lunes, 3 de octubre de 2011

La risa del Faisán. Por Iñaki Ezkerra

La gran carta moral que tenemos frente a ETA es el Estado democrático de Derecho. Si sus representantes se saltan nuestras leyes, ETA obtiene una victoria moral porque nos han puesto a su altura. Esa victoria es la que le hace reír al dueño del Faisán, cuando declara que los ocho o diez inspectores que había en su bar cuando el «chivatazo» saben mejor que él quién le dio el móvil del delito. La risa del Faisán es la del delincuente que le dice al Estado que lo juzga: «No eres mejor que yo porque tus policías cumplen órdenes ilegales; porque esconden a quien las dio; porque tus jueces no llegan al fondo de las responsabilidades de unos y otros». Quizá al PSOE no le importe tener a una ETA que una y otra vez lo mira como a un igual y se ríe de esa paradoja. Pero a los ciudadanos normales nos deben herir esas constantes insinuaciones. Y debemos hacer cuanto esté en nuestra mano para borrarle la risa a ETA; para que, después del 20-N del 2011, no pase con la X del Faisán lo que pasó, después del 3-M de 1996, con la X de los GAL.

La Razón –Opinión

Elecciones. ETA al faisán. Por Pedro de Tena

Aquí se está cocinando el plato que hay que presentar en el menú electoral para que el PSOE, al menos, no pierda por goleada. ETA al faisán rociado con lágrimas de víctimas. En otra España el plato no hubiera llegado siquiera a la carta.

Decían que la intuición no existía y ahora se revisa el dicho. Bergson, el pobre, que soportó las iras del positivismo, se remueve de felicidad en su tumba. Y hace bien, porque acabo de tener una intuición pasmosa. No pasmosa porque me deje pasmado. Ya lo espero todo de este equipo de malvados. Pasmosa, de pasma, porque pasma que en las cocinas de Rubalcaba sea un sector de "la pasma" la que cocina un final de ETA a la carta para este PSOE sin horizonte. Dentro de mi corazón suena cada vez más un tambor que anuncia que la banda terrorista va a hacer gestos, tal vez EL GESTO, en favor de la mejora electoral del PSOE. Pachi López, el helador de las sangres nobles, ha oficiado una vez más de sumo sacerdote.

Hay quien cree en ese extraño seno del PP que el pescado está todo vendido. Y siguen las encuestas sumando puntos a su favor. Ya van por el 47 por ciento y más de 190 escaños. Pero quedan poco menos de dos meses y la diferencia entre los perversos y los malos –en esta historia, buenos buenos, no hay –, es que los malos sienten en los momentos decisivos un ataque de duda, incluso de moral. Craso error. Los perversos lo son por no haber experimentado nunca tamaña debilidad. Te pegan dos tiros y se toman un café. O ponen un paquete bomba y se ponen a mirar desde la ventana cómo unos niños lo recogen y explotan. Lamentablemente, la oligarquía que gobierna el PSOE en España es capaz de cualquier cosa. Lo ha sido en el pasado y a menos que sufra una revolución ética y estética –algo estadísticamente muy improbable–, lo volverá a ser en estos comicios y después. Recuerden el chiste sobre el carácter del escorpión.

Las palabras de López, el asentimiento de Rubalcaba, las piruetas de Pumpido y sus fiscales, las hipocresías evidentes de Pepiño, el sacapecho de González y las oportunas pleitesías de ETA en los últimos días arropan la intuición que me posee. Recuerden cómo Bergson explicaba la intuición: es el impulso de la mano cuando acude al picor del brazo, certero, directo, preciso, eficaz, exacto. No estudia trayectorias ni discute caminos, ni probabilidades. Sencillamente, sabe, va, rasca y resuelve el desequilibrio. Sí, aquí se está cocinando el plato que hay que presentar en el menú electoral para que el PSOE, al menos, no pierda por goleada. ETA al faisán rociado con lágrimas de víctimas. En otra España, en otra democracia, en otra sociedad, el plato no hubiera llegado siquiera a la carta. Pero si donde no hay harina, todo es mohína, donde no hay valores, todos son horrores. Y me pica. Mucho.

Por ello, mi mano va a rascarse con una papeleta electoral para tratar de impedir que se consume lo que intuyo ya ocurre. Lo prometo.


Libertad Digital –Opinión

Exceso de trabas. Por Carmen Gurruchaga

La Denegación de ayuda a la Justicia es un ilícito penal, que podría estar produciéndose en el «caso Faisán». Josefa Elosua, el etarra que se benefició del «chivatazo», acaba de afirmar una perogrullada: nadie mejor que el policía que le pasó el teléfono para saber el nombre del superior que le ordenó advertirle de su detención si cruzaba la frontera con el dinero fruto del chantaje del «impuesto revolucionario». Y es que en este asunto algo huele a podrido, pues si el juez Ruz había concluido la instrucción del sumario, imputado a tres personas y dictada la orden de procesamiento contra ellos de acuerdo con las pruebas practicadas y los vídeos grabados en el lugar de los hechos, no suele ser habitual que nadie desbarate un trabajo tan laborioso y en el que el instructor ha tenido que superar todo tipo de trabas. Pese a las dificultades encontradas, el magistrado determinó que fue el comisario Ballesteros quien entregó el móvil a Elosua para que un superior le chivara la operación policial que se cernía contra él. Pero, inopinadamente, Gómez Bermúdez decide reunir al pleno de la Sala de lo Penal para dilucidar si la instrucción de Ruz está bien hecha o no, y decide que sí existe un delito de colaboración con banda armada, pero que no están claros sus responsables. La consecuencia es que la decisión beneficia voluntaria o involuntariamente al candidato Rubalcaba, pues le evita pasearse con el baldón del «chivatazo», mientras le permite colgarse las medallas del éxito en la lucha antiterrorista.

La Razón –Opinión

Bildu-Eta. Refundación del terrorismo. Por Agapito Maestre

En estas elecciones nos jugamos la posibilidad de que un gobierno con fuerza sea capaz de plantarle cara a quienes quieren sacrificar definitivamente a España como Estado nacional.

La coyuntura es trágica. No se ve por ningún sitio de dónde pueden salir las fuerzas que lleven a este país a reinventarse. Todas las grandes naciones han aprovechado los conflictos, las tensiones y las derrotas para salir reforzadas. La inteligencia de sus dirigentes siempre fue utilizada para aprovechar la ocasión de las peripecias más desagradables de su historia para reinventarse. Refundarse. La derrota siempre fue un estímulo de las grandes sociedades. Roma, como nos enseñara Polibio, sacó de sus múltiples derrotas las energías suficientes para refundarse; otro tanto, después de la Segunda Guerra Mundial, podría decirse de Alemania y Japón; pero los dirigentes de todos esos países, por muchas diferencias interiores que existieran entre ellos, tenían la creencia en la propia Roma, por decirlo con el ejemplo de Polibio, como la única condición para emerger de los peores fracasos.

¿Quién cree hoy en España como nación? Respondan sin autoengaños. Al margen de las apelaciones retóricas a España, para los españoles de hoy la situación, por decirlo con contundencia, es mucho más difícil que la de los romanos de la época de Polibio y Cicerón. Los romanos de todos los partidos tenían un sustrato común: Roma. Ésa es, exactamente, la gran carencia de los españoles: la base nacional parece haber desaparecido. He ahí lo que nos jugamos en estas elecciones del 20-N: la desaparición definitiva de ese lugar común, del Estado-nacional. Estas elecciones van más allá del mantenimiento más o menos precario del llamado Estado del bienestar. Nos jugamos la posibilidad de que un gobierno con fuerza sea capaz de plantarle cara a quienes quieren sacrificar definitivamente a España como Estado nacional.


El día 20-N se juega la última oportunidad de lo poco que queda de democracia española. Los resultados pueden ser dramáticos para la reconstrucción de España; dos asuntos serán decisivos: por un lado, si el PP no obtiene mayoría absoluta, olvídese de cualquier oportunidad para reconstruir el Estado nacional desde la derrota y fracaso del actual modelo territorial de España; un gobierno sin mayoría absoluta se vería sometido a los mismos chantajes, o quizá peores, que hasta ahora han utilizado los nacionalistas contra el gran imaginario colectivo de la democracia: que todos los ciudadanos seamos libres e iguales antes la ley. Por otro lado, si el partido Bildu-Eta obtiene representación parlamentaria, y así lo prevén todas las encuestas que algunos analistas políticos celebran con "alegría estúpida", entonces los asesinos de ETA habrían logrado lo que nunca tuvo un grupo criminal en el mundo: representación parlamentaria en la "nación" que matan.

De la actitud del PP en esta campaña electoral dependerá, a pesar de lo que digan los promotores del perfil bajo del candidato Rajoy, el éxito o el fracaso de este partido para ganar por mayoría absoluta. Naturalmente, esta hipótesis es discutible; pero, en mi opinión, lo que parece obvio es que nadie como Rodríguez Zapatero, en los casi ocho últimos años, ha contribuido de modo decisivo a refundar políticamente ETA. Lejos de acabar con ETA, los enjuagues de los diferentes gobiernos de Rodríguez Zapatero han conseguido algo inédito en el mundo civilizado, a saber, que un grupo terrorista gobierne instituciones locales y autonómicas. Es deber del PP construir con precisión este relato sobre cómo el gobierno del PSOE ha promocionado, o mejor, creado la oportunidad para que ETA, un grupo criminal, se refunde políticamente sin abandonar sus fines terroristas.

Si el PP no consiguiese hacer pedagogía política durante esta campaña electoral, sobre cómo ETA ha sido promocionada por Rodríguez Zapatero y Pérez Rubalcaba, incluso hasta el punto de que podría obtener una representación importante en el Parlamento de España, correría un peligro aún más grave que no alcanzar la mayoría absoluta.


Libertad Digital –Opinión

Los socialistas, como requetés después de comulgar. Por Antonio Casado

Eso es, como requetés después de comulgar. Así salieron ayer los 2.500 asistentes a la Conferencia Política del PSOE. Dispuestos a pasar a la ofensiva y no darse por vencidos antes de tiempo. Aunque solo fuese por no desmentir a Felipe González ni a Pérez Rubalcaba, los encargados de administrar el chute del fin de semana a sus desalentados compañeros.

Eso vimos en el escenario del Palacio Municipal de Congresos. Muy previsible en estas circunstancias, incluido el nuevo mutis de Rodríguez Zapatero y los gritos de guerra premanufacturados del candidato: “No me voy a dejar ganar”, “No nos van a ganar en ganas de ganar”. Tratemos de analizar ahora lo visto y lo intuido, en el telón de fondo y entre bambalinas.

Plato fuerte de la conferencia fue el discurso de clausura, a cargo del candidato. Con todos los elementos obrantes en su hoja de ruta: insinuarse a los indignados del 15-M (apuesta por las listas desbloqueadas), distanciarse de Zapatero (desaparecido en las negritas del texto), hacerse el encontradizo con Mariano Rajoy (las dificultades de enfrentarse al señor “Depende”) y redefinir el papel de la socialdemocracia en tiempos de vacas flacas donde lo esencial no cambia (Sanidad y Educación).


Son los cuatro puntos cardinales de la campaña electoral del candidato socialista. Pero a nadie se le oculta que se trata de una campaña lastrada por las sensaciones negativas que el viernes González y ayer Rubalcaba trataron de bombardear con sus soflamas ¿Qué sensaciones? La primera, el hecho de partir como perdedores. La segunda, la incomparecencia del adversario (Rajoy no responde a Rubalcaba, ayer se encargaron Javier Arenas y Carlos Floriano). Y la tercera, una organización deprimida después del escandaloso revolcón sufrido en las urnas territoriales del pasado mes de mayo.

¿Se dan las condiciones para que el esforzado equipo de Rubalcaba pueda desprenderse de esos grilletes en los cincuenta días que faltan hasta la cita del 20-N? En fecha tan connotada en la imaginería de la derecha española, los españoles le van a pasar factura a los gestores de una crisis económica que ha disparado las cifras de paro y ha llevado a muchos españoles al borde de la pobreza.

Si hasta cinco minutos antes los socialistas lo han hecho tan mal en el Gobierno va a ser muy difícil que los españoles crean que van a hacerlo bien cinco minutos después, aunque decoren su discurso con planes para la creación de empleo, apuestas por una economía competitiva que mantenga intocado el llamado Estado del Bienestar y castigo fiscal a los ricos, amén del consabido compromiso con la igualdad, lo público, el europeismo o la “causa nacional” (Rubalcaba dixit). No hay garantías de que sea bastante para mantener vivo el subidón de ayer hasta el próximo aniversario de la muerte de Franco.


Periodista Digital –Opinión

Alemania. El IV Reich. Por Emilio Campmany

Berlín tiene la oportunidad de comprarse el continente porque son los únicos con dinero para pagarlo y el precio al que se lo ofrecen es escandalosamente barato. Si no terminan de hacerlo es porque ni ellos mismos están seguros de que les convenga.

Al final de la Guerra Franco-Prusiana, poco antes de que viera la luz el II Reich, Disraeli, jefe de la oposición al Gobierno de Gladstone, dijo en la Cámara de los Comunes: "Esta guerra representa la revolución alemana, un acontecimiento político más importante que la revolución francesa (...). Ni un solo principio, de los que hasta ahora ha servido para distinguir nuestras relaciones exteriores,(...) sigue siendo válido (...). El equilibrio de poder ha sido completamente destruido y el país que más sufre y más siente los efectos de esta guerra es Inglaterra". Luego, el Reino Unido tuvo que librar dos guerras mundiales para evitar que el II y el III Reich respectivamente dominaran el continente europeo.

La terrible derrota de 1945, la ocupación, la división de 1948 y la necesidad de expiar los muchos pecados cometidos durante la época nazi obligaron a Alemania a renunciar a toda Weltpolitik, la política de proyección mundial que soñara Guillermo II.

Ahora, superada la derrota, acabada la ocupación y reunificado el país, Alemania vuelve a ser el país más poderoso de Europa porque todos los demás, pigs o no, apenas tienen fuerza para sostenerse en pie. Ya no es sólo que los sospechosos habituales, los países del sur, estén en bancarrota, es que a Gran Bretaña le falta poco para estarlo y Francia ve cómo su sistema financiero tiembla como un bavarois.


Para bien o para mal, Berlín tiene la oportunidad de comprarse el continente porque son los únicos con dinero para pagarlo y porque el precio al que se lo ofrecen es escandalosamente barato. Si no terminan de hacerlo es porque ni ellos mismos están seguros de que les convenga. Ahora, si deciden quedarse con él por las cuatro perras que les estamos pidiendo, no habrá nadie para impedírselo. A Gran Bretaña le gustaría hacerlo, pero no tiene peso para oponerse eficazmente. Francia vive la ficción de que es una aliada de Alemania y hará como que se reparte con ella el poder. Los Estados Unidos podrían, si quisieran, evitarlo, pero no tienen ganas de emplearse. Total, que Merkel tiene al alcance de la mano lograr sin pegar un tiro lo que ni Guillermo II ni Hitler fueron capaces de conseguir desencadenado sendas guerras mundiales. Para hacer de Europa un Deutsch kontinent, a la canciller le falta sólo el respaldo de su pueblo que, aterrado por sus propios fantasmas, rehuye ese destino.

Y estar dominados por los teutones podría no ser tan malo si no fuera porque Berlín depende por completo de Moscú en materia de energía. Menos mal que los germanos se tienen a sí mismos más miedo del que les tenemos nosotros y no están por la labor de lanzarse a la aventura de un IV Reich. Pero, como se decidan a hacerlo, por sí solos o porque se vean empujados desde el Kremlin, ya podemos ir ensayando el paso de la oca. Nos vamos a enterar.


Libertad Digital –Opinión

El balbuceo del candidato. Por José María Marco

Las comparecencias públicas de Rubalcaba, como las de estos días bajo la rúbrica infantil de «Ideas de verdad», se han convertido en un recital de balbuceos, de palabras que empiezan y se estiran con la repetición inacabable de las primeras sílabas. En otras ocasiones, Rubalcaba no parece tener ningún problema en mostrarse tajante, como cuando estableció que los periodistas han de tratarle de «Señor», «señor Rubalcaba». Se deduce que el balbuceo es un recurso de estilo por el que aspira a alcanzar determinados objetivos.

Antes de sumergirnos en veneros tan hondos, hay que decir que este balbuceo recuerda los tics que ciertos actores ya mayores, que en su tiempo disfrutaron de algún día de gloria, adoptan como marca de la casa. A veces ni siquiera se dan cuenta de la crueldad con la que ese recurso en el que tanto se complacen revela su decadencia. De grandes divos han pasado a actores de reparto, con un único personaje en la cartera, el suyo… Relacionado con esto, está lo que el recurso al balbuceo indica acerca de la psicología del personaje (del personaje público, claro, no de la persona). Cuando Rubalcaba finge que busca la palabra adecuada, queda claro que se está esforzando por ponerse a nuestro nivel, pobres mortales que no entendemos la complejidad de los conceptos, ni el arcano significado que esos conceptos tienen en la gran estrategia del Príncipe, aquel que domina las incertidumbres y sabe hacer virtud de la fortuna.


No estamos a su altura, en resumidas cuentas, y así lo cuentan los autores de «Los mil secretos de Rubalcaba», una investigación periodística muy entretenida que ha publicado la editorial Ciudadela. Aun así, el recurso tiene también, como ya se ha dicho, intención política. Está claro: Rubalcaba no puede presentarse simplemente como el sucesor del Gobierno de Rodríguez Zapatero. Hay demasiados borrones en esta historia como para no tomar distancias. Ahora bien, el ex vicepresidente primero tampoco puede dejar de asumir algunos de sus supuestos logros, como la negociación con la ETA, de los que Rubalcaba se siente orgulloso. Así que el trastabilleo no nos indica un imposible intento de rehacerse una inocencia después de tantos años en la cocina del Gobierno. Lo que revela es la dificultad del candidato para encontrar una posición propia.

Rubalcaba está insinuando que no intenta engañarnos. Al contrario, sabe que somos capaces de comprender la tortura a la que se somete por el bien del Partido, por el bien del Socialismo, por el bien de todos. Ofrece la versión tartamuda del político que nos señala como sin querer, para no ofendernos, el martirio al que se ofrece voluntariamente por la Cosa Pública. Ante la dificultad para elaborar un programa creíble, su humildad, su sentido del sacrificio, su pudor desgarrado a la vista de la ciudadanía deben movernos a compasión. En vez de ponerse en nuestro lugar, como recomienda la moderna política de la empatía, nos invita a ponernos en el suyo. Gracias, es la palabra justa, aquella que ha de mover nuestro sufragio.


La Razón –Opinión

Elecciones. El ratoncito de Pérez. Por José García Domínguez

Por primera vez desde la Transición, todas las catas demoscópicas indican un cambio cualitativo en la sangría electoral del PSOE: la deserción de antiguos votantes se estaría produciendo por el flanco derecho, el que linda con los pastos del PP.

Nada con sifón. En el parto de los montes de la Conferencia Política del PSOE han alumbrado un ratón minimalista. Apenas unas gotitas de Chanel Número 5 en los consejos de administración de las grandes empresas y otra gabela calvinista contra tabaco y alcohol. Las ministras del Vogue, como El Cid, ganando batallas –y dietas– después de muertas. Y la izquierda nominal, impartiendo magisterio de moralina puritana al mismísimo Ejército de Salvación. Punto. Ahí empieza y acaba cuanto tiene que decir nuestra socialdemocracia doméstica a propósito del mayor colapso sistémico del capitalismo desde el crack del 29. Amén, claro, del rutinario "tal vez" de Alfredo frente al exasperante "depende" de Rajoy.

Por abdicar, diríase que hasta de la demagogia a granel han querido desprenderse en el programa electoral. Un proceder contra natura tratándose del partido socialista. Y más aún desde la impunidad del gratis total que les habría garantizado la derrota cierta. Inaudito, desconcertante, insólito rapto de virtud que, excluida una súbita conversión de Rubalcaba, solo puede obedecer a la atenta lectura de las encuestas. Y es que, por primera vez desde la Transición, todas las catas demoscópicas indican un cambio cualitativo en la sangría electoral del PSOE. A saber, la deserción de antiguos votantes se estaría produciendo, sobre todo, por el flanco derecho, el que linda con los pastos del PP, no por el izquierdo, mucho más fiel a la marca.

Razón última de que el candidato no nos comparezca disfrazado de Che Guevara en los telediarios, estampa siempre tan cara a Ferraz durante los periodos de celo electoral. A esos efectos, el 15-M acaba de revelarse como lo que en verdad es: puro humo de pajas –periodísticas– ; un soufflé cocinado a base de ruido mediático tras el que nada hay. Así las cosas, lo que se dio en llamar la izquierda volátil, el electorado que únicamente accedía a votar al PSOE luego de taparse la nariz con unas pinzas, dejará de erigirse en árbitro eterno de los resultados. Un movimiento de placas tectónicas bajo las urnas que, por cierto, se llevará por delante el supremo mantra de los sociólogos de guardia de la derecha. Esto es, la máxima de nunca hacer ruido. Don Tancredo ha muero. ¡Viva Don Tancredo!


Libertad Digital –Opinión

El «chivatazo», caso abierto

El juez Pablo Ruz permanece a la espera de que la Sala de lo Penal redacte el auto por el que se acordó por unanimidad que el sumario del caso del «chivatazo» prosiga en la Audiencia Nacional para que continúe la investigación de uno de los mayores escándalos de nuestra democracia como fue la delación policial que abortó una operación contra el «aparato de extorsión» de ETA en mayo de 2006. En estos momentos, la situación procesal de los tres mandos de Interior implicados, García Hidalgo, Ballesteros y Pamies, es confusa, si bien es cierto que la Sala revocó su procesamiento y frustró el juicio oral solicitado por el instructor. El «Faisán» es, por tanto, un caso abierto, y no cerrado, como desde el Gobierno y el PSOE se ha pretendido trasladar a la opinión pública después de la resolución de la Sala.

Que la investigación prosiga es razonable no sólo porque hablamos de actos graves con consecuencias importantes en la lucha contra ETA, sino porque la instrucción del juez Ruz ha propiciado más que sólidos indicios sobre actuaciones que deben ser depuradas por la Justicia. Es un criterio compartido también por el Pleno de la Sala de lo Penal, que entendió por unanimidad de sus 14 miembros que detrás del «chivatazo» existió un delito. En este sentido, LA RAZÓN, que ha tenido acceso al sumario en exclusiva, publica hoy detalles esclarecedores del testimonio del dueño del bar Faisán, Joseba Elosua, ante el juez Ruz.


Según su declaración, «la Policía que había allí tenía que saber mejor que yo quién me dio el móvil», porque «por lo menos había ocho o diez inspectores». Elosua dijo que los agentes estaban allí «todos los días» y que eran «como de la familia». Además de que no pudo identificar al inspector Ballesteros como la persona que le entregó el teléfono, el relato de los hechos demuestra que el despliegue policial era de envergadura, que hubo demasiados testigos y que Interior tenía bajo control todo lo que ocurrió en el Faisán y sus alrededores en aquella jornada, incluidas las famosas grabaciones y el intenso tráfico de llamadas.

Estamos ante un escenario poco tranquilizador para Pérez Rubalcaba y Antonio Camacho, pues el juez Ruz comenzará nuevas diligencias para reforzar el relato de los hechos que él ya dio por bueno y que plasmó en un auto de procesamiento contra los tres mandos dependientes del entonces ministro del Interior y del secretario de Estado para la Seguridad.

El juez concluyó que existieron indicios de un delito de colaboración con banda armada basado en un informe final de conclusiones que encargó al equipo policial que investigó los hechos y no tiene razones para rectificarse a sí mismo, aunque sí para reforzar los elementos probatorios que podrían afectar a nuevos implicados.

El «Faisán» no puede cerrarse en falso. Es demasiado grave para que el Estado de Derecho mire para otro lado. Y también habrá que depurar las responsabilidades políticas. Cinco años y medio después, el hoy candidato socialista no ha dado explicación alguna. Se ha limitado a atacar al PP, pero no ha aclarado por qué bajo su dirección se alertó a unos terroristas de que iban a ser detenidos.


La Razón – Editorial

Desafío incierto

Rubalcaba busca levantar la moral de su partido con medidas que defienden el Estado de bienestar.

El candidato socialista a las próximas elecciones generales, Alfredo Pérez Rubalcaba, ha intentado durante la conferencia política celebrada este fin de semana levantar la moral de su partido. Lo haya conseguido o no, es difícil que esta cita pueda corregir las debilidades que ensombrecen el futuro de los socialistas. La elaboración de las listas electorales está haciendo aflorar divisiones internas, además de contradicciones con principios que, como el de la paridad en los órganos directivos, se pretenden convertir en obligatorios no solo en el ámbito público sino también en el privado. Por otra parte, el avance del programa socialista llega después de un rosario de iniciativas desgranado desde la proclamación del candidato, lo que puede evocar la improvisación que se achacó al Gobierno del que formó parte.

El modelo de sucesión por el que optó Zapatero dejaba poco margen de maniobra para que un candidato, Rubalcaba o cualquier otro, pudiera llegar en buenas condiciones a las elecciones de noviembre. Como simple aspirante a La Moncloa, sin responsabilidad institucional hasta el inicio oficial de la campaña, Rubalcaba estaba obligado a acentuar la espectacularidad de sus movimientos para asegurarse una presencia pública suficiente. El reverso de esta estrategia es que la novedad se agota pronto, y que prolongar artificialmente sus efectos produce saturación. La conferencia política ha sido, así, más un cónclave dirigido a animar a los militantes socialistas que un acontecimiento con proyección exterior.


El programa con el que Rubalcaba concurrirá a las elecciones ofrece novedades como el desbloqueo de las listas o la paridad, que no tienen que ver con la salida de la crisis. Algunas de las medidas para combatirla, respaldadas por la conferencia, son inciertas -como el pacto por el empleo- o de difícil aplicación. Es el caso del aumento de las tasas del tabaco y el alcohol para mantener los presupuestos de sanidad o el de la supresión de las Diputaciones, anunciada tiempo atrás por Rubalcaba, para mantener el gasto en educación. Iniciativas como estas muestran la voluntad del candidato socialista de preservar las prestaciones esenciales del Estado de bienestar, y eso es lo más positivo. Lo negativo, su aroma arbitrista.

Ocurra lo que ocurra en las elecciones, la influencia de esta conferencia política socialista será seguramente limitada. La situación del Partido Socialista es resultado de errores políticos cometidos desde el Gobierno y también de decisiones como no haber asumido responsabilidades por la severa derrota de las municipales y autonómicas de mayo, preferir un remedo de primarias a un congreso o prolongar la legislatura de manera innecesaria. Dar la vuelta a esta situación es una tarea titánica, con independencia de quién sea el dirigente que deba liderarla. La última esperanza para los socialistas reside en la campaña, sobre todo si hay debates entre los dos principales candidatos.


El País – Editorial

El PSOE muestra los colmillos

A Rubalcaba no le interesa un partido de guante blanco porque en esas condiciones no puede aspirar ni siquiera a recortar ligeramente la ventaja de quince puntos que le saca Mariano Rajoy. Por eso se recurre a ETA, a un supuesto final de la banda.

Hace algo más de tres años, Zapatero admití­a ante el periodista Gabilondo que el PSOE necesitaba generar un ambiente de tensión para revalidar su atí­pico triunfo de 2004. Antes como ahora, el mejor escenario para el socialismo es aquel que le permite rehusar la confrontación de ideas para centrarse en un combate de descalificaciones, insultos y contraposición de gestos, una dinámica que tiende a normalizar la demagogia, a hacer tabla rasa del pasado y a presentar la campaña con unas dosis de dramatismo polí­tico que oculten el verdadero telón de fondo de España, sumergida en una crisis sin precedentes y cuyas consecuencias más lacerantes (fundamentalmente el paro) no son sólo fruto de la situación internacional.

A Rubalcaba no le interesa un partido de guante blanco porque en esas condiciones no puede aspirar ni siquiera a recortar ligeramente la ventaja de quince puntos que le saca Mariano Rajoy. Por eso se recurre a ETA, a un supuesto final de la banda (más certero y descriptivo resultarí­a el término transformación) y a una escalada de promesas que consisten fundamentalmente en retractarse de lo perpetrado hasta ahora por un gobierno del que era vicepresidente primero hasta hace solo unas semanas. Más que en la frágil memoria del electorado, que también, el equipo de Rubalcaba confí­a en alentar el miedo a la derecha, para lo que no ha encontrado mejor estratagema que la de describir la ruina que han dejado los socialistas en las comunidades y ciudades en las que gobernaron como una consecuencia de la voracidad recortadora del PP. Ya les ha funcionado en el pasado, por muy grosero que parezca.

No es nada descartable que el PSOE pueda tener cierto éxito con esas maniobras, pero Mariano Rajoy ha renunciado a entrar en el trapo porque ni lo necesita ni parece que con eso, más la reaparición de Felipe, vaya a poder dar la sorpresa el candidato rival. La distancia es tal, como en 2004, que se necesitarí­a una situación comparable a aquella para dar crédito a un vuelco electoral. Otra cosa es que no vayan a ocurrir aquellos desajustes democráticos que desde hace ya muchos meses se vienen denunciando en relación a ETA, esto es su participación en campaña al servicio de los intereses socialistas. El goteo de pequeños gestos de la banda (por llamarlos de algún modo) que los dirigentes socialistas celebran como pasos en la dirección correcta muestra hasta que punto está dispuesto a claudicar el Gobierno saliente. Otra cosa también es que el PSOE no vaya a recurrir a sus clásicos para rebajar la victoria popular y sobre eso, los indignados y la calle tienen mucho que decir, por lo que habrá un nuevo tipo de protesta contra el PP, la preventiva. No será, por tanto, una campaña tranquila.


Libertad Digital – Editorial