domingo, 11 de marzo de 2007

Especial 10M:Sólo las urnas podrán ya obligar a rectificar a Rodríguez

Las calles de Madrid acogieron ayer la mayor manifestación convocada por un solo partido desde la llegada de la democracia. Cientos de miles de personas, con una marea de banderas españolas, tomaron el centro de la capital para protestar contra la excarcelación del etarra De Juana y contra la política antiterrorista de Zapatero. La marcha se celebró en un clima de civismo y serena indignación, sin exhibiciones de símbolos franquistas, por lo que es necesario señalar en primer lugar que la dirección del PP se apuntó ayer un éxito de convocatoria y organización sin precedentes. La protesta finalizó con un único discurso, el de Mariano Rajoy. El parlamento del líder popular fue una pieza oratoria muy intensa y muy distinta de los discursos parlamentarios, en la que Rajoy resumió el sentido de la protesta y anunció sus propuestas para el día después.

El presidente del PP comenzó planteando de forma correcta y precisa el motivo de la convocatoria. «Nos ha traido aquí la torpeza de un Gobierno que se ha dejado coaccionar por un asesino y ha cedido». «Hemos venido a decir no a todo lo que se oculta tras esta claudicación». Lo que se oculta, en opinión del PP, son «compromisos previos, peajes que paga el Gobierno para poder negociar». En estas mismas páginas ya hemos dicho que este juicio de intenciones es un tanto aventurado, y, en todo caso, no está en absoluto probado que la excarcelación de De Juana sea un peaje de ETA para negociar.

Los errores del Gobierno

Lo que sí está más que demostrado es lo que Rajoy señaló a continuación con claridad y brillantez. «ETA no nos dejará en paz, no renuncia a nada, quiere Navarra, quiere la independencia, nunca se conformará con menos». El líder popular considera que el Gobierno «buscó el trato» con la banda a pesar de que «era evidente» que ETA se reservaba «el derecho a negociar con bombas». Es evidente ahora, tras el atentado de la T-4, aunque durante el alto el fuego permanente no estaba tan claro, por lo que el Gobierno tenía el derecho -y hasta el deber- a explorar la posibilidad de que ETA dejara las armas.

La parte sustancial del discurso fue su acertado diagnóstico de cuál es la clave del debate sobre la política antiterrorista que enfrenta a los dos grandes partidos y que ha abierto una importante brecha en la opinión pública. «El Gobierno está cogido en una trampa en la que él mismo se ha metido y de la que no sabe salir. Por eso se asusta cuando un terrorista no come». Por duras que puedan parecer, estas palabras resumen el estado de la cuestión. El Gobierno, en efecto, se ha equivocado y ahora no se atreve a rectificar con la rotundidad que el desafío etarra requiere. Es posible, como dijo Rajoy, que sea porque le «asusta tener que reconocer su error». En todo caso, a la equivocación inicial ha sumado Zapatero un grave error formal. El presidente dijo el viernes que la excarcelación de De Juana era irreversible, al margen de cuál fuera el resultado de la manifestación del PP. Resulta incomprensible que un presidente que llegó al cargo prometiendo tener en cuenta la opinión de los españoles, no sólo no atienda el clamor de la calle, sino que ni siquiera tuviera la cortesía de primero escucharlo y aguardar al día después para dar a conocer su previsible respuesta.

«Una voluntad en marcha»

Precisamente al día después quiso referirse Rajoy en su discurso y lo hizo con recursos oratorios que trajeron a la memoria dos de los parlamentos más célebres de la Historia y la Literatura universales. «Como de verdad se honra a las víctimas es defendiendo la razón que da sentido a su muerte». Un pasaje que recuerda al discurso de Abraham Lincoln en la dedicatoria del Cementerio Nacional de Gettysburg a los soldados muertos en la Guerra Civil americana: «Tomemos de estos honorables muertos una mayor devoción a la causa por la que dieron su vida».

La manifestación convocada por el PP tuvo momentos de gran emoción, protagonizados por las víctimas que asistieron, como Ortega Lara o la familia de Miguel Angel Blanco, dos casos en los que el Gobierno del PP no cedió al chantaje de ETA. Para galvanizar y encauzar estas emociones, Rajoy puso la mayor intensidad dramática en el final de su discurso. Como el Enrique V de Shakespeare prometió a sus temerosos soldados la gloria de por vida para que se enfrentaran sin miedo a las tropas francesas en la Agincourt - «esta jornada ennoblecerá vuestra condición, os creceréis cuando se mencione esta fecha»-, el presidente del PP dijo a los manifestantes: «Somos una voluntad en marcha, volved a vuestras casas y contad a todo el mundo lo que ha pasado aquí, lo que habéis hecho, lo que habéis sentido, que os vean en pie, con la cabeza alta y fuertes como yunques».

Tras el éxito de la convocatoria y una vez que Zapatero ha aclarado ya que no piensa rectificar, cabe preguntarse cómo administrará el PP la situación. Rajoy dio una pista clara: «Es hora de que hablen los españoles». Hay pocas dudas de que el líder del PP está encauzando la protesta hacia las urnas. En lo que coincide con Zapatero, que el viernes dijo: «Es tiempo de manifestaciones, ya llegará el tiempo de las elecciones». Es evidente que la sima abierta entre el PSOE y el PP sólo puede dirimirse en las urnas. Y también que la campaña de las próximas municipales y autonómicas pivotará sobre la política antiterrorista. El presidente del Gobierno es quien tiene la facultad de convocar las generales, que tocan dentro de un año. Un resultado adverso para el PSOE en los comicios de mayo podría llevar a Zapatero a rectificar su política antiterrorista para salvar el poder. Pero si no fuera así, sólo las generales -anticipadas o no- podrán dirimir qué política respaldan los españoles. Convendría, desde ahora, que unos y otros se comprometieran a aceptar el veredicto de las urnas.

Editorial de El Mundo, 11-3-2007

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