sábado, 20 de enero de 2007

La Guardia Civil, con Savater al frente, contra Zapatero

Una de las asociaciones de la Benemérita ha convocado un acto en la Plaza Mayor de Madrid contra el régimen disciplinario "cicatero" promovido por el Ministerio de Interior.

El pensador y escritor Fernando Savater será el encargado de leer el Manifiesto "Derechos ¡ya¡" al inicio de la concentración, en la que también estarán presentes los secretarios generales de UGT y CCOO en Madrid, José Ricardo Martínez y Javier López.

La Asociación Unificada de Guardias Civiles (AUGC) celebrará hoy una manifestación en la Plaza Mayor de Madrid, con el fin de exigir el reconocimiento de los derechos de los agentes y la democratización del instituto armado. El acto cuenta con el apoyo, entre otras organizaciones, de CCOO y UGT.

Los convocantes esperan que asistan a la concentración, que comenzará a las 12.00 horas, miles de guardias civiles y familiares llegados de toda España, con el fin de protestar por "la actitud cicatera de un gobierno incapaz de dar una respuesta democrática a las reivindicaciones justas de AUGC y de todos los guardias civiles".

Según esta asociación, el anteproyecto de régimen disciplinario aprobado por el Gobierno hace una semana, considerado "cicatero y negativo", es un motivo añadido para manifestarse.

"Es impresentable que un Gobierno que se dice abanderado de las libertades y los derechos, tras casi tres años de mandato proceda a promover un anteproyecto insuficiente y regresivo", afirma la AUGC. "Es inaceptable que se proponga un endurecimiento del régimen disciplinario sin avanzar un centímetro en nuevos derechos para los guardias civiles".

"Por ello, es más preciso que nunca dar una masiva y contundente respuesta al Gobierno y al PSOE: los guardias civiles quieren cambios de verdad en la Guardia Civil", agrega la organización.

La AUGC ya se manifestó el pasado 22 de abril en la Plaza Mayor de Madrid con el fin de reivindicar más derechos para los guardias civiles. En esta ocasión el acto cuenta también con el apoyo de sindicatos del Cuerpo Nacional de Policía, de la Ertzaintza, de los Mossos dEsquadra y de la Policía Local, así como del Movimiento contra la Intolerancia y de la Asociación Pro Derechos Humanos.

El Semanal Digital, 20-01-2007

Cataluña, capital Caracas

"Cuando esos tribunales en los que confiamos pueden tardar un año en expulsar a quienes se quedan a vivir en nuestra casa, lo normal es que la gente empiece a buscar otros métodos fuera de los cauces legales para poder expulsar a los okupas."

La mayoría no se da cuenta de lo débil que es el tejido que sustenta nuestra civilización y nuestro modo de vida. Las sociedades modernas disfrutan de una prosperidad sin precedentes en la historia gracias a una serie de mecanismos que permiten la existencia de una red de relaciones entre millones de personas que no se conocen entre sí, ni falta que les hace. Gracias al dinero, al Derecho, a la lengua, a los mercados libres y a una infinidad de otras instituciones podemos acudir al bar a pedir una de gambas y no vernos obligados a capturarlas, cocinarlas y pelarlas nosotros mismos.

Sin embargo, según crece y gana en complejidad esa red, más vulnerable se hace. Es de lo que se aprovecha el terrorismo. Y es algo que han comprendido muy bien déspotas como Allende y Chávez. La paulatina destrucción de todo aquello que hace viables nuestras vidas acabó en un caso con la dictadura de Pinochet y en el otro previsiblemente con la completa cubanización de Venezuela. Es mucho más sencillo destruir una comunidad próspera que construirla. La transición de la Europa del Este muestra que hay demasiadas cosas que damos por sentadas y que requieren de un lento proceso de construcción, pero que como los ladrillos los pusieron hace mucho y no hemos visto el solar vacío les concedemos poca importancia.

Una de ellas es el Estado de Derecho y el respeto generalizado a la ley por parte de los ciudadanos. Cuando se deja en manos del Gobierno el monopolio de la violencia se supone que la seguridad y los derechos de todos quedan garantizados por el Estado. Pensamos que estamos protegidos y que la Policía perseguirá a los delincuentes de los que somos víctimas, y a su vez tememos las posibles consecuencias de ser nosotros mismos quienes cometemos los delitos. De este modo se reducen los conflictos y podemos dedicarnos a otras cosas que no sean nuestra propia seguridad.

Pero cuando esos tribunales en los que confiamos pueden tardar un año en expulsar a quienes se quedan a vivir en nuestra casa, lo normal es que la gente empiece a buscar otros métodos fuera de los cauces legales para poder expulsar a los okupas. En Barcelona empiezan a proliferar las cuadrillas de profesionales expertos en esos desalojos, realizados en contra de la ley, que ya no respetan por ser completamente inútil en su papel de defensa de las víctimas. Así nacen las mafias. Quizá los que mejor han diagnosticado el medio ambiente en el que viven han sido los okupas de la calle Urgel, que han denunciado al propietario por "violar la intimidad" de su allanamiento de morada. Si la ley no funciona, lo normal es burlarse de ella.

No es éste, sin embargo, el único hilo de esa red de la que dependemos que se está destejiendo en Cataluña. La prensa, uno de los pocos contrapesos que tiene el poder, una de las pocas formas de contenerlo, está domesticada en su mayor parte, y a partir de ahora los pocos medios que no lo están pueden ver amenazada su existencia por el levantamiento por parte del Constitucional de las medidas cautelares tomadas contra el Comité Anti-Cope. El anuncio de Chávez de que cerrará una televisión ha dado la vuelta al mundo, y con razón, pues es un paso más en el camino de la destrucción de Venezuela como sociedad libre, abierta y próspera. El CAC es ese mismo paso, pero aquí mismo.

Cataluña se está transformando. La que fuera la región más dinámica y próspera de España va cediendo su puesto a otras zonas del país. Su Gobierno se infiltra en cada vez más ámbitos que no son de su incumbencia mientras descuida aquellos que sí le son propios, como es garantizar el cumplimiento de la ley. Es el camino de la ruina.

Editorial
Libertad Digital, 20-01-2007

El zombi

"La democracia deliberativa que sedujo al zombi –acaso al topársela en el único ensayo político que conoce o cita– consistía al final en eliminar a la oposición. Acabáramos."

Ya está aquí. Ya llegó el Frente Popular que el presidente zombi auguraba con su tórpida y envenenada memoria histórica, la España con la rabia y sin la idea que anunciaba tanto mantra progre. Mantras de zombi atravesados por compasitos y plomaditas y mandilines y grandes arquitectos y paces universales. Patochadas de los ojos vendados y el espejito de los hijos de la viuda.

La democracia deliberativa que sedujo al zombi –acaso al topársela en el único ensayo político que conoce o cita– consistía al final en eliminar a la oposición. Acabáramos.

Primero hubo asedios y hubo injurias, y hubo falta de condenas a la violencia de los batallones populares socialistas y afines en el golpe de mano. Luego hubo la asunción presidencial de lo peor del político más peligroso al sur de los Pirineos (y al norte, que ahí está Perpiñán): el boca a boca a la ETA y los pactos del Tinell, fratricidas y venales. El marchamo de ambas, claro, Carod.

Siguieron las visiones y trances treintañistas del zombi, el resucitar palabras y arrebatos que empujaron a la guerra a nuestros abuelos (ocupando estos por lo general el bando contrario al de sus nietos más chillones).

Por fin, la hora de la verdad, anticipada –con la clarividencia que confieren las deudas y la pereza– por un actor tieso: el cordón sanitario. Poca broma. El zombi está abatiendo una pared maestra de la democracia: la posibilidad de que la oposición controle al gobierno y de que se discutan sus propuestas. El zombi deviene un Chávez, un Castro, un Azañita perplejo y ágrafo.

El cordón sanitario que el Frente Popular le ha puesto al PP amordaza de hecho a media España. Ni aquel gobierno podrido de Casares Quiroga, salpicado por la sangre de Calvo Sotelo, se atrevió a tanto: a Gil Robles tuvieron al menos que escucharlo en el Congreso y pasar por el apuro de darle explicaciones.

Se proclamaba rojo el presidente. Ni siquiera. Progre a lo sumo. Pero el peligro que tiene no viene de ahí. Viene de su lado zombi. ¿De quién es ese ser tambaleante? ¿Tiene uno o varios dueños? ¿Cuánto tardará el gran poder en enterrar el inquieto cadáver político? Una de las pocas señales esperanzadoras la está dando el imperio mediático tras comprender que en la Moncloa no hay nadie. No vaya a ser que en el PFFR tampoco.

Juan Carlos Girauta
Libertad Digital, 19-01-2007