viernes, 15 de febrero de 2008

Más sobre el colapso de Ciutadans. Por Lazaro Covadlo.

Puede que el título sea engañoso. «Colapso» antes sugiere un desplome súbito que un lento morir. Empero, el diccionario en su cuarta acepción -la médica- lo define como «Estado de postración extrema y baja tensión sanguínea, con insuficiencia circulatoria». No veo tan postrados a los afiliados que todavía quedan en Ciutadans, más bien inquietos y algo nerviosos, tal vez por ello están confusos y -como pretendientes despechados- les da por arremeter contra Rosa Díez y UPyD, que eso sí que es errar el tiro. De modo que postrados no (¿y frustrados?). Pero sí que parece haber insuficiencia circulatoria, lo prueban las continuas bajas y la nula cantidad de nuevos ingresos en sus filas.

Así que nada de colapso en el sentido de súbito derrumbe. Quizá sí una paulatina desintegración. Me resulta curioso, pues uno espera que sean grandes bestias las que agonicen lentamente, pero no imagina que un bichito pueda dilatar tanto los momentos finales. Y no deja de ser paradójico el que se haya tenido una vida tan corta y por momentos tan intensa y una despedida cuasi interminable. El moribundo no deja de patalear.

¿Y a mí qué me va en todo esto?, ¿para quién trabajo? Por supuesto que no para la CIA, la KGB, los obispos, o ERC (¡Vade retro!).Ni siquiera para Savater y Rosa Díez, tampoco en pro de la «indisolubilidad de España» y cualquier pretensión de Unidad de Destino en lo Universal. Yo trabajo para divertirme. De pequeño querían que me dedicara a la construcción (decían que había mucho futuro en el negocio ya ven), pero yo prefería la demolición. Me fascinaban esos tremendos monstruos mecánicos que golpean con una pesada bola de hierro los edificios en ruinas hasta convertirlos en auténtico polvo. Eso es hacer patria, pensaba yo. O deshacerla, lo cual aún es mejor.

El hecho es que me asombran y divierten los espasmos de moribundo de Ciutadans. Qué puedo hacer, es mi temperamento. Pero créanme, no se trata de nada personal, o quizá sí, porque en algún momento uno llegó a pensar que al fin surgía una idea lúcida y un partido que frenaba el escamoteo del pensamiento, perpetrado por los partidos oficiales, y al final resultó más de lo mismo, sólo que en pequeño y en aún más ridículo.

No sé si ése es también el caso de Carmelo González, un médico que se la jugó con un par y algunos días de huelga de hambre en el intento de evitar que la tiranía nacionalista secuestrara la educación de su descendencia. Finalmente ingresó en las filas de Ciutadans con la ilusión de combatir por la libertad desde sus filas, hasta descubrir que se trata de una nueva estafa intelectual, porque el partidito nació ya desarropado y abandonado por sus progenitores, así que acabó en el asilo de huérfanos y creció mal. Absurdo, patético, ridículo. Así lo entendió el doctor González, y por eso escapó del engaño y les dedicó una canción de María Jiménez: «Todo lo que yo te haga / antes tú me lo hiciste / y ahora qué quieres conmigo si tú para mí no existes». El humor, que todo lo puede.

El Mundo, 15 feb 08

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