miércoles, 24 de agosto de 2011

Déficit. Como con el Pacto de Estabilidad. Por Juan Ramón Rallo

Ya saben, la zorra y las uvas de Samaniego: que no, que "los mercados" no están maduros; no es que no nos quieran prestar, es que no queremos pedirles prestado.

Se queja la izquierda de que establecer un límite constitucional al déficit y a la deuda supone un corsé para la economía. Para la economía. Perdonen, pero querrán decir que supone un corsé para el endeudamiento del Estado, para esa insana costumbre de gastar, so ruinoso pretexto keynesiano, más de lo que se ingresa en tiempos de crisis. Pero que no se apuren nuestros estatólatras, pues incluso en una sociedad donde los políticos acostumbraran a cumplir las leyes (sus leyes), el tamaño del sector público podría seguir expandiéndose subiendo los impuestos, y esta vez bajo imperativo constitucional. Si todavía quedara alguien mínimamente liberal en las Cortes, tal vez llegara a la conclusión de que como mínimo habría que exigir un límite no sólo para el endeudamiento, sino también para el gasto público.

Claro que en España la claca indignada no tiene de qué preocuparse. No ya por la falta de liberales en la Carrera de San Jerónimo, sino porque en nuestro país, como Estado de Derecho fallido que es, nuestros mandatarios cumplirán con la norma cuando lo reputen conveniente y la pisotearán cuando mejor les parezca. Al cabo, el cesante que ha tenido a bien proponer la enmienda constitucional al déficit fue el mismo que la rechazó un año antes y el mismo que barrió con una ley, la de equilibrio presupuestario, que contenía idéntica provisión.


No iremos a estas alturas a sorprendernos de que aquí ni el Congreso, ni el Senado, ni el Supremo, ni el Constitucional, ni la Fiscalía, ni el Tribunal de Cuentas, ni la Intervención General del Estado fiscalizan, mucho menos sancionan, a un Gobierno que disponga del suficiente alpiste como para comprar voluntades y pagar favores en aras de la aritmética parlamentaria. En España nadie vigila a quienes vigilan, en esencia, porque todos son los mismos o dependen de los mismos.

Acaso la limitación constitucional quedará como uno de esos rimbombantes y nada vinculantes principios de orientación política y económica que, como mucho, supondrá el reconocimiento implícito de que las recetas keynesianas han fracasado en nuestro país (en realidad, en el nuestro y en todos). Fuimos una de las sociedades cuyo sector público más se endeudó en 2009 y 2010 y somos también una de las que más cerca se encuentra de la suspensión de pagos. Que sí, que siempre podrán encontrarse razones para alabar o para explicar el escaso éxito del keynesianismo; por ejemplo, que gracias a él la tasa de paro no ha llegado al 75% de la población activa, o que sin duda habría tenido mejores resultados de haber podido mantener esos altísimos e insostenibles déficits públicos durante más tiempo. Ah, qué antipatriotas esos especuladores que se niegan a seguir prestándonos dinero cuando adivinan que no vamos a poder devolvérselo; ah, qué cortedad de miras la de un Banco Central Europeo que no monetiza con suficiente decisión nuestra deuda o la de una Angela Merkel que se niega a pagar nuestras muy expansivas –a la vista está– políticas económicas a través del eurobono.

Pero en fin, no vayamos a poner el grito en el cielo por el hecho de que unos políticos que nos han llevado al borde de la bancarrota y a quienes se les niega el acceso a los mercados de crédito saquen ahora pecho diciendo que se comprometen a no endeudarse. Ya saben, la zorra y las uvas de Samaniego: que no, que "los mercados" no están maduros; no es que no nos quieran prestar, es que no queremos pedirles prestado. Muy bien, ahora sólo falta que nos expliquen si es que van a dejar de gastar 80.000 millones al año, si van a sacarlos esquilmando todavía más a un recesivo sector privado o si, como parece, la disposición es papel mojado antes incluso de haberla aprobado. Veremos si los votantes alemanes, auténticos destinatarios del conejo parlamentario, se creen la súbita conversión a la ortodoxia de nuestra clase política y consienten que Merkel y Trichet nos sigan prestando respiración asistida. Con todo, cinco palabras deberían bastarles para caerse del guindo: Pacto de Estabilidad y Crecimiento. Cómo nos gusta aprobar nuevas normas para tapar el flagrante incumplimiento de otras.


Libertad Digital - Opinión

Déficit. Zombie's Party. Por Pablo Molina

Y mientras sus señorías hacen propaganda electoral en el hemiciclo, las cifras de paro siguen aumentando, las empresas tienen cada vez menos probabilidades de sobrevivir y el futuro de los jóvenes continúa superando todas las escalas del negro.

Los espectáculos parlamentarios en las postrimerías del zapaterismo son una sucesión de episodios destinados a mostrar a los españoles el nivel de nuestra clase política. Inasequibles al desprestigio, los futuros cesantes se empeñan en acreditar su insolvencia en aquello que más preocupa a los españoles, la brutal crisis económica, debatiendo sobre unas supuestas medidas que tienen más de argucia electoral que de un sincero interés por mejorar nuestra triste condición.

Zapatero está asfixiado por las demandas de una Europa que ya no aguanta más su incompetencia y, en un intento de llegar al 20 de noviembre sin suspender pagos, va a apropiarse de los ingresos tributarios por el impuesto de sociedades correspondientes al próximo ejercicio y a aligerar la bolsa bancaria de viviendas embargadas con una rebaja temporal del IVA que, para acallar a los que lo acusan de improvisar y de no legislar a medio y largo plazo, el presidente del Gobierno ha fijado en nada menos que cuatro meses. Al tiempo, Zapatero ha sido capaz de proponer hasta una reforma constitucional exprés, siguiendo obedientemente las órdenes de la bicefalia europea, que hipotecará todavía más el margen de maniobra del próximo Gobierno, porque la prohibición de superar un límite de déficit y de deuda pública los socialistas se lo saltarán a la torera en su momento simplemente manipulando las cifras y las previsiones macroeconómicas, pero los populares, los primeros que van a tener que sujetarse a ese mandato, probablemente lo cumplirán por el respeto al orden constitucional del que han hecho gala siempre.


Y si el PSOE legisla a pescozones y el PP muestra su nervio político recurriendo insistentemente a la abstención, el resto de la izquierda parlamentaria y el nacionalismo en todas sus gradaciones siguen apelando a la demagogia para intentar que el resultado final de la legislatura esté a la altura de ambos. Como los "no muertos" de las películas de Serie Z, que sólo obedecen a un instinto enfermizo, los primeros acusan a Zapatero de traidor al socialismo por no aplicar el recetario destructivo de los parásitos sociales y los segundos, como martillos pilones sea cual sea el motivo del debate, exigen más cuotas de poder para seguir mangoneando en sus cortijos a despecho de la solidaridad nacional.

Y mientras sus señorías hacen propaganda electoral en el hemiciclo, las cifras de paro siguen aumentando, las empresas tienen cada vez menos probabilidades de sobrevivir y el futuro de los jóvenes continúa superando todas las escalas del negro. No es que hayan huido de la realidad, es que nunca han estado en ella.


Libertad Digital - Opinión

Hay que parar los crímenes de Siria y otros países contra la humanidad. Por Miguel Cancio

El régimen socialista sirio de Bachar Al Assad, del Clan Al Assad, que gobierna de forma terrorista, autoritaria, represiva y corrupta desde el año 2000, continua aplicando el terrorismo de Estado; continua aplicando, por medio de fuerzas militares, policiales, parapoliciales, de matones, mercenarios, infiltrados, provocadores e incontrolados, de la manipulación, contaminación y control de los medios de comunicación y otros emisores, de las instancias de socialización; continua aplicando violaciones, apaleamientos, torturas, mutilaciones, ensañamiento con los cadáveres (incluso de menores), secuestros, desapariciones, linchamientos, ametrallamientos, utilización de francotiradores, tanques, armamento pesado y bombardeos contra jóvenes manifestantes, poblaciones y ciudades sirias (Hama, Homs, Deir ez Zor, Dera, Houlé, Lakatia, etc.).

Hafez Al Assad, padre de Bachar Al Assad, gobernó Siria dirigiendo el partido único Baaz, de forma terrorista, dictatorial, represiva y corrupta, desde 1970 hasta el 2000. El Baaz, Partido del Renacimiento Arabe Socialista, se hizo con el poder por las armas en Siria en 1963 e impuso un régimen dictatorial.


El partido Baaz ha formado parte de la Internacional Socialista y su lema es: Unidad, Libertad, Socialismo. Como se ve, la ideología proclamada puede con todo, pues, el partido Baaz, en la practica real y en la defensa de su privilegios, se ha caracterizado por aplastar la libertad, por lo peor de lo peor. Se creó en 1947 en varios países árabes pero su gran fuerza la consiguió en Siria e Irak. En un primer tiempo, se definió como nacionalista y laico y, después, constituido por comunistas, socialistas, izquierdistas, populistas, carreristas y oportunistas sin el menor escrúpulo, se hizo, de acuerdo con las circunstancias, socialista, populista y lo que fuese menester, y consiguió importante poder y presencia, entre otras instancias de poder y socialización, en el ejercito, las fuerzas de orden, los servicios secretos y las guardias-servicios especiales. Con actitudes y comportamientos populistas, nacionalsocialistas, fascistas pero también izquierdistas, bajo el control de dictadores implacables y sus clanes, el partido Baaz impuso en Siria e Irak implacables dictaduras, el terrorismo de Estado y promovió y apoyo el terrorismo internacional.

Es absolutamente condenable que el partido Baaz haya formado parte de la Internacional Socialista. Lo que también ha sucedido hasta el año 2010 con los partidos de los dictadores Ben Alí y su clan en Túnez, y del dictador Mubarak y su clan en Egipto.

Sin embargo, los regímenes dictatoriales de los tiranos Gadafi de Libia, de Hafez Al Assad, su hijo Bachar Al Assad y su clan familiar de Siria (41 años en el poder) y de Sadam Hussein de Irak (24 años en el poder); estos regímenes, siempre con el partido Baaz en el poder en Siria e Irak y con la revolución verde socialista tribal del clan Gadafi en Libia, fueron mucho mas represores y sanguinarios que los regímenes dictatoriales de Ben Alí en Túnez y de Mubarak en Egipto (que se vincularon con grandes potencias occidentales), y promovieron (Siria junto a Irán; Libia, Irak) activamente el terrorismo internacional.

El tirano Gadafi ha controlado dictatorialmente el poder junto a su clan familiar, durante 42 años. Durante estos largos años ha venido contando con importantes apoyos en el exterior. Lo que también sucedió con los dictadores de los clanes Al Assad en Siria, Ben Alí en Túnez, Mubarak en Egipto y Sadam Hussein en Irak.

El régimen socialista terrorista sirio lleva asesinadas a mas de 2500 personas. A finales de julio y agosto 2011 lleva asesinados a mas de 100 sirios. Un loco paranoico terrorista noruego aislado ha asesinado en Noruega a 77 noruegos. Por ello, el presidente Zapatero llamó a una reunión internacional para hacer frente al odio terrorista de la extremaderecha. Sin embargo, no ha llamado a una reunión internacional para hacer frente: al odio terrorista fundamentalista islámico y antioccidental; al odio socialista terrorista, proterrorista sirio, iraní, libio, de las bandas ilegales comunistas terroristas y narcoterroristas ETA-Batasuna y sus brazos, las FARC y los suyos, Hamas, Hezbolla etc. etc. que muy organizados vienen asesinando a miles y miles y miles de personas; al odio socialista, comunista, neocomunista y antioccidental birmano, cubano, chino, coreano, venezolano, zimbawano, etc. que vienen violando diaria y gravisimamente los derechos humanos y desde hace años.

El presidente Zapatero, en Túnez y junto al dictador Ben Ali, llamo a los países occidentales de forma politiquera y partidista a retirar sus tropas de Irak donde combatían el terrorismo internacional junto a Estados Unidos e Inglaterra.

Los indignados deberían acampar, movilizarse frente a Siria, Libia, Yemen, Irán, Birmania-Myanmar, Cuba, Corea, Vietnam, China comunistas, Zimbawe, Venezuela neocomunista, frente a las bandas ilegales terroristas y narcoterroristas ETA-Batasuna y sus brazos, Las FARC y los suyos, Hamas, Hezbolla etc. que fomentan ideologías de odio y violencia, y violan diaria y muy gravemente los derechos humanos, democráticos y ciudadanos.

El problema para los tiranos, dictadores, fundamentalistas, represores, manipuladores, contaminadores, oportunistas y corruptos es que, cuando la mayor parte del pueblo reivindica responsablemente dignidad, libertad, trabajo, democracia con seguridad, garantías y principios, y pierde el miedo ante el control y el terror impuestos por dichos tiranos, dictadores, fundamentalistas, represores, corruptos y los que les hacen el juego, estos están completamente perdidos.


Periodista Digital - Opinión

G+I. Por Martín Prieto

Alberto Ruíz-Gallardón me enseñó un método de seguimiento de Felipe González: le escuchabas en la tribuna y te arrebataba de entusiasmo, pero luego leías lo que había dicho y caías en la cuenta de que no había propuesto nada. El caso es que Felipe tenía el don del comunicador y podía vender guantes a los mancos. No le llamó Dios a Zapatero por el camino de la interrelación con el público..

Como orador no capta a sus oyentes y sus discursos leídos huelen a refrito de varios ministerios. El presidente ausente mejora en las dúplicas, en las réplicas, cuando improvisa. Ayer apareció en el Congreso como ectoplasma de sí mismo y planteó dos cosas tarde y mal, tal como acostumbra: constitucionalizar el techo de gasto, como Alemania, y lograr un equilibrio fiscal que no retrase la creación de empleo. Mariano Rajoy ponía cara de Santo Job quejándose blandamente que por proponer hace un año lo primero le puso Zapatero como no digan dueñas, de catastrofista y milagrero constitucional. Hay asuntos que Zapatero no entiende hasta que no se los explica a gritos Angela Merkel. La fiscalidad y la creación de empleo no la entendió ni la socialdemocracia sueca de Olof Palme cuando el dramaturgo y cineasta Igmar Bergman, que era un solidario, se exilió en Dinamarca por no pagar la exenciones fiscales de su país. La fórmula socialista es G+I: gasto más ideologización. Como siguen siendo keynesianos creen que el Estado crea empleo, como el disparatado «Plan E» y la ideología es el cemento de los desequilibrios fiscales. Te congelo la pensión pero te doy aborto a los 16. El fantasma nirectifica ni se excusa.

La Razón - Opinión

Déficit. Maquillaje y realidad. Por Agapito Maestre

Las negativas de IU y EC están fuera de toda realidad, o peor, son ridículas, porque estas fuerzas políticas aún funcionan, por decir algo, como si aún existiera un sistema comunista alternativa de capitalismo.

La casta política ha vuelto a retratarse en la discusión sobre un decreto que de puro obvio da vergüenza discutirlo: hay que limitar el déficit del Presupuesto si no queremos que la economía española se hunda en la miseria. Naturalmente, al final, este tipo de medidas anticrisis acaba tocando la espina dorsal del sistema político, en el caso español el Estado de las Autonomías y, por supuesto, del resto de instituciones inservibles, porque sus competencias podrían ser fácilmente asumibles por la Administración central. En estos momentos, si algo ha puesto en evidencia la crisis económica y financiera, es la inviabilidad del sistema autonómico. Ni que decir tiene que la casta política no se hará cargo de este problema hasta que no llegue una hambruna o algo parecido.

En cualquier caso, resulta cada vez más difícil mantener una estructura política y administrativa tan demencial como la española. Y este decreto, como las propuestas de Merkel para Alemania y el resto de países de la UE, se dirigen sobre todo a controlar el gasto de las comunidades autónomas. Por lo tanto, independientemente de que sea o no efectivo el decreto convalidado ayer en el Congreso, parece que la medida era necesaria. Sin embargo, algunos analistas políticos creen, más movidos por sus vísceras "peperas" que por la razón, que el decreto antidéficit aprobado ayer en el Parlamento es un mero maquillaje para tapar la ruina en que el Gobierno de Zapatero ha dejado a España. No comparto esa opinión; este decreto era imprescindible, como otras medidas aprobadas en los últimos meses, para detener la ruina de España. Además contribuye, y eso lo ha reconocido Rajoy en su intervención en el debate del Congreso, a aumentar el patrimonio de "gestos exquisitos de Zapatero a la hora de abandonar el poder". Al final, sí, el peor gobernante de España del último siglo se ha visto obligado a intentar dejar limpio y aseado el patio económico.

Por supuesto, nada de eso impide que se siga criticando que Zapatero se enteró muy tarde de la crisis y, por supuesto, no reaccionó a su debido tiempo; pero, frente a mucho discurso electoralista y oportunista, es menester resaltar que la crisis española, que tiene por supuesto su propia singularidad, forma parte de la crisis europea y mundial. Mientras esto no se reconozca seriamente, y no de boquilla, diré que los argumentos de la oposición no sirven para nada. Por eso, precisamente, no acabo de entender las razones últimas de la abstención del PP a este decreto antidéficit; menos aún entiendo esa actitud, si tenemos en cuenta que hace un año fue el propio Rajoy quien propuso medidas similares. Tampoco comprendo la abstención de CIU, excepto por mero oportunismo electoralista, cuando las medidas adoptadas por Zapatero tienen su origen en las recomendaciones de la señora Merkel, que es la jefa de la Internacional a la que esa coalición política pertenece. Por supuesto, las negativas de IU y EC están fuera de toda realidad, o peor, son ridículas, porque estas fuerzas políticas aún funcionan, por decir algo, como si aún existiera un sistema comunista alternativa de capitalismo.

En fin, creo que la comparecencia de Zapatero en el Congreso a petición propia, además de mostrar las contradicciones de su partido que se opuso por boca de Rubalcaba hace un año a esa medida, ha conseguido sacarle los colores al resto de grupos políticos. Ni se han explicado bien ni han justificado con decencia intelectual la abstención. Y, lo que es peor, no han discutido, en serio, si esta limitación del déficit, ahora por la vía del decreto y en el futuro por la reforma de la Constitución, será una medida efectiva para salir de la crisis de la deuda soberana o, por el contrario, será un corsé muy peligroso, según algunos analistas, que hundirá a la zona euro durante una década con bajo crecimiento.


Libertad Digital - Opinión

Simple. Por Alfonso Ussía

El cineasta Vicente Aranda ha descubierto, al fin, la causa que ha llevado a la ruina al cine español. El hallazgo es consecuencia de su sutileza y experta capacidad para el análisis. «La derecha se niega a ver cine español». Así de sencillo y así de simple. Para Aranda el «tema histórico» –muy intelectual– más importante de España es la guerra civil, y es un «tema» que no se puede tocar porque la derecha piensa que una cinta sobre dicho asunto –¿una guerra civil es un asunto?–, siempre es de izquierdas. Vaya por Dios, pero ahí acierta Aranda. Se han producido centenares de películas con la guerra civil como escenario, y todas sesgadas hacia la izquierda. Pero eso no significa que la derecha no acuda a ver cine español por tan sabido, manido y nada original motivo. La derecha y la izquierda, unidas en defensa de la libertad del ser humano a no aburrirse, no van a ver cine español por una causa harto diferente. Es un coñazo. Un coñazo que nace, precisamente, de lo coñazos y repetitivos que son la mayoría de sus directores. Un coñazo que se extiende hacia la falsa trascendencia de las historias, argumentos y guiones. Y un coñazo que se culmina con la sobreactuación y el tostón melodramático de un grupo de actores privilegiados –casi siempre los mismos–, que sólo saben interpretarse a sí mismos. Algunos de ellos, involuntariamente cómicos y divertidos. Cuando la tristeza me abruma o la depresión me avisa, acostumbro a ver algunas escenas de «Martín Hache» y río a mandíbula batiente con Luppi y Diego Botto en tan singular estupidez filmada, que ellos se toman tan en serio.

La derecha va al cine, como la izquierda. Pero desde su libertad –¿quién es la derecha y quien la izquierda para Aranda?–, pretende pasarlo bien, aprender, divertirse, entretenerse y volver a casa satisfecha. Además, que el hecho de pasar por taquilla para ver cine español resulta especialmente gravoso para los contribuyentes, que previamente, han pagado con sus impuestos las memeces producidas. Creo que tanto la derecha como la izquierda tendrían que acceder gratuitamente a las salas donde se proyectan películas subvencionadas mediante el simple trámite de mostrar a la entrada la copia de la declaración de la renta.

El problema, según Aranda, es que en la derecha no hay intelectuales. Y aquí me atrevería a preguntarle al intelectual Aranda quién le ha dado autorización, permiso o poder para conceder la cualidad y calidad de intelectual a su capricho y libre albedrío. Se me ocurren, de golpe, entre académicos, juristas, filósofos, escritores, artistas y hasta cineastas, más de dos centenares de intelectuales que se mueven por los ámbitos del liberalismo y el conservadurismo, y no alcanzo a sumar tantos en los despistados y autohinchados paisajes de la izquierda, que también los hay, pero menos de lo que algunos creen. Porque si los intelectuales de la izquierda se sustentan en su número en los pesebristas cejeros y subvencionados, vamos dados.

Dice Aranda que sin subvenciones no hay cine, porque España no tiene el número suficiente de habitantes para cubrir libremente el presupuesto de la cinta. Pregúntele a Segura y a Garci. Lo que no hay habitantes en España es para ver el malísimo cine que se hace con nuestro dinero, incluído el cine del señor Aranda, al que deseo toda suerte de venturas y presidencias de jurados siempre que sus felicidades y producciones corran a cuenta de su bolsillo. Aquí, Aranda, no hay derecha o izquierda que vaya o no vaya al cine. Hay cine bueno y hay cine malo. Hay originalidad o hay tedio. Y ustedes representan las segundas opciones. Simplón.


La Razón - Opinión

Déficit. Agua de borrajas. Por Emilio J. González

¿Qué credibilidad puede tener semejante limitación constitucional cuando en este país llevamos ocho años dando patadas y más patadas a la Carta Magna, a conveniencia del Gobierno y con el respaldo de un más que politizado Tribunal Constitucional?

Zapatero acaba de realizar un nuevo ejercicio de cinismo al proponer un límite constitucional al déficit público. Yo no es que esté en contra de dicha medida, todo lo contrario. Soy de los que piensan que el déficit no resuelve ningún problema y crea muchos y muy importantes. Pero el hecho de que comparta el espíritu de semejante propuesta –que procede, conviene recordarlo, del tándem Merkel-Sarkozy y no de ninguna ilustre cabeza pensante de Moncloa– no quiere decir que comparta los motivos que han llevado al presidente del Gobierno a presentarla este martes en el Congreso ni que, en la España de hoy, no me muestre escéptico en cuanto a la eficacia de dicho corsé, por muy constitucional que sea éste. Me explico.

En primer lugar, no deja de resultar irónico que el presidente que hizo del gasto público su bandera para luchar contra la crisis, lo que dio lugar en buena medida a los problemas presupuestarios y de deuda que padecemos hoy, quiera presentarse ahora como el adalid del saneamiento de las finanzas públicas con una propuesta de enmienda constitucional que él no va a llegar a votar porque, de acuerdo con los tiempos parlamentarios y electorales, dicha enmienda tendrá que aprobarse, necesariamente, en la próxima legislatura, en la cual Zapatero ya estará fuera de la política. Para él, por tanto, no tiene coste alguno y con eso, a su entender, queda bien con Alemania y Francia y da la impresión de que hace todo lo posible por combatir la crisis fiscal que asola nuestro país. Pues si tanto le preocupan estas cuestiones, ¿por qué no aprueba un nuevo recorte del gasto público para lo que queda de año? ¿Por qué no lo ha hecho antes, en lugar de jugar a subir los impuestos y de presentar un cuadro macroeconómico imposible para 2011 que le permitía, al menos sobre el papel, porque el papel todo lo aguanta, no llevar a cabo la poda drástica en el gasto público que exigen las presentes circunstancias? Eso es lo que tenía que hacer, y no proponer enmiendas constitucionales que nadie le pide y trasladan a otros los problemas que ha creado él.

Además, ¿qué credibilidad puede tener semejante limitación constitucional cuando en este país llevamos ocho años dando patadas y más patadas a la Carta Magna, a conveniencia del Gobierno y con el respaldo de un más que politizado Tribunal Constitucional, hasta el punto de que hoy está en la UVI? Para que dicha enmienda, si se aprueba, pueda ser efectiva, lo primero que tendría que hacerse es reformar el Constitucional, con el fin de que nadie se la pueda saltar a la torera y, de paso, que tampoco se pase por el arco del triunfo el resto de preceptos constitucionales.

Por último, esa enmienda no servirá de nada si en su contenido no se obliga a todos los niveles de la Administración a cumplirla ni se dota al Estado de los medios para forzar a las autonomías y los ayuntamientos a hacerlo, les guste o no, lo cual requiere, en última instancia, un nuevo modelo de Estado que implica más y más cambios constitucionales. Sin ellos, esa enmienda no será más que agua de borrajas.


Libertad Digital - Opinión

Una reforma necesaria

La propuesta de reformar la Constitución para fijar el límite de déficit y el techo de deuda de las cuentas públicas centró ayer el Pleno extraordinario del Congreso y dejó en un segundo plano el debate sobre las medidas adoptadas por el Gobierno para recaudar 5.000 millones de euros adicionales. Casi al mismo tiempo que Zapatero anunciaba su propósito y que Rajoy lo secundara, se abrió una cierta polémica sobre la necesidad de que esa reforma sea sometida a referéndum. Que la Constitución nos inspire un gran respeto no significa que sea intocable o que no se pueda modificar de manera ágil de acuerdo a los procedimientos previstos en su propio texto. No es la primera vez que, precisamente para incorporar mandatos de tratados internacionales, se reforma, ni será la última. La construcción europea exige la renuncia progresiva a cuotas de soberanía que debe reflejarse en el texto constitucional. Éste es el caso que ayer planteó el presidente: una reforma que se hará mediante procedimiento ordinario y exige el apoyo de los 3/5 de las Cortes; salvo que 35 diputados y 25 senadores lo soliciten, no será necesario someterla a referéndum. No conviene, por tanto, dramatizar unos cambios que vienen exigidos por los socios europeos, pero que además son positivos para España. De hecho, el Gobierno debió aceptar la propuesta que en este mismo sentido le hizo Mariano Rajoy hace un año, en vez de despreciarla con tanta displicencia como ignorancia. Nuestras cuentas públicas, empezando por las autonómicas y las municipales, no gozan de demasiado crédito en la UE desde que el actual Gobierno suprimió los límites de gasto fijados por Aznar. España necesita un plus de credibilidad y esta reforma constitucional lo proporcionará, sobre todo porque permitirá una política fiscal a salvo de las excepciones que los gobernantes nacionalistas exigen cada dos por tres al Gobierno central. Queda pendiente cómo se articulará de manera práctica la fijación del déficit y de la deuda en cuanto a vigencia temporal, porcentaje y excepciones (Alemania ha optado por un modelo, pero no es el único). La cuestión no es menor porque de su acierto depende que la acción de gobierno no quede demasiado encorsetada para reaccionar con agilidad a los ciclos económicos. Por lo demás, el debate de ayer sobre las nuevas medidas económicas puso de relieve la soledad con la que el Gobierno afronta sus últimos días, sin apoyos, sin credibilidad y sin fuelle. Que incluso el PNV le negara su voto es de gran elocuencia. Se diría que los grupos parlamentarios ponen ya más interés en las propuestas de Rajoy que en las de Zapatero, de ahí que llamara la atención el anuncio del primero de que si gana las elecciones del 20-N prolongará un año la rebaja del IVA a la compra de la vivienda nueva. Y tampoco pasó desapercibida su sugerencia al presidente socialista de que si piensa seguir adoptando medidas que condicionen al futuro Gobierno, debería consultarlas con los dos candidatos en liza electoral, lo cual es muy razonable; si Rubalcaba no se ha sumado a la petición es porque seguramente ya recibe puntual información y porque su opinión es tenida en cuenta.

La Razón - Editorial

Mensaje a los mercados

La discutible reforma de la Constitución para limitar el déficit intenta evitar nuevas turbulencias.

El presidente del Gobierno logró ayer que el Congreso convalidara el decreto ley aprobado en la última reunión del Consejo de Ministros, que incluye diversas medidas para reducir el déficit. Lo que se preveía como un debate sin sorpresas resultó todo lo contrario. Las mayorías para aprobar el decreto fueron diferentes de las previstas y, sobre todo, Zapatero, en respuesta a las exigencias de la reciente cumbre franco-alemana, propuso reformar la Constitución para incluir en su texto "una regla para garantizar la estabilidad presupuestaria en el medio y largo plazo" que vincule a todas las Administraciones públicas. Fue una propuesta inesperada, fruto de una decisión tomada en las últimas horas, que contradice la posición de su partido y del candidato Rubalcaba, y que Rajoy aceptó de inmediato, ya que hace un año hizo una propuesta similar.

El apoyo mayoritario que ayer obtuvo la reforma no resuelve las dudas acerca de la conveniencia de fijar un límite de déficit en la Carta Magna. En España existen mecanismos igualmente eficaces que, además, refuerzan la estabilidad del texto constitucional. Incluir al máximo nivel legal disposiciones que pertenecen al ámbito de las decisiones de Gobierno y que en ocasiones no pueden cumplirse por imposibilidad material de hacerlo, erosiona el concepto de constitucionalidad. Hasta el pleno de ayer, esta era la posición del Gobierno, al menos en palabras de la vicepresidenta Salgado.


La rapidez con la que se ha verificado el paso a la posición contraria, desairando el criterio defendido por el candidato Rubalcaba, evidencia más bien la necesidad del Gobierno de trasladar un nuevo mensaje contundente a los mercados, ante el riesgo de graves convulsiones financieras en los próximos meses. El Ejecutivo teme que las turbulencias de agosto continúen y que la prima de riesgo española vuelva a sufrir en un contexto de estancamiento de la economía. Se trataría, por tanto, de una medida dolorosa para Zapatero, un nuevo sacrificio en el altar de los mercados. El Gobierno necesita dotar de sentido político los dos meses que faltan para el inicio de la campaña electoral. Pero proponer desde una situación de debilidad una medida de tanto calado puede ser discutible.

Hasta el inicio de la campaña para el 20-N, España se encuentra en una situación política singular. La decisión de anunciar la disolución de las Cámaras con dos meses de anticipación sobre la fecha en la que se hará efectiva coloca a las instituciones en un extraño compás de espera. Mientras dure, la única preocupación de los grupos será no cometer errores, evitando aparecer demasiado próximos al Gobierno, pero también demasiado alejados, para que no se les reproche falta de colaboración para combatir la crisis. Así se explica que el grupo socialista convalidara ayer el decreto del pasado viernes apoyándose más en las abstenciones que en los votos a favor.


El País - Editorial

Merkel y Sarkozy ponen firme a Zapatero

Al haber arruinado a España, al PSOE no le queda más remedio que transigir en algunas normas que atacan directamente sus prejuicios ideológicos más asentados.

Que Zapatero haya tenido finalmente que claudicar y proponer la aprobación de un límite constitucional al déficit es la prueba más palpable de que nuestra economía depende cada vez más del eje franco-alemán y menos de ella misma. Al final, en las postrimerías de la legislatura, va a ser cierto que Zapatero nos ha llevado al corazón de Europa, pero para transferirle nuestra soberanía.

Es cierto que, pese a todas las cautelas necesarias –la norma abre la puerta a subidas de impuestos, se desconocen los mecanismos para controlar su implementación, todavía no se ha específicado qué nivel de déficit será aceptable...–, la medida de restringir desde la Carta Magna el endeudamiento en el que puede incurrir la administración sería, de aplicarse, positiva y necesaria para apuntalar la credibilidad de nuestras finanzas públicas. Pero es igual de positiva y necesaria ahora como lo era hace siete años, cuando Zapatero aguó la ley de equilibrio presupuestario de Aznar, o como lo era hace un año, cuando Rubalcaba se burlaba de una propuesta similar presentada por Rajoy.


En realidad, no cabe pensar en una repentina conversión del PSOE a la austeridad presupuestaria, sino más bien, como decíamos, en nuestra creciente dependencia económica de la refinanciación que nos proporciona el Banco Central Europeo o de la que nos puede llegar a ofrecer Bruselas.

Al cabo, al socialismo patrio no sólo le faltan credenciales que demuestren su actitud contraria a la acumulación de déficits, sino que otras reformas constitucionales pendientes, como la de sucesión a la Corona, llevan atascadas desde hace años. Pero para sacar adelante esta reforma ha bastado con que Merkel y Sarkozy se reunieran y lo ordenaran en una comparecencia conjunta: Zapatero apenas ha tardado unos días para tramitar su urgente inclusión en nuestra Ley de Leyes.

Está visto que si no nace de nosotros la predisposición a hacer los deberes, nos vendrá impuesta desde fuera. Pero ello sólo demuestra, una vez más, la nula diligencia de nuestra clase política, especialmente de nuestra clase política socialista: como hemos tenido ocasión de comprobar durante estos ocho años, su principio de actuación sólo es el del oportunismo; cambiar de opinión según sople el viento. En este caso, al haber arruinado a España, al PSOE no le queda más remedio que transigir en algunas normas que atacan directamente sus prejuicios ideológicos más asentados. Bien por el fondo pero desastroso por las formas; sobre todo por las formas que dejan entrever una menor soberanía de la Nación.


Libertad Digital - Editorial