lunes, 11 de julio de 2011

El mito de Rubalcaba y su chapuza histórica. Por Roberto Centeno

Me comentaba hace unas semanas un conocido ex ministro de Felipe González, que coincidió con Rubalcaba en el Gobierno cuando éste era portavoz, que ni Felipe, ni él, ni ninguno de sus compañeros de gabinete que han conocido de cerca su capacidad de gestión entienden la aureola montada alrededor del personaje, tanto por sus enemigos como por la casi totalidad de los medios, a pesar de que ni unos ni otros le conocen. Es lógico que la cúpula socialista, cuyos cargos dependen ahora de él, se deshaga en serviles elogios, pero que sus enemigos le califiquen de “genio tenebroso” o “Maquiavelo”, o que los medios cuenten que es un “tipo listo y un pájaro político de cuidado”, demuestra que “no conocen en absoluto a Rubalcaba”.

Todos los que han coincidido con él en tareas de gobierno saben que es un mediocre consumado, con una cierta habilidad dialéctica pero sin idea alguna que llevar a la práctica. “Tanto es así”, me decía, “que en aquella época Felipe ni se le ponía al teléfono, y tenía que comunicarse con él a través de mi”. Aunque para esta persona lo más grave, desde el punto de vista del socialismo, es que Rubalcaba es un perdedor y el destrozo que puede ocasionar al partido podría ser demoledor.


Concluye su ex compañero de Gobierno afirmando que “los que no le conocen dicen que Rubalcaba no da puntada sin hilo, y lo que ocurre en realidad es que no da una puntada a derechas”. Lo cierto es que la gente y los medios tienen muy mala memoria. No recuerdan, por ejemplo, que Rubalcaba, primero como segundo de Maravall y después como ministro de Educación, fue uno de los grandes responsables de la destrucción de la enseñanza pública en nuestro país, primero como coautor y principal impulsor de la LOGSE, que nos ha hundido más de 20 puestos en todos los ranking internacionales, y después como responsable de la politización y el hundimiento de la Universidad, donde los únicos elementos que cuentan desde entonces en la selección del profesorado son la afiliación política de izquierdas y las relaciones de amistad. Esta práctica ha convertido a nuestras universidades en gigantescas fábricas de parados y perjudica fundamentalmente a las familias más desfavorecidas, que carecen de recursos para pagar a sus hijos un colegio o una universidad privada.
«El beneficio conjunto de bancos y cajas imputable a España después de impuestos en 2010 fue de 5.000 millones de euros. En el Santander y el BBVA sólo el 16% de sus beneficios fue imputable a España. Si dedicarán, por ejemplo, un 10% a crear empleo serían 500 millones, y esa cifra para solucionar el problema del paro simplemente es una broma.»
Este es Alfredo P. en acción, un peligro cierto para los humildes y para la clase trabajadora, el hombre que ha conseguido junto con Maravall y algún otro destruir el ascensor social que la enseñanza pública posibilitó en el pasado, algo dificilísimo porque era una enseñanza de altísima calidad a todos los niveles, una de las mejores de Europa. Dice Soraya Sáez de Santamaría que “estamos viendo al peor Rubalcaba, que probablemente es el que es”. Es cierto; el pasado lo acredita y los acontecimientos de las últimas semanas lo corroboran. Rubalcaba ha desperdiciado antes de empezar buena parte de su credibilidad, real o ficticia.

El 15M, del que ha sido gran impulsor, se le está diluyendo como un azucarillo. ¿Si no le sirvió en su momento álgido para evitar el desastre, de que cree que le van a servir ahora cuando ni siquiera consiguieron congregar a 10.000 personas en su Marcha sobre Madrid? Y su felonía de legalizar a los amigos de ETA, de entregarle Guipúzcoa y la capitalidad de la cultura, puede costarle cara en las urnas, pero más grave es su pseudo-programa económico, una deriva descamisada que mueve al estupor o la ira.

El programa de Rubalcaba o cómo la montaña parió un ratón

Chapuza histórica, tomadura de pelo, de vergüenza ajena… realmente faltan adjetivos. ¿Y para esto se han tirado trabajando casi dos meses Caldera, Narbona y las mentes más radicales del Partido Socialista? ¿Éste era el discurso de tan “altísimo calado político”? Simplemente, no hay por dónde cogerlo. Mal está que después de siete años, como más cercano y estrecho colaborador de Zapatero en el hundimiento de España, ahora cometa el fraude intelectual de negar toda vinculación y se presente como alternativa, pero sus planteamientos del sábado son un insulto a la juventud, a los parados y a la clase media.

Y ahora analicemos los grandes inventos de Rubalcaba, el indignado. El primero, pedir a bancos y cajas que dediquen una parte de sus beneficios a la creación de empleo, algo inédito en el mundo. Pero, vamos a ver, don Alfredo, el beneficio conjunto de bancos y cajas imputable a España después de impuestos en 2010 fue de 5.000 millones de euros. En el Santander y el BBVA sólo el 16% de sus beneficios fue imputable a España. Si dedicarán, por ejemplo, un 10% al tema serían 500 millones y esa cifra para solucionar el problema del paro simplemente es una broma. Parece que ni se han molestado en hacer un solo número, 500 millones es menos de lo que nos expolian los titiriteros de la SGAE y, además, si uno de nuestros principales problemas es la falta de crédito es obvio que esto empeorará la situación. ¿Y qué van a pensar los mercados? Es más, ¿por qué sólo la banca y no los monopolios energéticos, que están abusando de los consumidores como jamás lo hicieron en el pasado?

Sin embargo, el asunto es mucho peor. Comparen ahora esa cifra con los 50.000 millones que entre dinero directo y avales entregamos a cajas y bancos en 2010. ¿Por qué no dedica esos 50.000 millones a crear empleo y que los bancos se busquen la vida como puedan? Esto no es solo demagogia al por mayor, es una burla sangrienta a los jóvenes y a los parados.

El segundo tema: el impuesto sobre el patrimonio, un impuesto tan injusto y regresivo que ya no existe en ningún país del mundo. ¡Deje de mentir, don Alfredo! Ese impuesto recae en un 98% sobre la clase trabajadora y sobre la clase media y, por supuesto, sobre todos aquellos que hayan ahorrado lo suficiente para comprarse una vivienda. Los grandes patrimonios, por si no lo sabe usted, están exentos del impuesto de patrimonio vía SICAV. De los aproximadamente 2.500 millones que se recaudaron el último año que estuvo en vigor, menos de 50 corresponden a lo que usted denomina grandes fortunas.

Asimismo, lo del contrato a tiempo parcial es pura demagogia, y lo del cambio del sistema electoral, donde no concreta nada, es otra tomadura de pelo. Y, sin embargo, no ha dicho ni pío del gigantesco despilfarro económico, donde sólo entre la mala gestión de las compras y las duplicidades entre administraciones se despilfarran anualmente 50.000 millones de euros.

Una alternativa diabólica

Si con esta chapuza -menos de 3.000 millones de euros entre la tasa bancaria y la reimplantación del impuesto del patrimonio- pretende arreglar la crisis y el paro es que necesita que le examinen. Aunque lo más probable es que no sea esa su intención, sino volver a engañar una vez más a los ciudadanos. Pero, aún siendo cierto de que el número de descerebrados en España por kilómetro cuadrado supera ampliamente la media europea, no es tan abultado como cree don Alfredo. Para este viaje no hacían falta alforjas.

En todo caso, la táctica de Rubalcaba es clara: tratar de recuperar una parte del voto de la izquierda y que Rajoy no alcance la mayoría absoluta. En definitiva, una táctica populista suicida, demagogia químicamente pura, cuya única ventaja es que llevará al socialismo español al desastre, que es la condición ‘sine qua non’ para que España supere la crisis y se recupere la unidad nacional, porque con los socialistas no hay posibilidad de supervivencia para España. Pero de momento, y sin tomar medida efectiva alguna en una economía que camina directa hacia el abismo, el daño adicional que pueden ocasionarnos los socialistas es espectacular.


Cotizalia - Opinión

Rubalcaba. Trivial y significativo. Por Agapito Maestre

Uno, Rajoy, sale de ganador y sólo aspira a triunfar por la máxima diferencia sin arriesgar una sola promesa, mientras que el otro, Rubalcaba, que sabe que va de perdedor, quiere arriesgarlo todo.

El fanático sólo soporta sus convenciones, más aún las considera necesarias, mientras que las ajenas las desprecia por arbitrarias. El escéptico, por el contrario, toma en consideración las convencionalidades del otro, a veces para reírse, pero, en muchos otros casos, para desengañarse de las propias. Entre una y otra actitud, quizá, haya un camino intermedio, merece la pena ensayarlo si observamos la campaña preelectoral, una convención política, que comenzó el pasado sábado con dos discursos rigurosamente complementarios tal y como corresponde a dos políticos experimentados, viejos, incluso pasados de rosca, para crear ilusiones a un país lleno de odio y resentimiento.

Del enfrentamiento fanático que inunda la escena política española, especialmente en la perspectiva ideológica, no saldremos con este tipo de políticos, es decir, aunque sean dos candidatos muy diferentes en el estilo y el origen, diríase que se complementan a la hora de aburrir a la concurrencia. El tedio, a veces, es peor que la alteración permanente, porque es una muerte en vida. Los dos candidatos han sido ministros de Educación y del Interior. Los dos conocen las tripas del sistema político como nadie. Los dos son conscientes de que la política institucional española, como la del resto de Europa, es dependiente de las encuestas electorales; y éstas siguen dando ganador a Rajoy por casi 16 puntos, eso significa que casi todo debe ser interpretado en esa clave, es decir, los silencios y la palabrería estarán determinados por los resultados de la encuestas. Los dos conocen bien, obviamente, sus expectativas y sus límites. Uno, Rajoy, sale de ganador y sólo aspira a triunfar por la máxima diferencia sin arriesgar una sola promesa, mientras que el otro, Rubalcaba, que sabe que va de perdedor, quiere arriesgarlo todo.

Por todo eso, aparte de las encuestas, será menester adivinar lo significativo de esos dos discursos a través de lo trivial. De lo que está a la vista de todos, o sea de lo que dicen, aunque lo dicho se contradiga con lo hecho, podemos extraer una pizca de saber. Reconozco que, si hago abstracción de su pasado inmediato, próximo y remoto, la palabrería de Rubalcaba dice cosas. Transmite propuestas más o menos concretas. Demagógicas, sí, pero no corresponde ahora analizar ese asunto, sino reconocer que en una campaña electoral lo decisivo es que los candidatos digan cosas claras y distintas. Eso, en mi opinión, lo ha cumplido Rubalcaba a rajatabla, y además sin leer papeles; en efecto, sus mensajes fueron nítidos, pueden ser fácilmente memorizados; por ejemplo, nadie dejará de entender que parte de los beneficios de la banca, según indicaba Rubalcaba, serán utilizados para crear empleo. Por el contrario, el discurso de Rajoy en la clausura del campus de FAES no dio un solo titular claro y, sobre todo, nuevo. Algo, en fin, que llevarse a la boca y que le dé unos pocos más de votos.


Libertad Digital - Opinión

Zapatero bis. Por José María Carrascal

Rubalcaba hizo lo que Zapatero al comenzar la crisis: ignorarla, olvidar la realidad, anunciar medidas cosméticas contra ella.

LO más importante de su presentación como candidato socialista no fue lo que dijo, sino lo que no dijo: Rubalcaba omitió por completo que somos de hecho un país intervenido por Bruselas, que nos ha impuesto unos deberes que no hemos hecho del todo, con los mercados al acecho. De todo eso, nada de nada. Para compensarlo, el candidato socialista se sacó de la manga dos propuestas —que la banca financie la creación de empleo y restablecer el impuesto de patrimonio para las grandes fortunas— y se quedó tan satisfecho. ¡Como si la banca estuviera para financiar nada, cuando lo que necesita es financiarse ella, y no supiéramos que las grandes fortunas tienen su dinero en inversiones libres de impuestos! En otras palabras: Rubalcaba hizo lo que Zapatero al comenzar la crisis: ignorarla, olvidarse de la realidad, anunciar medidas cosméticas contra ella. O no se da cuenta, lo que sería gravísimo, o nos está mintiendo, lo que sería el colmo, pues es la segunda vez que nos lo hace. En cualquier caso, explican los aplausos entusiastas de Zapatero al escucharle: su sucesor estaba diciendo lo que a él le gustaría decir, pero Bruselas y los mercados no le dejan. En cuanto a la sala, ¿qué iba a hacer sino aplaudir también? Veremos lo que dicen hoy Bruselas y los mercados, porque no ha debido de hacerles ninguna gracia tanta amnesia. Menos gracia aún le ha hecho a la oposición doméstica a diestro y siniestro, que le lanza preguntas como flechas envenenadas: por qué quiere imponer ahora la reforma electoral que rechazó hace pocos meses. O recuperar los impuestos que había eliminado. O crujir a los bancos que había ayudado. O hacer política de izquierdas cuando viene haciendo la de derechas. Puede contestar que antes hay que salir de la crisis. Pero entonces estaría reconociendo que la izquierda no tiene recetas para la crisis. Que las únicas recetas son de derechas. Y tan tonto no es.

Que se trató de un mitin electoral, es decir, de una serie de promesas que no se van a cumplir, no cabe la menor duda. Pero en las precarias condiciones en que nos encontramos, incluso las mentiras toleradas pueden convertirse en boomerang contra quien las pronuncia, y no me refiero a Rubalcaba, sino al Gobierno del que aún forma parte, y en ese sentido, a España. Es posible que haya recuperado algún voto de la izquierda, aunque tampoco tantos, dado lo vapuleada que está por el zapaterismo en descomposición que aquél representa. Seguro, en cambio, es que no ha contribuido lo más mínimo a aumentar el crédito, la confianza, el prestigio, la reputación financiera de España. O sea, para distanciarla de Grecia, que a fin de cuentas es el nombre de este peligroso juego.


ABC - Opinión

PSOE. Derribos Rubalcaba. Por Emilio Campmany

Como no hay forma de que haya partido es trayendo a un felipista reconvertido al zapaterismo con más muertos en el armario que Bela Lugosi y cuyo único prestigio se apoya en sus trapacerías y modos chulescos.

En Prisa tratan de darse ánimos con un editorial que titula Todavía hay partido. Y no lo hay. Es cierto que Freddy lo tiene muy difícil porque no puede reivindicar ninguna herencia, ni la felipista ni la zapaterista, porque las dos son un desastre, pero su problema más gordo es que él contribuyó notablemente a que las dos lo fueran. El caso es que el PSOE va a perder las elecciones generales y ya lo único que preocupa a Rubalcaba es convencer a su gente de que el resultado será malo a pesar de él y no, como es la verdad, que lo será gracias a él.

Habrá quienes crean que, una vez puestos en manos de Zapatero, nada podía hacer el PSOE por evitar el desastre. No es cierto. Cuando se hizo evidente que el pastel se había terminado y Zapatero ya no podría repartir más trozos, el partido debería haberle liquidado. Fue en mayo del año pasado cuando el PSOE tuvo esa oportunidad. Disponía además de dos estrategias. Una, hacer dimitir a Zapatero y poner al frente del Gobierno a alguien con credibilidad suficiente que tomara las medidas que había que tomar y rezar para que en marzo de 2012 hubieran empezado a producir algún efecto beneficioso que poder alegar ante el electorado. Otra, convocar elecciones generales para otoño de 2010 y presentar a un candidato más próximo al centro que no estuviera contaminado de zapaterismo. Ninguna de las dos garantizaba conservar el poder, pero al menos sí que hubiera habido partido.


Pero los socialistas han hecho lo peor. Han dejado al responsable visible de todos los males, Zapatero, al frente del Gobierno. Lo han dejado además para que se desdiga de su propia política y mienta afirmando seguir ahora la opuesta, con lo que pecha con el descrédito de echarse atrás y de hacer política de derechas, pero sin recibir los beneficios que habría obtenido de haberla aplicado realmente, de modo que la economía sigue hecha un desastre.

A pesar de todo, después de las municipales y autonómicas, estaban a tiempo de recuperarse si hubieran elegido a un candidato limpio de zapaterismo que hubiera propuesto un programa de centro izquierda que renegara del radicalismo de Zapatero.

Como no hay forma de que haya partido es trayendo a un felipista reconvertido al zapaterismo con más muertos en el armario que Bela Lugosi y cuyo único prestigio se apoya en sus trapacerías y modos chulescos. Luego, cuando se queden en 140 diputados, dirán que, tal y como estaban las cosas, no es mal resultado.

El sempiterno problema del PSOE ha sido que sus dirigentes han puesto siempre al partido por delante de España. Ahora vemos que, además, se ponen ellos mismos por delante del partido. Pero ¿a quién le iba a extrañar que Freddy prefiera ser el dueño de una escombrera antes que no ser dueño de nada?


Libertad Digital - Opinión

Rubalcaba en cal viva. Por Gabriel Albiac

Rubalcaba durará, entonces, lo que sus conmilitones tarden en encontrarle un lote de cal viva.

¡ÉL, que ejerció de portavoz del Gobierno GAL-Glez, trocado ahora en perroflauta...! Sic transit gloria mundi... Yo, en su lugar, como que hubiera preferido pasar unos dignos meses en el trullo, jugando al dominó con Barrionuevo y Vera, mejor que revestir florecillas californianas, mustias, ¡ay!, de más de cuarenta años. Digámoslo con el mejor Aristóteles: no, no es que todo sea efímero, es que «llamamos vida a la podredumbre». Y esa podredumbre, en política, exige minuciosas contabilidades negras en dinero y muerte.

¿A cuántos asesinó el GAL? ¿A cuánto se cotizó cada cadáver en fondos reservados? Ya no recuerdo cifras: también mi memoria es precaria. Recuerdo, y eso dudo poder olvidarlo, las fotos de despojos humanos, en las primeras páginas del día en el cual —un decenio después de su suplicio— aparecieron los cadáveres, triturados y tratados con mimo a la cal viva, de Lasa y de Zabala. Recuerdo al portavoz del Gobierno-Gal. Del anacrónico neohippie de ahora, dudo que nada quede en mi memoria futura. El ridículo da grima y lo borramos. No sólo el nuestro. Ver a un provecto político con tal biografía evocar el verano del amor y de las florecillas sobre el ausente cabello, no me genera ya ni desprecio. Pero tampoco soy tan duro o tan canalla como para poder carcajearme a gusto. La uñas arrancadas, los huesos triturados, la cal viva sobre los restos de Lasa y de Zabala truecan mi carcajada en vómito.


Pero, ¿cómo es posible tener una cara tan dura? Cuando, entre el 11 y el 13 de marzo de 2004, vi y escuché a Rubalcaba recuperar la iniciativa publicitaria del PSOE sentí miedo. Alguien a quien González encargó de imponernos a todos el sano dogma de que, acerca del GAL, «ni había pruebas ni las habría nunca» no era el más adecuado para calmar las horribles sospechas que lo sucedido provocó en todos los que no supimos ser ciegos a lo demasiado horrible. Quien quiera que dictase su nombre para el ministerio a cuyo abrigo germinaran antaño el asesinato y el robo, tuvo un sentido estético —esto es, ético— depuradamente siniestro. Fuera Zapatero o fuera quien fuese. Que, al final, Freddy el Químico haya decapitado —parcialmente, al menos— a su jefe de estos siete años, nada tiene de extraño.

Más de subrayar es su bajo estado de forma. Hace veinte años, lo hubiera reducido a polvo y a ceniza. Ahora, todo lo que consigue es que renuncie a ser reelegido. Pero, ni en broma, que dimita de la Presidencia. Menos aún, que abandone la Secretaría General del PSOE. Todo el que tenga alguna experiencia de partido sabe por qué es esto tan importante: un político puede plantearse concurrir a unas elecciones perdidas, como forma de tomar posición pública para el futuro. Con una condición: controlar férreamente la Secretaría, a través de la cual tendrá que gestionar en su favor la inmediata travesía del desierto. Si deja ese control del aparato en manos de sus enemigos —dentro de un partido no hay adversarios, sólo enemigos—, está muerto; Rubalcaba durará, entonces, lo que sus conmilitones tarden en encontrarle un lote de cal viva lo bastante eficiente. Y que esta vez, por lo menos, no queden esos desagradables huesos rotos y aquellas uñas arrancadas de cuando lo de Lasa y Zabala.


ABC - Opinión

Hora cero del candidato: a la caza del votante propio. Por Antonio Casado

Futuro con erre. Con erre de Rajoy. O de Rubalcaba, vaya usted a saber, aunque el parte de daños en la causa electoral del PSOE es interminable. Parece tarea imposible su recuperación a corto plazo. Pero ese es el objetivo del candidato socialista a la Moncloa en su hora cero. El sábado demostró una vez más que es una máquina de parir frases redondas y sabe decir las cosas. Ya con dedicación exclusiva y a tiempo completo, ahora deberá convencer a los desertores, unos dos millones de votantes desalentados, de que sabe y puede hacerlas.

Estuvo cercano, firme, persuasivo y didáctico. Siempre mirando a los asistentes al acto y no a la consabida sucesión de folios del orador inseguro. Setenta minutos de discurso apacible, sin gritos, sin soflamas, sin descalificaciones, durante los cuales habló varias veces de “socialismo” y de “los socialistas”, pero una sola vez de “Partido Socialista” (en relación con la austeridad), una sola vez de “la izquierda” (en relación con la educación), una sola vez de Rodríguez Zapatero (en relación a su sacrificio político por España) y ninguna del PSOE.
«No era el día de hacerse el encontradizo con Rajoy. Ni una sola mención al líder del PP. Le aguarda en la batalla de los debates televisados, que piensa reclamar como un derecho de los ciudadanos.»
Repito. Ni una sola vez se refirió a su partido por la marca. Señal inequívoca de que, efectivamente, busca la confrontación en el terreno de los líderes más que en el de las siglas, consciente de que las suyas están seriamente averiadas y de que el votante de centro-derecha no lo ve con malos ojos (no confundir, por favor, con nuestro Tea Party de cercanías). Sin embargo, no era el día de hacerse el encontradizo con Rajoy. Ni una sola mención al líder del PP. Le aguarda en la batalla de los debates televisados, que piensa reclamar como un derecho de los ciudadanos. Frente a la previsible negativa de un adversario a correr el riesgo de salir perdiendo en el cuerpo a cuerpo cuando los sondeos le aconsejan huir de la distancia corta.

Más cuestiones formales. Diferenciación y cercanía. Líneas rojas en lugar de los habituales tonos azules en la corbata del aún vicepresidente del Gobierno, portavoz y ministro del Interior (solo por unas horas). Eliminación de barreras entre quien habla y quienes escuchan para que el verbo se haga carne: “Gracias a vosotros, no me siento sólo”. Lo de diferenciarse es más difícil, aunque no deja de intentarlo. Abandonar los cargos era la primera condición del distanciamiento. Lo suficiente para marcar la diferencia; y no lo bastante para que pueda hablarse de ruptura, pues sería absurdo en quien ha sido determinante en la formación y conformación de los Gobiernos de Zapatero.

En cuanto a contenidos, las grandes líneas programáticas del proyecto Rubalcaba, expuestas el sábado ante un auditorio entregado, respondieron a lo previsto: relectura de la Socialdemocracia (elogio de los servicios públicos, gobernar es redistribuir), conexión con los indignados del 15-M (“O contamos con ellos o ellos dejan de contar con nosotros”, por una política más decente y menos crispada) y guiños centristas (menos funcionarios, más empresarios: “Me voy a partir el pecho por los emprendedores”).

En esas coordenadas hilvanó su esbozo de programa inspirado en la máxima de que hay que ser ambiciosos en los objetivos pero realistas en las propuestas. Demasiado pronto para ir más allá. En el ámbito de las musas todo suena muy bien. Esperemos la prueba del contraste con la realidad para empezar a hacernos una idea de si el vuelo de Rubalcaba es alto y largo como el del águila o corto y apresurado como el de una codorniz.


El Confidencial - Opinión

Rubalcaba. El revival de la revolución pendiente. Por José García Domínguez

En fin, primero se quiso Alfredo; después, Pepunto; luego, Rubalcaba; y ahora pretende hacerse pasar por Roosevelt.

Aprovechando que el derecho a ser tratados como adultos no figura en la carta a los Reyes Magos en que ha desembocado la performance del 15-M, el postulante Rubalcaba se ha animado a declamar un insulto a la inteligencia a modo de programa electoral. Algo que, por cierto, no representa un giro hacia la izquierda, sino hacia la miseria; hacia la miseria intelectual, por más señas, ese territorio siempre fronterizo donde conviven los demagogos de todos los pelajes prestos a capitalizar el resentimiento social. De ahí, entre otras nuevas populistas, el solemne compromiso de resucitar el Impuesto del Patrimonio con destino "a los ricos".

Carnaza retórica para exclusivo consumo de una plebe audiovisual ignorante de que, ni siquiera hace un mes, el PSOE rechazó en el Congreso una propuesta similar de Izquierda Unida. Carnaza como esa otra proclama de inequívoco aroma chavista, el anuncio de una tasa específica que grave los beneficios de la banca, destinada a "crear empleo". ¿Y por qué a los bancos y no a las ferreterías o a los mayoristas de plátanos? Quizá porque procede echar a los leones al "sistema financiero más sólido del mundo". Alguien tiene que pagar por las epopeyas de los días de vino y rosas. Como las célebres del compañero Hernández Moltó, el Adam Smith de Caja Castilla-La Mancha cuya fe en el libre mercado lo empujaría a conceder créditos por valor de setenta y seis mil millones de pesetas a tres familias, tres, de compadres suyos. Y el chivo expiatorio, parece, ha de ser la banca privada.

En fin, primero se quiso Alfredo; después, Pepunto; luego, Rubalcaba; y ahora pretende hacerse pasar por Roosevelt. Olvida Pérez, sin embargo, que durante la Gran Depresión las ayudas del Gobierno americano se dirigieron a la gente; a las familias angustiadas por el pago de las hipotecas, no a las entidades financieras inquietas por su cobro. En concreto, destinó el equivalente a setecientos mil millones de dólares actuales a las personas que no podían costear el recibo de esa losa a fin de mes, frente a algo menos de doscientos mil dirigidos a comprar acciones de los bancos en crisis. Justo lo contrario, pues, de cuanto aquí ha llevado a cabo su Gobierno. Detalle baladí que alguien le debiera explicar.


Libertad Digital - Opinión

La escalera de incendios. Por Ignacio Camacho

Rubalcaba no es una esperanza de renovación sino una escalera para escapar del edificio en llamas del zapaterismo.

HAY algo que no se les puede negar a los socialistas, y es lealtad a las siglas y moral de combate. Con unas encuestas como las que tiene en contra Rubalcaba y una derrota tan dolorosa y reciente a cuestas, en el PP se habría producido una grave crisis de liderazgo y de confianza, y en sus reuniones de partido brillarían los puñales y las navajas cachicuernas. Brotarían candidatos de diverso pelaje respaldados por banderismos mediáticos y en el propio electorado hubiese cundido una mezcla de cainismo y desánimo. El PSOE, en cambio, herido de gravedad en términos objetivos y sumido en una depresión moral severa, ha sido capaz de cerrar filas y aglutinarse alrededor de un candidato de emergencia rescatado de su memoria histórica, una elección que en otras circunstancias hubiera constituido una invitación al harakiri colectivo. La socialdemocracia ha apretado los dientes y tocado a rebato con unidad digna de elogio, pasando por encima incluso de sus propias reglas internas —las primarias— y aplastando con rigurosa disciplina cualquier intento individual de regeneracionismo. Hasta Zapatero se ha dejado basurear sin objeciones y parece dispuesto a entregar el mando a distancia del Gobierno a un heredero que ha zarandeado su política para escapar del naufragio.

Y todo ello sin apenas expectativas razonables de conservar el poder, sin otra meta que la de alcanzar una derrota honrosa, la de evitar una catástrofe que deje a la izquierda para los leones, triturada a merced de una refundación histórica. Sólo para salvar los muebles. El reagrupamiento socialista en torno a un superviviente del felipismo constituye un retroceso objetivo de una década que devuelve al PSOE a la etapa prezapaterista y convoca el fantasma de Almunia, presentado en su momento con el mismo halo pragmático y sensato del que ahora pretende rodearse Rubalcaba. Se trata de un movimiento autodefensivo motivado por el instinto de supervivencia, pero revela la incapacidad del partido para fabricar un liderazgo contemporáneo. Detrás de Zapatero no había nada, o lo es que resulta aún peor, no había más que un tardozapaterismo aún más bisoño y menos fiable. Colocada ante la necesidad imperativa de sobrevivir a unas circunstancias de adversidad extrema, la izquierda española ha rebuscado en las cenizas de un período de esplendor caducado. Lo ha hecho con unidad y orden, sin espectáculos fraccionarios, pero emitiendo a la sociedad un mensaje de agotamiento ideológico y esclerosis generacional.

Rubalcaba no representa una esperanza de renovación ni una baza de futuro, sino una opción de rescate. Una escalera de seguridad por la que escapar del edificio en llamas del zapaterismo, a punto de desplomarse sobre sus propios escombros. La fe con que los socialistas se agarran como mal menor a su experiencia demuestra hasta qué punto ha fracasado la democracia bonita.


ABC - Opinión

La larga sombra de Alfredo

El nuevo candidato del PSOE mantiene su control e influencia en el Gobierno. La tarde de fanfarrias y abrazos de despedida de sus compañeros de partido, ante el nuevo desafío político, intentaba ser real. Sin embargo, tras ese reinventarse a sí mismo, en el que Alfredo P. realizó un encendido discurso izquierdista con los clásicos guiños a apretarle las clavijas a los bancos, mediante nuevas tasas; o a desarrollar «políticas redistributivas», esto es, con nuevos impuestos; por no hablar de sus apuestas para atraer al movimiento 15M con una reforma de la ley electoral, como hoy apunta LA RAZÓN, Alfredo «seguirá» en el Gobierno. No se va porque ni puede ni quiere irse. Son demasiados años manejando los hilos del poder, demasiados secretos y claves en la gobernación del país para ahora dejarlo todo y pasar a otro plano para orquestar una campaña electoral. Pese a su discurso rompedor con lo dicho y hecho por Rodríguez Zapatero, Rubalcaba no será un punto y aparte. Si acaso un punto y seguido; ya que el discurso del Gobierno, y eso sí es un hecho, lo escribe él. Con el permiso del presidente. Y aquí surge otro de los problemas en los que anda inmerso el PSOE. No puede haber dos dirigentes uno en el partido y otro en el Gobierno. Es una contradicción. De ahí que desde el entorno de Rubalcaba se apueste por adelantar las elecciones, aunque conociendo al personaje puede querer esto y lo contrario, posiblemente a noviembre. Y surge otro problema. En las quinielas del partido para los comicios, muchos altos cargos ya han comenzado a moverse. Quieren su puesto en las listas de Alfredo. Unos deseos que se complican con la gobernabilidad de España. No se puede tener la cabeza en la «res publica» y, a la vez, en la intriga política. Por otro lado, capítulos tan importantes como la lucha antiterrorista, que fue impulsada de manera clara y firme por el Gobierno del Partido Popular con la colaboración del PSOE, ha sido coto de Alfredo P. No se espera ningún avance económico importante que mejore las malas perspectivas electorales del PSOE. Por ahí no tiene nada que rascar. Por eso es vital para Ferraz que, de aquí a las elecciones, la banda terrorista ETA no cometa ningún atentado ni se reactive la extorsión a los empresarios antes de la celebración de los comicios. Con Bildu en las instituciones, ETA y su entramado tienen bombas y votos, dinero y recursos para subir la apuesta en sus envites al Estado. Rubalcaba ha perdido, en los últimos tiempos, varias manos contra el entramado etarra. Mala carta de presentación para un candidato. Porque bajo su gestión el desempleo se ha disparado en trece puntos y los datos de déficit y la caída del PIB arrojan demasiadas sombras sobre su capacidad de devolver a España a la senda del crecimiento. En primera línea de los fracasos socialistas, protagonista en el Gobierno de los errores cometidos para hacer frente a la crisis económica, del desempleo y los recortes sociales, su estrella política lleva camino de palidecer tan rápido como sus compañeros en el Gobierno sigan acumulando números rojos y fracasos. ¿La alternativa de qué es Alfredo?

La Razón - Editorial

El gran ajuste pendiente

Los precios de la vivienda tienen que bajar más para reactivar el mercado de la construcción.

Casi tres años después del pinchazo de la burbuja inmobiliaria, alentada por los Gobiernos del PP y tolerada durante la primera legislatura de Rodríguez Zapatero, el mercado de la vivienda sigue siendo el gran problema de la economía española. La venta de casas, pisos e inmuebles está paralizada, la construcción es responsable de la pérdida de más de un millón de empleos y su aportación al crecimiento sigue siendo negativa. El tenebroso panorama de la construcción ha recibido recientemente confirmación estadística: en 2010 quedaban casi 700.000 viviendas nuevas por vender mientras que las instituciones financieras, como consecuencia del colapso del mercado, acumulan más de 65.000 millones de euros en inmuebles o suelo que el mercado es incapaz de absorber.

Desde que empezaron a percibirse los primeros síntomas del crash inmobiliario en España se advirtió que la única solución al empacho de vivienda (en 10 años se iniciaron más de 5,5 millones de pisos en una explosión de irracionalidad que suponía que el mercado lo absorbería todo y los precios nunca bajarían) era un ajuste rápido y profundo de los precios. El entonces vicepresidente Solbes explicó, con fundamentadas razones, que cuanto más deprisa bajaran los precios antes se disolvería la crisis y antes el sector de la construcción podría recuperar un ritmo de funcionamiento capaz de crear empleo. Este criterio exige, además, un cierto compromiso político para no favorecer la creación de una nueva burbuja, por lo cual se adoptó la decisión de eliminar las desgravaciones fiscales a la compra de vivienda.


Pero el ajuste no se ha producido de forma rápida ni profunda. De hecho, en los últimos dos años se ha apoyado sencillamente en dejar de construir, de forma que el ritmo de absorción de las viviendas terminadas es tan lento que el mercado puede tardar un lustro en recuperarse. Los precios apenas han caído un 16% (como media) cuando, dado el enorme stock sin colocar, parece necesario hundir los precios en torno al 40%. Esto es más fácil de decir que de hacer. Los particulares se niegan a depreciar el valor de sus activos inmobiliarios y los bancos entienden que una caída rápida del valor deterioraría un poco más sus balances, incluso aunque en sus cuentas aparezca provisionada una parte de los inmuebles embargados.

No hay incentivos para bajar los precios. Y menos cuando se observa que el aspecto más delicado de la relación entre el mercado financiero y el inmobiliario está en el riesgo de aquellas sociedades inmobiliarias que están siendo sostenidas por bancos y cajas simplemente para que su desplome no imponga nuevas e insostenibles cargas de pisos embargados a las instituciones financieras. Los promotores y constructores piden fórmulas imaginativas para acabar con este colapso de ladrillo que asfixia las opciones de crecimiento económico. Pero la solución más eficaz es bajar los precios. Y de esas soluciones imaginativas debería descartarse cualquier subvención directa o indirecta.


El País - Editorial

El estigma del zapaterismo

Rubalcaba dedicará todos y cada uno de los días que resten hasta las elecciones a su acreditada especialidad: retorcer, manipular y tergiversar la realidad. Por eso será necesario que, mientras tanto, sus mentiras se combatan recordando la verdad.

En efecto, como dice Elena Valenciano, el nuevo candidato Rubalcaba no supone una enmienda a Zapatero. En ningún caso podría serlo cuando desde el comienzo fue su portavoz parlamentario para pasar a asumir, más adelante, la batuta en las negociaciones con la ETA desde la cartera de Interior y la dirección del Gobierno desde la Vicepresidencia Primera. Especialmente en el último año, nada se ha hecho o desecho en el Ejecutivo sin el visto bueno de Rubalcaba. Su elección como candidato no supone ninguna ruptura, sino la más suicida de las continuidades.

Pese a ello, pocas dudas caben de que la estrategia electoral de esa funesta fusión del felipismo y el zapaterismo consistirá no sólo en acercarse al 15-M, sino a distanciarse de las decisiones políticas del Ejecutivo socialista. No es de extrañar, pues el de Zapatero pasará a la historia como el peor Gobierno de nuestra democracia.

El problema para Rubalcaba es que tiene acumulados demasiados muertos en el armario. Si carga demasiado contra Zapatero, el estigma de haber sido su ministro y de contar con su respaldo sólo se acrecentará. Si lo hace demasiado poco, perderá las elecciones. Imposible equilibrio cuyas contradicciones internas no harán más que acrecentarse conforme se acerquen los comicios a menos que asistimos a un ejercicio de propaganda masiva.

Hasta el momento, la mitad de los españoles desconfían de Rubalcaba. Demasiado pocos para la cantidad de infamias que el socialista ha perpetrado en todos los frentes imaginables. Bienvenidas sean, por tanto, todas aquellas campañas ciudadanas dirigidas a desenmascarar al ex ministro y a recordar sus destrozos. No cabe duda de que el ex ministro del Interior dedicará todos y cada uno de los días que resten hasta las elecciones –todos y cada uno de los días que Zapatero se empeñe en prolongar el calvario de España por conveniencia personal y partidista– a su acreditada especialidad: retorcer, manipular y tergiversar la realidad. Por eso será necesario que, mientras tanto, sus mentiras se combatan con la verdad. Lo último que necesitaría España son otros cuatro años de un desnortado radicalismo izquierdista.


Libertad Digital - Editorial

Placebo para socialistas

El PSOE ha zanjado la transición de Zapatero a Rubalcaba sin afrontar una verdadera renovación ideológica

DEFINE el Diccionario de la Real Academia la palabra placebo como «sustancia que, careciendo por sí misma de acción terapéutica, produce algún efecto curativo en el enfermo, si este la recibe convencido de que esa sustancia posee realmente tal acción». El discurso de Pérez Rubalcaba del pasado sábado, al ser designado oficialmente candidato del PSOE, se ajustó a esta definición, porque administró a su partido una dosis indolora de continuidad izquierdista. Fue, en efecto, puro placebo para socialistas, porque Rubalcaba propuso a sus compañeros una estrategia de acomodación en ideas rancias sobre ricos y bancos y en las habituales promesas sobre el Estado del bienestar. Con semejantes planteamientos, el PSOE ha zanjado la transición de Zapatero a Rubalcaba sin afrontar una verdadera renovación ideológica. Si el PSOE fuera consciente de hasta qué punto debe revisar su ideario, más aún tras la derrota del 22-M, habría comprendido que con el discurso de Rubalcaba va a tener un recorrido muy corto. Sin duda, este discurso no reveló «el proyecto de país» que anunció Zapatero ni justificó la expectación que mostraba el presidente del Gobierno. Respondió a la previsión de que sería pura endogamia de partido, con unos compañeros dispuestos a aplaudir lo que dijo o su contrario. De hecho, durante estos últimos años han aplaudido tanto los planes de rescate bancario, sin exigir responsabilidades a cambio, como la buena sintonía de Zapatero, sin objeción de Rubalcaba, con los grandes banqueros españoles, de los que siempre buscó el aval a sus reformas. El proyecto para España habría exigido una mención a la política territorial y a los pactos con los nacionalistas; una clarificación sobre la actitud ante Bildu; una definición de las apuestas diplomáticas de nuestro país; un análisis sobre la crítica situación de la Justicia y del TC; y, entre otras cosas, un plan creíble para la reforma de la enseñanza. En definitiva, podía esperarse un discurso de mayor altura. Pero no lo hubo, porque el PSOE no está en condiciones de asumir compromisos de envergadura ideológica.

Como candidato oficial, Rubalcaba va a tener el mismo problema que ha tenido en estas semanas como vicepresidente y candidato de hecho: la pregunta de por qué no ha aplicado en el Gobierno sus milagrosas recetas contra el paro. Hay tiempo. Es más, el próximo viernes Zapatero y su renovado Gobierno pueden aprobar por real decreto-ley la subida de impuestos a bancos y a ricos que tanto ha gustado al PSOE. Rubalcaba, en coherencia, debería exigírselo.


ABC - Editorial