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Le ruego, eso sí, que en beneficio de Lenin y de mi desinteresada inversión, tenga a bien ordenar al profesor Dinisov-Nikolsky que me haga llegar, bien por carta, bien por fax –no tengo e-mail–, las medidas del fiambre, con el fin de que mi sastre particular, Manuel o Manolo, proceda a confeccionar el traje de marras, cuya tela, si no hay inconveniente por parte del Instituto de Plantas Aromáticas y Medicinales de Moscú, elegiría yo mismo. Una tela respetuosa y neutra, un gris alegre, tipo «Príncipe de Gales», que abriría novedosas expectativas estéticas al futuro de la momia, que está harta de esos trajes oscuros y de tela gorda que le compran en las rebajas de los Almacenes «Gum».
Me consta que a ustedes, los rusos de hoy y del porvenir, lo de la momia les pesa más que les preocupa. Aquí en España, señor Embajador, hay muchos más leninistas y estalinistas que en toda Rusia. Los actores subvencionados de estos predios, no tendrían inconveniente en vestir el cadáver de su ídolo. San Juan, Tosar, Bardem, Diego, Diego Botto... ¡Son tantos! Pero esa amabilidad que demuestran al recibir no es tanta cuando se trata de dar, y mucho me temo que le enviarían trajes usados, algunos de ellos con detectables sedimentos de sudoración, y además, que excepto Juan Diego, son bastante más altos que el padre de la Revolución, que para ser ruso, era un tapón. Mejor las medidas y mi sastre, señor Embajador, y no se preocupe por los gastos de envío, que corren de mi cuenta.
No crea, señor Embajador, que me sobra el dinero. Pero si es necesario un sacrificio personal en beneficio del buen aspecto de Lenin, cuente con el mío. Y no sólo me hago cargo del traje, sino de la camisa, los gemelos, la corbata, los calcetines y los zapatos, que sinceramente, los lleva horribles. Le voy a comprar dos pares de mocasines «Sebago», uno negro para el otoño-invierno, y otro corinto para primavera y verano. La camisa, azul clarita. Y la corbata, carmesí con lunares blancos. Los calcetines, altos hasta las rodillas, no vaya a ser que enseñe su pantorrilla momificada con un mal movimiento. Se va a quedar de dulce, señor Embajador. Espero sus noticias. Con todo mi respeto.
La Razón - Opinión
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