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El presidente saliente George Bush le ha recomendado a Obama que sea muy feliz durante las semanas que le quedan antes de su toma de posesión, porque después va a tener poco tiempo y motivo para serlo. Parece que algunos no le quieren dar ni estos días de gozo y asueto. Horas después de anunciarse la victoria de Obama ya tiene el primer órdago sobre la mesa. El presidente ruso, Dimitri Medvedev, no había felicitado aun al vencedor cuando anunciaba el despliegue de misiles en la región rusa de Kaliningrado, la antigua Königsberg, en esa cuña de territorio ruso junto a los estados bálticos de la OTAN y Polonia. También ha anunciado acciones ofensivas como la instalación en aquel territorio de sistemas electrónicos para interferir las comunicaciones del sistema de misiles norteamericanos en Polonia y la República Checa y sabotear así este sistema defensivo que no está dirigido contra Rusia sino contra posibles misiles balísticos de Irán. Un gesto poco amistoso éste del Kremlin al nuevo inquilino de la Casa Blanca. Washington tendrá que responder a este reto y ya veremos en los próximos meses cómo lo hace. Claro está que todos los rivales y enemigos de Estados Unidos van a probar ahora al nuevo presidente. ¡Ay de Obama como se confirmen las sospechas de incoherencia e incertidumbre en estos primeros pulsos! Lo que parece ya claro es que entre las primeras iniciativas de Obama, al que algunos aquí presentan como un pacifista tan puro como nuestra ministra de Defensa, será exigir a los europeos más tropas para Afganistán. Y tropas para combatir y ganar la guerra a los talibán, no para estar acuarteladas en autoprotección, haciendo cuatro obras de caridad humanitaria en las cercanías de sus bases. Las inmensas expectativas de los electores norteamericanos generarán pronto, inevitablemente, decepciones. Las ilusiones de quienes han presentado en Europa a Obama como un santo laico están condenadas a la frustración.
ABC - Opinión
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