miércoles, 17 de enero de 2007

El peor presidente de la democracia


Rodríguez Zapatero es el peor presidente de gobierno desde el inicio de la Transición. Ésta es una afirmación muy rotunda, que se sustenta en hechos.

Su gestión está plagada de desaciertos, de siembra de conflictos a corto y largo plazo. Ahora uno le ha explotado literalmente, pero nos deja otras posibilidades más lentas porque ha sembrado de minas la sociedad española. He aquí algunas: la ruptura del consenso básico, la resurrección cainita del pasado, la aprobación de leyes conflictivas y fundamentales con mayorías pírricas, la marginación de España en Europa y en la política internacional, el abrir el melón de las autonomías para convertirlo en un gran enfrentamiento, la resurrección del decrépito fantasma del laicismo excluyente, su incapacidad para afrontar problemas clave como la crisis demográfica, la de la enseñanza, la vivienda y el futuro de las pensiones.

Pero la eclosión se dio el 29 de diciembre, cuando formuló su gran titular con el que pasará a la posterioridad. «Hoy les expreso mi convicción: dentro de un año estaremos mejor que hoy», referida a la situación de ETA. Menos de 24 horas después todo un módulo del aparcamiento de la T-4 se convirtió en una ruina, junto con dos muertos que añadir a la lista, cientos de heridos, y el miedo, las pérdidas y la angustia de las miles de personas que sufrieron la experiencia. Fue un éxito rotundo, espectacular, de ETA, y un fracaso enorme para la credibilidad de España en el mundo.

Si ZP es capaz de augurar el día antes todo lo contrario de lo que ocurrió, significa que su percepción de la realidad está absolutamente equivocada. Y si en una cuestión donde se jugaba su capital, ZP se muestra tan incapaz, tan irresponsable, el interrogante es obvio: ¿cómo interpretará la realidad en otras cuestiones en las que interviene y le va personalmente menos? ¿Cómo confiar en alguien que se equivoca en esta medida?

Su prestigio internacional, ya de por sí pobre, se ha situado en la escala del ridículo. En estas condiciones, Zapatero y su equipo se han convertido en el principal problema político de España: sin credibilidad es imposible gobernar. Las instituciones españolas deben recuperar su prestigio y la sociedad la confianza.Pero todo esto es imposible con ZP como presidente del Gobierno.Esos son los hechos y quien primero tiene que asumirlos es el PSOE; y actuar en consecuencia.

El debate del Congreso, más allá del rifi-rafe con Rajoy, no ha resuelto nada, al contrario. Ha mostrado la perseverancia en sus vicios y limitaciones del presidente y su desmedido afán por la teatralización y la taumaturgia de las palabras. Ahora propone un «gran pacto» al que se incorporen entidades de la sociedad civil, cuando con quien debe demostrar su capacidad de pacto es con el PP, que por algo es la única alternativa de gobierno, y por tanto continuador de las políticas de estado.

Nada sospechoso de ser crítico, José Luís Cebrián, escribía en el diario El País lo que se necesitaba de un presidente: «Mucho diálogo privado con los concertistas y muy pocos aspavientos en el pedestal... Capacidad de autocrítica y de atender las críticas ajenas».

Es decir, todo aquello que Zapatero nunca ha sido capaz de hacer porque el discurso buenista del talante no oculta, a estas alturas, que ZP nunca ha dialogado y negociado nada con los que discrepan de él. Y en las pocas ocasiones que lo ha hecho, ha sido para engañar al otro. Y quien lo dude que repase la pequeña historia.

Josep Miró i Ardevol
El Mundo de Cataluña, 17-01-2007

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