lunes, 27 de noviembre de 2006

La Catalunya enmoquetada

Y para acabarlo de arreglar, ha llegado Benach, auspiciado por el PSOE de José Luís Rodríguez Zapatero y ha gritado “Visca Catalunya Lliure”. Después de llenarse la boca con buenas palabras, apelando a su condición de presidente de todos los diputados del Parlament de Catalunya, Ernest Benach ha aprovechado su condición para reclamar la independencia de Catalunya.

Yo también quiero una Catalunya libre. Una Catalunya libre de personajes que insultan o desprecian a quienes ni somos ni pensamos como ellos. Una Catalunya libre de salvadores de la patria. Libre de ataduras y complejos, libre de perjuicios que limitan la capacidad de creación y de pensamiento. Quiero una Catalunya libre del poder político que critica el centralismo de Madrid para imponer el centralismo de Barcelona.

Quien ha hecho posible que Ernest Benach pueda gritar desde la presidencia del Parlament esa proclama independentista es Pepe Montilla. Montilla es un hombre acomplejado por no haber nacido en Catalunya y por no pertenecer a la burguesía pija a la que pertenece Maragall. Durante esta campaña electoral ha tenido la necesidad de hacer meritos, de conseguir más puntos en ese carné imaginario de buen catalán que acostumbran a expender los nacionalistas catalanes.

Por eso ahora ha ungido al interlocutor de ETA en Perpignan como número dos de su gobierno entregándole el control absoluto sobre la cultura, la política lingüística, el deporte (selecciones deportivas incluidas) y las relaciones exteriores de la Generalitat.

En estos momentos en los que la deriva nacionalista del PSC se ha hecho tan evidente, considero muy significativo que haya irrumpido en el escenario político de Catalunya una nueva formación de izquierdas que vaya al Parlament a defender lo mismo que, desde el centro derecha ha defendido siempre y en solitario el Partido Popular.

En esta legislatura, los partidos de Piqué y Rivera deben unir esfuerzos para que el centro derecha y la izquierda no nacionalista en Catalunya trabajen coordinadamente como lo hicieron en el País Vasco en defensa de la libertad y la Constitución, Carlos Iturgaiz y Nicolás Redondo.

Me parece una buena noticia que Albert Rivera vaya a utilizar el castellano en sus intervenciones. Yo le seguiré hablando en catalán, la lengua en la que ambos nos hemos comunicado hasta ahora. De igual manera que cuando debata con Antonio Robles, diputado de Ciutadans, lo haré en castellano por la misma razón.

Los nacionalistas han utilizado durante demasiado tiempo la lengua como arma arrojadiza. Los diputados, como el resto de catalanes, debemos poder utilizar cualquiera de las dos lenguas oficiales en Catalunya sin que nadie nos llame la atención por ello ni nos acuse, como lo hizo Pujol, de poner en peligro la convivencia por el simple hecho de expresarnos en castellano. Yo lo hago. Mi lengua materna es el catalán y lo utilizo en mis intervenciones en defensa de la libertad que tienen los ciudadanos para utilizar el castellano y en contra de las multas y las cuotas lingüísticas. Quiero una Catalunya libre para poder utilizar la lengua que me venga en gana.

El presidente del Parlament de Catalunya, además de reivindicar la “Catalunya libre”, apostaba en su discurso de inicio de curso por alcanzar la utopía. Su utopía se resume en ser el presidente de un parlamento de un Estado soberano e independiente. Benach, como el resto de dirigentes políticos nacionalistas, prefiere reivindicar la libertad de Catalunya antes que reivindicar el derecho de los catalanes a ser libres. Por eso no podemos permitir que nadie nos diga en que lengua debemos escribir, hablar o amar. Hablar en catalán o en castellano en el Parlament de Catalunya es una elección personal. Desde siempre, el nacionalismo catalán ha convertido la lengua y la identidad en una bandera política.

Dejemos que la gente (incluyendo a los diputados en el Parlament de Catalunya) se exprese con total libertad en la lengua que quiera y combatamos con todas nuestras fuerzas a quienes quieren imponer un monolingüismo y una idea de país que sólo existe en su Catalunya enmoquetada.

Daniel Sirera (La Mañana) (27/XI/06)

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