viernes, 5 de enero de 2007

Entre los escombros y entre los muertos

A medida que pasan los días desde el atentado de ETA en Barajas, la sensación de desorientación que transmiten el Gobierno, los demás partidos que le apoyan y sus medios afines va creciendo en intensidad. El País insta a la unidad de los demócratas mientras El Periódico y el Avui vuelven a arremeter contra las víctimas. Rubalcaba exige al PP apoyo para el Gobierno mientras Blanco embiste a los populares y Simancas El Inimaginable los acusa de ponerse al frente del "facherio más radical". Zapatero suspende el proceso, Blanco lo rompe y Rubalcaba lo liquida, al mismo tiempo que PNV y ERC afirman que el proceso no está muerto. El Ministro de Interior remite a Joan Mesquida para conocer los análisis de los explosivos, Mesquida remite al Ministro de Interior y Rubalcaba se sale por la tangente.

No hay información, no hay respuesta concertada, no hay un mensaje claro para la ciudadanía. La reacción del Gobierno es la del mentiroso a quien han pillado con las manos en la masa después de tres años de engaños y mentiras. No había proceso, no había informaciones secretas que avalaran nada de nada, no había ningún Plan B, pero es que tampoco había Plan A. Todo se reducía a un proyecto común en el que Zapatero se había entregado, atado de pies y manos, a quienes empuñan las pistolas.

Los dos muertos les han cogido con el paso cambiado. Por supuesto que esperaban un atentado, pero no de esta magnitud, ni tampoco con víctimas mortales. ETA no buscaba tampoco esas víctimas, pero tampoco le preocupa que se hayan producido: sabe que es el PSOE quien va a tener que cargar con el coste de opinión pública. Incluso, con una siniestra frialdad, los asesinos de ETA saben que esas víctimas acentúan la presión sobre un Zapatero que no tiene otra salida que huir hacia adelante.

Zapatero es consciente de que, abierta la veda de los muertos, ETA dispone aún de más poder de coacción sobre el Gobierno, poder que no dudará en utilizar con el fin de que éste respete el calendario de pagos. Pero en el banco de la opinión pública, esos dos muertos han hecho que el índice de solvencia de Zapatero se reduzca hasta extremos alarmantes. ¿En manos de qué usureros tendrá que ponerse Zapatero para conseguir el crédito con el que pagar y del que ahora carece?

Preparémonos para lo peor. No habrá vuelta al Pacto por las Libertades y contra el Terrorismo: ya lo ha anunciado López-Garrido. Se cerrará de nuevo filas en un frente anti-PP: ya lo ha sugerido Rubalcaba. Se continuará el proceso de cesiones a ETA-Batasuna: ya lo dejó traslucir Zapatero. Y para compensar el coste que esa posición va a tener, la campaña contra el PP y contra los medios de comunicación independientes va a ser feroz.

Zapatero no va a detener su carrera hacia el abismo, y arrastrará con él a su partido. Y al propio régimen. Y la factura, como de costumbre, la pagaremos a escote entre todos los españoles.

A menos que la sociedad civil sea capaz de reaccionar y de decir de forma cívica y pacífica, pero firme y clara, que se acabó. Que se acabaron las mentiras. Que se acabaron las manipulaciones. Que se terminó lo de que la Ley no se respete. Que ya no hay barra libre para ningún asesino. Que tenemos derecho a saber la verdad sobre todo lo que ha ocurrido en España desde las 7:37 del día 11 de marzo de 2004. Que el hecho de que en España haga falta un partido socialista fuerte no quiere decir que haga falta este partido socialista. Que los españoles no nos merecemos este presidente de Gobierno.

Y, sobre todo, que no estamos dispuestos a seguir siendo la carne de cañón dentro de un proceso "duro y difícil" que no busca conseguir la libertad, ni siquiera la paz, sino simplemente garantizar el poder a un individuo capaz de largarse a tomar las uvas rodeado de patos en Doñana mientras, entre los escombros, los equipos de rescate seguían tratando de encontrar a los muertos.

Luís del Pino
Libertad Digital, 04-01-2007

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