones laicas que se plantean.

–El respetable tiene garantizada la risa.
–Bueno, he controlado los gags, hay un equilibrio muy bien medido de lo que la gente tiene que reír. Se ríen, pero cuando yo quiero no los dejo reír. Hay momentos en el que las cosas alcanzan un punto agrio y maligno, porque un dramaturgo que no sea maligno...que se vaya a un seminario.

–Esta es la primera obra que no gira por Cataluña ¿no es así?
– No, es la segunda. La otra era La controversia del toro y el torero.

–Bueno, no quiero incidir en lo de siempre, el nacionalismo...
–Yo esto ya lo tengo totalmente asumido. Lo tengo muy claro, ya lo dije, que nosotros somos como una empresa de Taiwan que hace allí los calcetines pero no vende ni uno solo en Taiwan. Pues igual. Sí quiero decir que esta obra, en este momento, no recibe ayudas ni subvenciones de la Generalitat, porque para ello tendría que ser una producción en catalán. Estaríamos obligados a hacer teatro en catalán para optar a una subvención. Esto es otra estafa de la política, porque es la desviación de los impuestos que pagan los ciudadanos. Es bestial, el ciudadano castellano-parlante que vive en Cataluña paga sus impuestos pero se los desvían y se los colocan para el disfrute del catalano-parlante.

–Hace años le pregunté por sus temas tabúes a la hora de tratarlos en escena. Dijo que el islam y la monarquía, por razones obvias, y también el tema del amor. Esta encuesta se la hice a muchos directores de escena y casi todos me dijeron que no tenían temas tabúes.
–Cuando yo doy esta respuesta la doy en relación a lo que yo haría. Supongo que el resto pasaría por encima elegantemente y sin ningún problema. Si yo me metiera en el tema del islam o de la monarquía, no sería una cosa extremadamente cortesana, sino que ocurrirían cosas que podrían generar una reacción. Una reacción en un caso muy peligrosa, y en la otra, en el caso de la monarquía, a lo mejor desagradable, no hemos visto muy buena disposición de la Casa Real a la sátira. El tema del amor es por otra cuestión, es un problema de inclinación personal, de pudor. No he tenido inconveniente a hablar de amor en mi último libro (Adios Cataluña), en el que hablo de Dolors (mi mujer), pero en el teatro...no. Los otros dos temas está claros que son un riesgo para los actores de mi compañía.

Disparar a la generación progre
–Y ahora, ¿añadiría algún otro tema?
–En este momento creo que me atrevo con todo. De hecho, me he atrevido a enfrentarme con mi propia generación, la generación progre, y esto es muy delicado porque el público progre es una parte importante del que asiste al teatro y le he pegado muchos batacazos. También aquí, en esta obra, recibe lo suyo. Diría que éste, el de esta obra, es un tema de alto riesgo comercial, pero no he tenido inconveniente en hacerlo. Pero sí, he disparado contra mi propia generación.

–Y cuando uno se aleja de la tribu intelectual que le venía arropando, ¿cómo se lleva?
–¿Lo dice de cara a Cataluña?

–No, me refiero a la gente con la que compartía su inquietudes intelectuales y teatrales. ¿No se ha sentido solo?
–Por cada enemigo que haces, siempre lleva del brazo dos amigos. Creo que he salido ganando, he conseguido tener relación con gente insólita, fantástica, que se ha acercado a mi para decirme que estaba de acuerdo conmigo. Hoy mismo he recibido un jamón de pata negra, buenísimo, que me lo envía un señor de Sevilla que ha leído mi libro y está tan de acuerdo conmigo que me lo ha regalado. ¡Y eso es una alegría extraordinaria, mucho mejor que un pesao intelectual! Lo que sí es duro es desde el punto de vista de los medios de comunicación progres, me han llamado de todo: “facha”, “de derechas”, porque cuando uno no está de acuerdo con un progre, ya es “facha”.

–También me refería a cómo se relaciona con el gremio teatral...
–Nunca he tenido demasiada relación con el mundo teatral, muy poca. Y no porque yo lo desprecie, –todo lo contrario, hay gente de una buena fe que, a veces sería mejor decir gente de una ridícula buena fe–, sino más bien porque vivo físicamente apartado, en el campo. Viajo poco con la compañía y he preferido mantener relación con otras artes que me han dado una apertura mayor, hablo de músicos, escritores, gente que me dan otra visión de las cosas. Los mundos gremiales tienen un lado cerrado.

El Cultural

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