lunes, 5 de noviembre de 2007

Zapatero, la sentencia y el último agujero negro del 11-M

Tras su primera reacción institucional, el presidente Zapatero se unió ayer a la gran operación de propaganda organizada por el PSOE y su prensa adicta para presentar el 11-M como un «caso cerrado», y la sentencia como el triunfo de la versión que él mismo sostuvo ante la Comisión del 11-M y la derrota «demoledora» de «la tesis de los agujeros negros». Al utilizar esta expresión, Zapatero se refería no sólo a la serie de tal nombre publicada en EL MUNDO por Fernando Múgica, sino por extensión a todas las aportaciones periodísticas que han cuestionado numerosos aspectos de la investigación.
Quien lea la sentencia completa se dará cuenta, en primer lugar, de que esto no es así.

Es cierto que los jueces convalidan dos de las tres pruebas esenciales puestas en tela de juicio -la Kangoo y la mochila hallada en Vallecas- y que eso les lleva a dar por buena la tesis de que el explosivo procedía «todo o en su mayor parte» de Mina Conchita. Pero, al margen, de que lo hacen de forma mucho menos «contundente» de lo que dice el presidente -pues como demostramos ayer soslayan importantes elementos sumariales que no encajan con sus tesis- no es menos cierto que quitan toda credibilidad a la tercera de esas pruebas -el Skoda Fabia- y que eso debería bastar para no dar carpetazo a este asunto. ¿Quién lo puso en Alcalá tres meses después del atentado y para qué? ¿Fue un hecho aislado o parte de un plan más extenso? El entonces ministro del Interior José Antonio Alonso, que fue quien anunció su descubrimiento, debe una pública explicación.

El hecho de que la sentencia considere probado en lo sustancial el relato de la Fiscalía sobre cómo se cometió el atentado no significa, por otra parte, que haya sido capaz de rellenar algunos de esos «agujeros negros» a los que tan despectivamente alude Zapatero. Todo lo contrario. Que los suicidas de Leganés sean considerados autores materiales de la matanza y Trashorras haya sido condenado a casi 40.000 años da más trascendencia que nunca a las andanzas y conexiones previas de El Chino o a las gestiones del ex minero y su cuñado -incomprensiblemente absuelto-, cuando buscaban en el verano de 2001 a alguien que supiera montar «bombas con móviles». ¿Quién era el cliente de esta profecía ahora autocumplida? Y otro tanto puede decirse de la condición de confidentes policiales de algunos de los condenados. ¿O es que ya no interesa saber por qué ni las Fuerzas de Seguridad ni el juzgado que tenía sin traducir sus grabaciones desmantelaron a tiempo la trama?

Pero nada de esto llama la atención a Zapatero. Sus declaraciones de ayer parecen encaminadas a capitalizar la sentencia como una victoria política frente al PP y la prensa crítica, atreviéndose incluso a presionar públicamente a la Iglesia para que modifique la línea de la Cope, incurriendo así en un flagrante ataque a la libertad de expresión. Claro que la premisa para poder desarrollar esta nueva maniobra de intoxicación pasa por fingir ignorar los aspectos esenciales de la sentencia que desbaratan la tesis capital de la versión oficial alentada hasta ahora por el Ministerio del Interior y la Fiscalía. De ahí los denodados esfuerzos de todo el elenco gubernamental por restar importancia a la absolución de los presuntos cerebros de la matanza, burlándose incluso del concepto de «autoría intelectual», previamente acuñado por ellos mismos, cuando -como hoy demuestra Casimiro García-Abadillo- lo que el Ministerio Público decía no es que El Egipcio, Belhadj y El Haski fueran una especie de inspiradores remotos del 11-M, sino que se desplazaron reiteradamente a Madrid para planearlo todo junto a El Tunecino, como respuesta de Al Qaeda al apoyo de Aznar a la invasión de Irak.

¿Qué tiene esto que ver con la mera definición como «célula yihadista» de la amalgama de fanáticos y raterillos -así los calificaba The Times- sin capacidad operativa ni conocimientos terroristas que han sido declarados autores materiales? Y sobre todo, ¿cómo es posible que, ante un varapalo así a su premisa principal, la Fiscalía descartara de inmediato recurrir la sentencia, reduciendo al mínimo los riesgos que para el prestigio del tribunal implicaría su eventual casación por el Supremo? ¿Es esto otra casualidad o fruto de algún acuerdo? Ya tenemos pues, señor presidente, un «agujero negro» más en el devenir de la investigación de esta terrible tragedia.

Editorial de El Mundo, 5-11-2007

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