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Durao Barroso proyecta el aire de bien formada mediocridad que caracteriza a los integrantes de la Comisión y a la legión de paniaguados eurofuncionarios que les acompañan. Es decir, reúne las condiciones para prorrogar su mandato. La mayor parte de los Gobiernos de la derecha establecidos apoyan su continuidad y, con ellos, algunos notables de la izquierda. José Luis Rodríguez Zapatero, por ejemplo. Tratar de entender al líder del PSOE, sus ideas y sus fundamentos, es tarea inútil. Celebro, por ibérico y conservador, la actitud del Gobierno español; pero no olvido que Durao Barroso fue uno de los cuatro integrantes de lo que, con error numérico, se llamó «el trío de la Azores».
Zapatero, desde que lideraba la oposición, no ha dejado un solo día de demonizar a José María Aznar por haberse sentado en la mesa isleña con George Busch, Tony Blair... y Durao; pero ahora encarna a los socialistas europeos que defienden la continuidad del portugués. Átenme esa mosca por el rabo. Tristemente, la nómina de los lideres europeos no alcanza hoy la talla y el talento de los predecesores, los padres de la Unión citados más arriba. Instalados en lo gris y en lo políticamente correcto, descartada la imaginación, Durao es mejor que su predecesor, Romano Prodi. Tiene más entidad y fuste; pero, ¿nos conformamos con eso? Si es así, en aras de la justicia poética, Zapatero le debe a Aznar una explicación. Las Azores siguen estando en medio del Atlántico.
ABC - Opinión
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