domingo, 5 de junio de 2011

La hora de la verdad. Por José María Carrascal

¿Va el Gobierno a hacer una reforma del sistema de contratación auténtica o va a quedarse a medio camino?

DE la verdad o de la mentira, pues va a descubrirnos si el Gobierno es sincero o falso cuando asegura que su primer objetivo es reducir el paro. Nos lo va a decir la reforma que haga de la negociación colectiva, una vez que sindicatos y patronal han sido incapaces de llegar a un acuerdo sobre ella. ¿Va a contentarse con una mini reforma, con ciertos retoques aquí y allá, pero dejando más o menos las cosas como están, o va a hacer una reforma de verdad, cambiando aspectos fundamentales de las normas que hoy rigen las relaciones contractuales de patronos y obreros? Porque si hace lo primero, habríamos adelantado tan poco como con la reforma laboral, que ha tenido escaso, por no decir nulo efecto en el paro; mientras si hace lo segundo, es probable que el mercado laboral se anime. La razón es muy sencilla: los empresarios sienten auténtico terror a contratar, incluso si la coyuntura lo aconseja, por miedo a las dificultades que tendrían caso de tener que deshacerse de esos empleados si las circunstancias cambiasen, algo que nadie puede garantizarles no ocurra. Mientras si las condiciones de contrato fueran otras, posiblemente se animarían a contratar. Pero para que ese cambio se realice tiene que haber una reforma del sistema de contratación auténtica, a fondo, empezando por negociarse, no por sectores, sino por empresas, ya que no pueden regir las mismas condiciones en una empresa que va bien que en otra que va mal, en una con beneficios que en otra con el agua al cuello. Esto, que ve y entiende todo el mundo, no ha entrado todavía en el foso donde se encuentra la legislación laboral española, donde conceptos como productividad, flexibilidad, competitividad siguen considerándose anatemas, cuando son los que rigen hoy las relaciones laborales en el mundo desarrollado. Con ésta y otras parecidas «conquistas sociales irrenunciables» hemos llegado al 20 por ciento de paro, que se dobla en el sector juvenil. Eso sí, podemos presumir de tener los sindicatos más potentes, más anacrónicos y más subvencionados del mundo. Se merecen otro artículo para ellos solos, que les prometo.

¿Qué va a hacer el Gobierno? Habrá que esperar al próximo viernes para saberlo, pero los indicios apuntan a otra semi reforma —pseudo reforma más bien— para no disgustar a los sindicatos y tratar de venderla en Bruselas como una reforma auténtica. Puede que consigan apaciguar a aquéllos y despistar a ésta, absorta en la crisis griega. A los que no va a convencer es a los empresarios españoles, que son quienes tienen que contratar. O sea que, parados, perded toda esperanza. Demostrándose de paso que el primer objetivo del Gobierno no es el empleo, sino no perder las próximas elecciones. Aunque las pierda España.


ABC - Opinión

Edimburgo. Por Alfonso Ussía

Me ha divertido mucho el reportaje de Begoña Pérez publicado en la Otra Crónica del diario «El Mundo» acerca del duque de Edimburgo. Hoy es domingo y los lectores merecen otra cosa que no sea política. A Edimburgo lo conocen en Inglaterra como el «Duque del Peligro», porque sus salidas y entradas nunca se ajustan al protocolo. Días atrás, por un simple chorreo del Rey a un grupo de periodistas se armó la marimorena en España. Si hace lo mismo que el duque ya estaría Almudena Grandes y sus huestes cejeras preparando el asalto a la Zarzuela. Una reja separaba a los informadores de la comitiva Real. La Reina Isabel II marchaba en cabeza, y su marido, como siempre, a dos pasos medidos. Cuando nadie lo esperaba, Edimburgo se sacó de la manga una bolsa de cacahuetes y se los tiró a los periodistas como hacen los niños con los monos de los zoológicos. Allí tienen más sentido del humor y la sangre no llegó al Támesis.

El duque de Edimburgo – «no soy nada, sólo un maldito parásito»– siempre ha destacado por su ironía y sentido del humor. El Presidente de Nigeria visitó a la Reina y su marido en el Palacio de Buckingham. Iba vestido con el traje tradicional nigeriano. «Parece que está usted listo para irse a la cama», le comentó el duque. La Reina se interesó por un ciudadano con problemas visuales. «¿Le queda algo de vista?»; el ciudadano se disponía a responder cuando se oyó la voz de Edimburgo: «No mucha, a juzgar por su corbata». Eran tiempos de la Guerra Fría. El Muro aún no había sido derribado. Se programó un viaje oficial de la Reina Isabel y el duque de Edimburgo a la URSS. Un comentario de Edimburgo echó por los suelos todos los planes: «Me encantaría visitar Rusia, aunque esos bastardos asesinaron a la mitad de mi familia». Lo malo, o lo bueno, es que era verdad.


Mi inolvidable e inolvidado Santiago Amón acostumbraba a reconocer su admiración por el duque porque nadie como él sabía mantenerse erguido cuando se ponía todas sus condecoraciones. «Me las pongo para que vean que todavía soy alguien». En sus viajes oficiales a los países de la «Commonwealth» Edimburgo es un constante peligro. Al Gobernador de las Islas Caimán: «¿No son ustedes descendientes de los piratas?». A un jefe aborigen en una visita a Australia: «¿Todavía arregláis vuestros problemas a lanzazos, flechazos y cachiporrazos?». Al saludar a una mujer en Kenia, ataviada a la usanza de aquel precioso país: «¿Es usted una mujer, verdad?». A una deportista que consiguió atravesar de norte a sur la isla de Papua: «¿Cómo has conseguido que no te coman?». En una reunión de amigos, respondió así a uno de ellos que se interesó por la Reina Isabel. «Es leal, estricta y ordenada. Y manda mucho. Como siga así, voy a tener que decirle que se vaya de casa». Eso se lo adjudicó como autor, años más tarde, Jesús Aguirre para referirse a la duquesa de Alba: «Cayetana está últimamente muy nerviosa y le he dicho que, o cambia, o se tendrá que ir de casa».

A sus noventa años asiste a todo lo que el protocolo le exige, aunque se pase el protocolo por las medias en las que luce su Jarretera.No puede dominar sus deseos de divertirse y hacer más difícil la fría armonía de la Corona británica. Aquí en España, le pondrían en la boca un esparadrapo. No aguantamos ni una. Eso, nuestro dogmatismo, siempre reñido con el sentido del humor.


La Razón - Opinión

Proyecto piloto. Por Ignacio Camacho

El plan de austeridad del PP es un ejercicio de rigor necesario, pero impreciso como proyecto piloto de recuperación.

EL triunfo del 22 de mayo ha colocado a Rajoy en la escalinata de acceso a La Moncloa, pero también le ha traído el regalo envenenado de unas instituciones en bancarrota, anticipo de lo que puede encontrar en los cajones del Estado. Con el mapa del poder territorial teñido de azul, con un dominio abrumador en autonomías y municipios, el Partido Popular va a tener que descubrir algunas cartas antipáticas en materia de ajuste y someterse al escrutinio amplificado de unos adversarios que lo quieren presentar como una suerte de terminator del bienestar social. Cada recorte de gasto, por leve o imprescindible que sea, va a ser interpretado por la izquierda como un anticipo del desmantelamiento asistencial que espera tras el triunfo vaticinado en las encuestas. De hecho, Rubalcaba y sus terminales mediáticas ya han apuntado esa línea argumental, soslayando con desahogo la sospecha de que la quiebra que deja el PSOE en sus autonomías puede ser sólo calderilla si se confirman los temores que los populares alientan sobre la tesorería de la Seguridad Social y otras estructuras financieras nacionales.

El plan de austeridad que ha presentado esta semana Rajoy trata de desactivar ese clima de suspicacia con un ejercicio de rigor presupuestario, pero como proyecto piloto de regeneración económica resulta impreciso, insuficiente e indeterminado. Y es una broma centrar el problema en la deuda de las instituciones recién conquistadas eludiendo la de las comunidades y ayuntamientos donde lleva tiempo gobernando el PP. Aunque la música suena bien, a la letra le falta contenido. Da la impresión de que, ante la posibilidad de encontrar sorpresas muy desagradables, la única política posible a corto plazo consiste en denunciar la ruina heredada, dar ejemplo con una severa limitación de gastos y acometer una poda del sobredimensionado aparato administrativo. No es poco para empezar, pero alguien tiene que decir cuanto antes cómo piensan pagar a los proveedores.

Los meses que quedan de legislatura van a convertirse en un pulso entre autonomías y Gobierno. Los socialistas no están dispuestos a favorecer en modo alguno al entramado de poder de sus adversarios; antes al contrario es probable que intenten complicarles la vida. Su objetivo táctico consiste en hacerle oposición al PP aprovechando la amplia cuota de responsabilidad pública que acaba de obtener; bien a base de amplificar los presumibles recortes o bien tratando de demostrar que no existe programa alternativo de recuperación. O ambas cosas al tiempo. Sin embargo, para el centroderecha se presenta la oportunidad de desplegar ante la opinión pública la evidencia de que sí hay otra política posible. Mientras la articulan no están de más, auditorías aparte, los gestos de sobriedad y contención que indiquen que al menos sí hay una moral pública diferente.


ABC - Opinión

Rubalcaba. El candidato de la demagogia. Por Emilio J. González

Si el nuevo candidato socialista cree que con enarbolar bien alto la bandera de la demagogia va a cambiar las cosas, se equivoca de plano. Zapatero ya lo intentó y ahí están las últimas elecciones municipales y autonómicas para comprobar con qué resultado.

Rubalcaba se ha estrenado como candidato socialista a la presidencia del Gobierno con un discurso tan demagógico como casposo contra la banca, con la retórica habitual de palabras como "especulación" o "incentivos perversos" sobre los salarios de los directivos. Teniendo en cuenta que esto lo ha dicho durante la presentación de las medidas para acabar con la guerra de depósitos en que se han embarcado las cajas de ahorros, ofreciendo remuneraciones de alto interés después de recibir ayudas del FROB –o gracias a ellas–, lo que hay que entender es que en el PSOE todo ha cambiado para que todo siga igual, es decir, el candidato ya no será ZP sino Rubalcaba, pero el discurso continuará siendo el mismo. Y este no es otro que el de echar balones fuera respecto a la responsabilidad de los socialistas en la gestación de la crisis, para colocar el foco sobre el chivo expiatorio más fácil, que no es otro que la banca.

Lo malo para el nuevo cabeza de cartel electoral del PSOE es que los españoles tenemos memoria, y muy buena, y sabemos perfectamente que las entidades financieras que más responsabilidad tienen en la crisis no son los bancos, sino las cajas de ahorros, esos entes instrumentales que los políticos manejan como quieren. También sabemos que aquí no ha habido especulación, sino dejadez de funciones. Y que la crisis no habría tenido lugar si el Banco de España, con el socialista Miguel Ángel Fernández Ordóñez al frente, hubiera hecho lo que tenía que hacer, que no es otra cosa que supervisar. Pero Mafo, propuesto para el cargo por Solbes y ratificado por Zapatero, no ha estado ni de lejos a la altura de las circunstancias. Es más, su antecesor, Jaime Caruana, fue poniendo más y más exigencias a las entidades crediticias en relación con los préstamos hipotecarios y los créditos a promotores, para frenar su crecimiento y desinflar, de esta forma, la burbuja inmobiliaria, pero fue llegar Mafo al banco y todo esto se acabó, permitiendo a bancos y cajas que hicieran lo que quisieran. Teniendo en cuenta que, en materia de supervisión, el Banco de España depende del Gobierno, a través del Ministerio de Economía, la cuestión es si lo hizo motu proprio, y entonces el Ejecutivo es culpable por dejarle hacer, o si fue forzado a ello y entonces el Gabinete es culpable por no dejarle hacer. En cualquier caso, la responsabilidad es nada más que de los socialistas.

Por supuesto, el PSOE no lo va a admitir y Rubalcaba menos aún. De ahí que ahora asuma los discursos más demagógicos y casposos acerca de la crisis, con el fin de tratar de eludir las responsabilidades que sólo le corresponden al Gobierno y al partido que lo sustenta en el poder. Si el nuevo candidato socialista cree que con enarbolar bien alto la bandera de la demagogia va a cambiar las cosas, se equivoca de plano. Zapatero ya lo intentó y ahí están las últimas elecciones municipales y autonómicas para comprobar con qué resultado.


Libertad Digital - Opinión

Simplemente Alfredo. Por M. Martín Ferrand

Rubalcaba parece el Príncipe de Metternich en el Congreso de Viena cuando se le contempla junto a Rodríguez Zapatero.

ALFREDO el Grande, rey de Wessex, luchó contra los vikingos y sus virtudes, que debieron de ser tan grandes como su arrojo, le valieron un lugar en el santoral del Vaticano. Sin embargo, cuando Gaetano Donizetti llevó su historia al teatro San Carlo de Nápoles tuvo con ella el mayor fracaso de toda su exitosa carrera operística. No es lo mismo encasquetar una corona y manejar la espada en el siglo IX que ejercer como tenor, y con peluca, en el XIX. A nuestro Alfredo, al Pérez Rubalcaba que parece el Príncipe de Metternich en el Congreso de Viena cuando se le contempla junto a José Luis Rodríguez Zapatero con su corte de los milagros en el Consejo de Ministros, le puede pasar lo mismo que al remoto y más barbudo Alfredo anglosajón. Bien estuvo para un pasado próximo en el que la intriga fue más útil que el talento y en el que, entre manipular la Historia y hacer del laicismo feroz una doctrina política, fuimos tirando; pero ahora, como primer actor de la representación, puede parecer menos galán y más malvado.

Por el momento, en lo que se nos alcanza, al personaje le pintan bastos. Quiso cambiar de look—«llamadme Alfredo»— para pasar la página en que aparece como gran corresponsable de lo peor del zapaterismo y, alcanzada la condición populista de simplemente Alfredo, pasado de entrenamiento astuto y maniobrero, puede quedar en Alfredo, simplemente. El fracaso en las negociaciones entre la patronal de la Señorita Pepis y los sindicatos de Pepe Solís —en sus ediciones renovadas pero no mejoradas— le aporta uno de mayor cuantía al catálogo de los problemas que debe lidiar, todavía en su función vicepresidencial, el señalado como «candidato natural».

La pugna entre los mal llamados «agentes sociales» no lo es en función de los intereses de sus supuestos representados, sino en términos de poder y financiación. Ese vestigio vivo e inútil, perturbador, del sindicalismo vertical del Régimen de Franco es una máquina de empleo endogámico e influencias de relevancia superior a la que suele atribuírsele. Arma a la izquierda, le sirve de instrumento a la derecha y, en su conjunto, supone otro elemento de anacronismo y excentricidad en nuestra paródica democracia en la que unos «indignados» en Sol o, más en la sombra, unos comisionistas del conflicto pueden desautorizar, de hecho, al mismísimo Parlamento. Antes de que termine la legislatura, el fracaso negociador, en razón de las medidas que ha de tomar el Gobierno, le complicarán la vida a Rubalcaba en su triple función asistencial del presidente y ello perjudicará el futuro y las posibilidades de Alfredo, simplemente.


ABC - Opinión

Levantar las alfombras

El cambio político en Cataluña, que tras dos legislaturas gobernadas por socialistas e independentistas permitió aflorar irregularidades contables y financieras, tal vez sea el antecedente de lo que puede ocurrir en el resto de las comunidades autónomas y en los ayuntamientos. CiU descubrió un agujero oculto del tripartito; en concreto, heredó un déficit real de unos 7.000 millones de euros, casi el doble de lo que había reconocido el anterior Gobierno. Las sospechas sobre una astronómica deuda oculta en las administraciones después de tres años de crisis se han acrecentado en los últimos meses. Esa situación de opacidad financiera ha sido una de las principales preocupaciones del Partido Popular tras el vuelco del 22-M. De hecho, Mariano Rajoy estableció como un compromiso principal tras la victoria el de incrementar la transparencia de las cuentas públicas con un procedimiento de auditoría incluido. La verificación de la situación real de la tesorería en un proceso de traspaso de poderes es un acto de responsabilidad, pero, sobre todo, de prudencia. Como era de temer, comprobado el precedente catalán, han comenzado a aflorar los primeros indicios inquietantes. Los populares han denunciado que la Junta de Castilla-La Mancha acumula 7.000 millones de euros en deudas y que no hay fondos para sufragar la nómina de 70.000 empleados públicos. Se habla de una situación de «quiebra total» de la Administración regional, que no paga ni la luz ni el teléfono ni a los proveedores, a los que debe 2.000 millones de euros. Aunque generalizar sería notoriamente injusto, no hay motivos para creer que Castilla-La Mancha sea la excepción, sino más bien que otras comunidades se encuentren en circunstancias muy poco nada saneadas. Según los datos de distintas consultoras, las administraciones regionales y locales de España tienen una deuda no incluida en las cuentas oficiales de 26.400 millones de euros, que suele estar relacionada con sociedades o unidades institucionales que no se consideran públicas, porque no tienen una mayoría de capital público aunque son controladas por las administraciones. Otro método utilizado para camuflar los números rojos durante estos años ha sido directamente no pagar las facturas. La situación es una bomba de relojería que puede estallar en cualquier momento. El Gobierno ha censurado la actitud exigente de Mariano Rajoy porque supuestamente siembra dudas en los mercados sobre la salud financiera del país. Pero no es así, sino justamente lo contrario. Lo que perjudica más a España no es la verdad, sino el engaño; no es lo diáfano, sino lo borroso; no son los números reales, sino los rojos guardados en un cajón. Ese mismo discurso del secretario de Estado Gaspar Zarrías fue utilizado por las autoridades griegas con el desenlace bien conocido. Salvo para estrategias políticas cortoplacistas, la transparencia nunca es un problema. Genera credibilidad y confianza, que es lo que más necesita la economía española. Por el contrario, la opacidad es una práctica indeseable en la gestión de los fondos públicos y Rajoy ha acertado con su decisión de levantar las alfombras y ventilar las estancias.

La Razón - Editorial

Evitar la epidemia

Se impone la coordinación y la investigación para hallar el origen de la nueva 'E. coli'.

La crisis desatada por la nueva bacteria E. coli está teniendo unas consecuencias que superan con creces a las producidas por esa primera y errónea alerta sanitaria lanzada por las autoridades alemanas que desembocó en cuantiosas pérdidas para el sector hortofrutícola español. El letal microorganismo ha saltado ya a Estados Unidos, se ha extendido a 12 países y se ha cobrado 17 muertos (todos en Alemania). El número de afectados se empieza a contar por miles y, según los datos disponibles, todos viven cerca del foco infeccioso de Hamburgo o han tenido algún contacto con esa zona en los últimos días. La OMS, la UE y la propia Alemania se hallan ante un importante desafío sanitario: encontrar el origen de la infección y evitar el peor y más temido de los escenarios: una epidemia en toda regla.

Los acontecimientos están demostrando las dificultades que la nueva bacteria presenta a las autoridades sanitarias; dificultades que a duras penas se podían solventar, como intentó en un primer momento la consejera de salud de la ciudad-Estado de Hamburgo, Cornelia Prüfer-Storcks, señalando fáciles culpables en el origen andaluz de dos de los pepinos analizados. Cuatro semanas después de los primeros casos diagnosticados y ocho días después del cierre de fronteras para los productos españoles de la huerta (ya reabiertas el miércoles pasado), la investigación sobre este peligroso brote parece haber vuelto al punto de partida entre el desconcierto de los expertos.


La coordinación sanitaria y la investigación de la infección son ahora prioritarios. Se imponen igualmente las recomendaciones sanitarias y la sensatez en la comunicación. De lo sucedido hasta el momento cabe extraer algunas lecciones de lo que nunca se debe hacer en caso de alerta alimentaria. Tenía razón la consejera Prüfer-Storcks cuando alegaba que frente a la defensa de la salud pública los intereses de una industria deben pasar a segundo plano. Así se actuó en la crisis de las vacas locas o de los pollos con dioxinas. Pero tal jerarquía de valores e intereses debe sustentarse en hechos probados y no en unos análisis inconsistentes que produjeron daños económicos cuantiosos y cierres de fronteras en cadena; el último de ellos, el más incomprensible, dado que ahora se tienen datos más completos del problema, el de Rusia.

Esta crisis ha puesto al descubierto los flancos débiles de los controles alimentarios europeos, insuficientes en el examen de los productos en el tramo final de la cadena de distribución y evidencia la escasa aportación en su papel de árbitro de la Comisión Europea ante un conflicto que ha enfrentado comercialmente a dos importantes socios europeos. Su función se limitará a adjudicar las debidas indemnizaciones, que Alemania, tal como ya ha anunciado la canciller Merkel, apoyará e impulsará en vez de mantener la oposición a la que nos está acostumbrando en los últimos tiempos.


El País - Editorial

La política de tierra quemada del PSOE

La sospecha de una abultada deuda oculta en la mayoría de los organismos hasta ahora controlados por el PSOE, exige la mayor transparencia en la presentación de unas cuentas públicas que van a ser gestionadas por otro partido político.

El varapalo monumental recibido por los socialistas en las recientes elecciones autonómicas y municipales les obligará a desalojar centenares de departamentos oficiales con sus prebendas correspondientes. Para muchísimos personajes sin méritos conocidos que llevan décadas viviendo de la política y que, por tanto, van a tener graves dificultades para ganarse la vida honradamente ofreciendo sus servicios en el mercado, es evidente que la catástrofe electoral del pasado 22 de mayo va a tener efectos traumáticos. Lo que se espera de ellos es que, al menos en las postrimerías de sus respectivos mandatos, tengan un mínimo gesto de patriotismo transmitiendo ordenadamente el poder a sus legítimos depositarios por voluntad popular. Por desgracia para todos los españoles el PSOE nunca defrauda cuando se trata de perjudicar los intereses generales, y el traspaso de poderes al PP tras su muy justa derrota electoral no iba a ser una excepción.

A pocos días de que se produzca la toma de posesión de los nuevos alcaldes, diputados autonómicos y autoridades provinciales, los núcleos duros del poder socialista no parecen muy dispuestos a facilitar la transición de los nuevos mandatarios ofreciéndoles la información financiera, jurídica y presupuestaria a que están obligados, aunque sólo sea por respeto a los ciudadanos que democráticamente les han indicado el camino a la puerta.


La sospecha de la existencia de una abultada deuda oculta en la mayoría de los organismos controlados por el PSOE que ahora han de pasar a manos populares, exige la mayor transparencia en la presentación de unas cuentas públicas para ahora van a ser gestionadas por otro partido político. No por cortesía con el rival vencedor, que también, sino por lealtad hacia unos ciudadanos a los que los socialistas todavía pueden perjudicar notablemente falseando los estados financieros de los organismos que han gobernado, en algunos casos durante demasiado tiempo.

En este sentido resulta asombroso que el candidato Alfredo Pérez Rubalcaba, y de él hacia abajo todos los responsables socialistas, salden sus responsabilidades postreras acusando al PP de magnificar el desastre financiero provocado por el socialismo autonómico y municipal con el fin de justificar unas duras medidas de ajuste. Por supuesto que la situación heredada va a exigir nuevos sacrificios, pero eso es un problema de los nuevos responsables políticos, no de los ya felizmente amortizados.

Los socialistas no suelen encajar bien las derrotas electorales porque ello significa perder las prebendas y gabelas que ellos mismos se han adjudicado pro domo sua, pero es lo que ha dictado una vez más la voluntad popular y su único deber es obedecer ese mandato. La situación actual, además, exige un gesto de lealtad institucional al que los altos cargos del PSOE están obligados por sus graves responsabilidades en el desastre que padecemos. Si el caso de Castilla – La Mancha es representativo, y nada parece indicar lo contrario, la opacidad intencionada sobre las finanzas públicas sería una traición en toda regla a los españoles. No sería la primera vez en la ya larga Historia del PSOE.


Libertad Digital - Editorial

Ideas (reales) para salir de la crisis

Es lamentable que algunos dirigentes lancen guiños de complicidad a los ocupantes de Sol, pero no escuchen estas rigurosas propuestas.

ALGO se mueve en la sociedad española, sin necesidad de ocupar al margen de la ley los espacios públicos ni de permitir que se aprovechen los pescadores en río revuelto. En los últimos meses, diversas asociaciones y fundaciones han sacado a la luz informes y documentos que merecen una seria reflexión porque plantean la necesidad de un nuevo impulso social y político. Hoy reúne ABC a los representantes de la Fundación Everis, el Foro de la Sociedad Civil, el Colegio Libre de Eméritos y la Fundación Ortega, que suman sus reflexiones a los debates que nuestro periódico viene realizando con una llamada a la «regeneración» de España. Reformar la nación, conseguir pactos de Estado duraderos y estables, luchar contra la corrupción o recuperar una genuina división de poderes son objetivos que comparte cualquier ciudadano sensato, preocupado ante la deriva partitocrática de ciertas instituciones y ante el desafío permanente hacia la vertebración territorial. La preocupación por la reforma del sistema educativo es también un clamor social, porque la sociedad del conocimiento pasará una factura muy alta a los países que se queden rezagados en este decisivo terreno. En fin, la crisis económica acelera las demandas de austeridad en el gasto público, innovación y competitividad que resultan imprescindibles para atisbar esa luz al final del túnel que el Ejecutivo siempre anuncia, pero que nunca aparece.

Otras demandas, como una eventual reforma de la ley electoral y la exigencia de apertura de los partidos, coinciden en apariencia con las demandas —confusas y a veces incoherentes— que plantean los «indignados». No obstante, es imprescindible distinguir entre las propuestas rigurosas y bien fundadas y los eslóganes sin contenido. Por otra parte, estas prestigiosas entidades —que expresan sus puntos de vista con moderación, pero con firmeza— coinciden en denunciar la actual crisis de valores, ya que es urgente recuperar el sentido de la responsabilidad, la cultura del mérito y el reconocimiento de la excelencia. Resulta lamentable que algunos dirigentes políticos lancen guiños de complicidad a los ocupantes de Sol y de otras plazas españolas, pero no quieran escuchar estas rigurosas propuestas de regeneración.


ABC - Editorial