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Ni siquiera sería de recibo semejante exigencia en el caso de que Mariano Rajoy hubiera ganado las elecciones. Pero, además, ha perdido y por segunda vez frente a un rival fácil que acumuló disparates y des-propósitos durante los cuatro años de la legislatura. La adhesión in-quebrantable al perdedor que los marianitas exigen de los militantes del PP no es de recibo.
En adecuado funcionamiento democrático, Rajoy debió anunciar, sin prisas ni pausas, su retirada y convocar primarias para que los populares de base eligieran al nuevo presidente o presidenta. En lugar de eso, se ha creado un clima en el PP de que es un traidor quien no apoye a Rajoy. Es el rajoísmo sin fronteras, el marianismo a ultranza. Nunca he pertenecido a ningún partido político. Tengo admiración por Rajoy y agradecimiento porque se portó muy bien en los albores de “La Razón”, cuando los dirigentes del PP cerdeaban para no perder los favores de ABC. Pero el espectáculo que están dando él y su entorno, aferrados a sus cargos de Génova, es de vergüenza ajena. El diario adicto y algunos dirigentes del PSOE lo están aprovechando para dete-riorar la imagen del partido.
La libertad democrática en el seno del PP y los resultados que del ejercicio de esa libertad se deriven no haría otra cosa que robustecer las opciones del centro derecha en las elecciones del año 2012. Eso lo saben hasta las ranas del estanque del Retiro.
El Imparcial - Opinión
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