domingo, 3 de abril de 2011

Todo Madrid lo sabía... Por M. Martín Ferrand

Lo de ayer fue una nueva escenificación del caos socialista en curso, pero la vida sigue, y con ella la crisis.

A José Luis Rodríguez Zapatero, pobrecito, le ocurre lo que a don Luis, el protagonista de Un hombre de mundo, la más notable de las comedias románticas de Ventura de la Vega:

«Todo Madrid lo sabía,
todo Madrid menos él...»

El líder que no se entera se les apareció ayer a los suyos para informarles que no será el candidato del PSOE en las legislativas del año que viene y, ya en su condición de secretario general del partido, les anunció primarias para después de los comicios de mayo. Dado el nivel de cumplimiento que alcanza en el seno de los partidos políticos en presencia, de todos ellos, el mandato constitucional de democracia interna, ya nada nos parece extravagante e indebido; pero, en puridad, no debió ser Zapatero el pregonero de su futura ausencia puesto que no es a él a quien corresponde la decisión de su presencia. Claro que tampoco es cosa de andarse con tiquismiquis en esta democracia prendida con alfileres en que ha decaído, con graves daños colaterales, la esperanzadora Transición.

Encaramado en su optimismo antropológico, la nota que subraya su insensatez, Zapatero anunció también que concluirá la legislatura. Cumple así los deseos de Emilio Botín, uno de «los cuarenta» con que el socialista remeda «los cuarenta de Ayete» de Francisco Franco. ¿Está en condiciones de asegurarlo? La hipótesis, avalada por las encuestas, de una debacle socialista en las municipales y autonómicas de mayo, ¿no sería razón suficiente para forzar una disolución de las Cámaras y anticipar las legislativas?

Esta democracia de la Señorita Pepis, fofa e inconsecuente, con la que parecemos habernos resignado es un continuo juego de despropósitos en el que no se sabe si valorar más el quietismo temerario de la oposición o la hueca intrepidez del Gobierno. ¿Es posible que fuese Zapatero el único socialista notable ignorante de que su nombre no encabezará las listas madrileñas para el Congreso en 2012? ¿Por qué tanto ridículo secreto compartido por el líder con su mujer y un amiguito conmilitón? Lo de ayer fue una nueva escenificación del caos socialista en curso; pero la vida sigue, y con ella la crisis económica engorda, como la deuda pública, se complica el desastre de buena parte del sistema financiero y, sobre todo, el paro crece y se encanalla. Superará a la vuelta del verano el veintiuno por ciento de la población (moderadamente) activa. En el estreno de la comedia de Ventura de la Vega recitó sus versos Julián Romea. En la comedia socialista en curso, en prosa por supuesto, no hay actores de esa talla. Quizás lo sea Alfredo Pérez Rubalcaba, pero no da para galán.


ABC - Opinión

El día en el que Bambi decidió abandonar el bosque. Por Federico Quevedo

Ha dicho José Luis Rodríguez Zapatero que se va, pero que se queda. Puede parecer un contrasentido, pero no deja de ser el resumen patético de ocho años de Gobierno bajo esa misma premisa, es decir, la de decir una cosa y hacer la contraria: donde Rodríguez presumía de pacifista, nos embarcaba en todas las guerras; donde lo hacía de keynesiano, aplicaba políticas liberales; donde abogaba por el socialismo, abrazaba el capitalismo más feroz; donde presumía de gasto social, lo recortaba a destajo; donde lo hacía de rojo y feminista, acumulaba paro y violencia de género… En fin, que podríamos seguir hasta la eternidad. Ayer por la tarde, camino de Sigüenza, María Dolores de Cospedal me dedicó unos minutos para hacer su lectura del asunto: “Ha dicho que se va, ¿no? ¿Cómo que se va? Se queda. La única manera real de irse son elecciones anticipadas. Y eso de que los barones ahora están liberados… ¿Liberados, de que? Los barones son los mayores responsables y cómplices de un presidente al que luego han querido echar, y encima permiten que se mantenga durante un año en el que se van a seguir haciendo corresponsables de todo lo que haga”. Ellos, y quien le suceda, añadiría yo. “Y para colmo, si lo que pretendían era que no se hablara de Zapatero en esta campaña va a resultar que eso es de lo único que se va a hablar, de eso y de quién le va a suceder”.

Estos días vamos a ver, escuchar y leer de todo. Y de las filas de la izquierda saldrán todo tipo de mensajes laudatorios hacia la actitud de Rodríguez Zapatero. Con ello pretenderán hacer creer que esta decisión vuelve a situar al Partido Socialista en condiciones de disputar un partido que las encuestas le daban por perdido… Pero eso no son más que árboles que no dejan ver el bosque, porque el único beneficiario, hoy por hoy, del anuncio de Rodríguez, se llama Mariano Rajoy. El PP no tiene que hacer otra cosa que mantener el discurso que ha venido ofreciendo hasta ahora, centrado en la difícil situación que atraviesan las familias españolas, en el paro y en la crisis, en la denuncia de las mentiras y los engaños del Gobierno, en la crítica a las medidas ineficaces y a la tardanza con la que se adoptan otras que serían más útiles, y en la reclamación de elecciones generales anticipadas para que un nuevo Gobierno dé impulso al país. Esta exigencia, quizá, cobra ahora más fuerza en la medida que el anuncio de Rodríguez imprime a lo que queda de legislatura una sensación de provisionalidad, de interinidad, que no va a pasar desapercibida ni dentro ni fuera de nuestras fronteras. Es verdad que la legislatura se truncó el pasado 12 de mayo de 2010, cuando Rodríguez se vio obligado por las circunstancias a hacerse una enmienda a la totalidad a sí mismo y poner en práctica medidas que hasta ese momento rechazaba de plano “por motivos ideológicos” según sus propias palabras, pero ayer tocó definitivamente a su fin, y si hasta ahora parecía una agonía, en el Comité Federal de ayer el PSOE tocó a funeral.

Insisto en que la propaganda oficial nos va a vender esta burra como un gesto de generosidad, de sacrificio por su país y por su partido… ¡Y una leche! Lo que ha hecho Rodríguez es decir que no se va a presentar, pero no se va y eso sí sería un gesto de generosidad hacia su país. Y ni siquiera lo es hacia su partido. Aznar tuvo la decencia de anunciarlo con tiempo, pero Rodríguez ha estado jugando con todos como si el país y su partido le pertenecieran. Y mientras siga ahí, al frente del Gobierno y del partido –porque no ha dicho que vaya a dejar de ser secretario general-, él, su partido y quienes le rodean seguirán siendo responsables de lo que ocurra en este país hasta que se vayan, y los ciudadanos van a seguir queriendo pasarle factura al PSOE por sus errores y por los errores de su Gobierno. Es decir, como bien apunta Cospedal, eso de que los barones socialistas se liberan no hay por donde cogerlo, porque si algo ha quedado claro después de ayer es que los ciudadanos van a seguirle poniendo una cara a sus desdichas: la de José Luis Rodríguez Zapatero. Y tras la suya, las de todos los que le siguen apoyando.

Una de las exigencias que desde el momento siguiente al anuncio de Rodríguez de que no sería candidato en las generales vienen haciendo los propagandistas de la izquierda, es la del respeto a su decisión y el reconocimiento a su labor… No seré yo quien lo haga. Primero, por lo dicho, es decir, que no se va. Segundo porque ellos no lo hicieron antes con quien sí se fue en un gesto que simbolizaba respeto por el sistema democrático y la alternancia en el poder, incluso dentro del mismo partido. Y, tercero, porque su labor ha sido la más desastrosa que haya acumulado ningún presidente español en toda la democracia, y la herencia que va a dejar a quién le suceda, que no es otro que Mariano Rajoy, no se la desearía yo ni a mi peor enemigo. Si algo creo que hay que hacer en estos próximos meses es ser todavía más críticos y exigentes con un personaje que actúa sólo en beneficio personal, y que ha tomado una decisión que puede tensionar aún más de lo que ya está la vida pública española, al tiempo que nos vuelve a poner en un escaparate del que nos convenía alejarnos. Rodríguez es un narcisista calculador, egoísta y ambicioso que siempre ha antepuesto sus objetivos personales cortoplacistas al interés general e, incluso, al interés partidario, y acaba de conducir al país a una situación de interinidad y provisionalidad nada beneficiosa para superar la situación de crisis en la que nos encontramos y nos encontraremos todavía durante bastante tiempo. Hace unos meses el semanario The Economist decía que el partido que fuera capaz de cambiar de candidato antes del final de la carrera, ganaría… Pues bien, es el momento de demostrarles lo muy equivocados que estaban.


El Confidencial - Opinión

El PSOE que deja Zapatero. Por Eduardo San Martín

Hace tiempo que los posibles candidatos se han lanzado a la palestra, sin pudor.

Las zozobras que agitaban a la cofradía socialista en las jornadas previas a que el líder se hiciera verbo ante el claustro de Ferraz resultaban un tanto desorbitadas para quien intenta descifrar, con alguna distancia, el desarrollo previsible de los próximos procesos electorales. ¿Alguien que no se sienta atribulado por la amenaza de perder el cargo cree de verdad que la probabilidad cierta de que las elecciones de mayo se conviertan en una consulta de alcance nacional iba a depender de lo que Zapatero anunciara ayer a sus desquiciados camaradas? La gravedad de la situación general, y la fatiga del electorado tras treinta años de gobiernos monocolores, han situado a presidentes y alcaldes socialistas al borde del despeñadero; no las vacilaciones del presidente. Y esa situación cambiará poco aunque Zapatero confirmara ayer lo que todos esperábamos.Otras preocupaciones previas a la epifanía sabatina del líder concernían al efecto que podría tener, no ya sobre las próximas elecciones, sino sobre el resto de la legislatura, la apertura de un proceso de sucesión en estos momentos. Ese debate dominaría la escena política desde que se iniciara y ofrecería al PP, junto a una posible derrota electoral rotunda, un flanco abierto para exigir, con munición de más grueso calibre, elecciones anticipadas. Pero la batalla sucesoria ya la abrió el propio Zapatero estas Navidades y sólo se cerrará cuando se proclame un vencedor, cualquier que hubiera sido la actitud que adoptara ayer el presidente. Hace tiempo que los posibles candidatos se han lanzado a la palestra, sin pudor y con escasa discreción, y nada les detendrá en adelante. Los socialistas no deberían preocuparse por incógnitas que el público da por amortizadas, sino por qué tipo de liderazgo y de partido quieren como alternativa al erial que les dejará un líder al que sobrevaloraron de manera imprudente. Y de eso no parecen estar hablando.

ABC - Opinión

Zapatero. Mutis antes del 'meneo'. Por Cristina Losada

Sólo ha sucedido algo muy prosaico y terrenal y a la altura de cualquiera: un actor cobardón hace mutis antes de que le den un 'meneo'.

No habrá épica en su retirada como no la hubo en su llegada. Apartarse del poder evoca cierta nobleza y la retirada del político goza de buena prensa. El poder es innoble, sabemos, pero seduce al que lo posee. Loas, por tanto, al que se desprenda de sus viscosas ligaduras. Sin embargo, en relación con Rodríguez Zapatero hay que hacer, antes del posible e improbable elogio, una parada. Anunciar una retirada del poder cuando el poder, de todas formas, se va a retirar de uno, se asemeja demasiado a una espantada.

Nos enteramos hoy, por él mismo, que siempre pensó en la conveniencia de no prolongar por más de ocho años su estancia en La Moncloa. Bien calladito se lo tenía. Ya era mejor haber guardado ese secreto para siempre. Pero, hasta el final, porfía en el intento de que no parezca lo que es y de que sea lo que no parece. Cuando sólo ha sucedido algo muy prosaico y terrenal y a la altura de cualquiera: un actor cobardón hace mutis antes de que le den un meneo.


La opinión pública, criatura impredecible, estaba devorando con delectación a uno de sus hijos predilectos. El presidente que gozó de popularidad a raudales, el chico de simpáticos hoyuelos que las buenas señoras querían por hijo y por yerno, daba boqueadas en el suelo de los sondeos. Y el talludo adolescente que creía en su baraka -ya hay que creer- la da por perdida y se adelanta al sacrificio. Lo hace él, para que no lo hagan otros, votantes y compañeros de partido, que son, por definición, los peores. Se va antes de que le despedacen los suyos. Aunque, como póstuma demostración de quién manda, les deja dicho todo cuanto deben hacer.

Al producirse en pleno descenso del PSOE a los infiernos, el gesto de Zapatero queda como un reconocimiento anticipado de la derrota. Como si él no quisiera llevarla sobre sus hombros, a pesar de que le culparán de cualquier modo. Lo mejor para su partido hubiera sido que apurara hasta el final el cáliz, se presentara, asumiera su responsabilidad y diera paso, después, a una transición ordenada. Y lo mejor para España habría sido que nunca se hubiera presentado.


Libertad Digital - Opinión

Comienza el poszapaterismo. Por José María Carrascal

Puede que se haya quitado de la primera línea de fuego. Lo que no podrá evitar es que, al hacerlo, inicie una nueva era.

Se va, se va, se va, pero se queda, al menos de momento. O eso se cree él. Fiel a su norma de que más vale una retirada a tiempo que una derrota clamorosa, José Luís Rodríguez Zapatero anunció su retirada ante los suyos en medio de un silencio sepulcral. Lo atribuyó a una vieja idea de de no pasar de dos legislaturas —como si hubiera respetado alguna vez sus viejas ideas— y se excusó diciendo que iba a dedicar todos sus esfuerzos a combatir la crisis, lo que se contradice con su plan de lanzarse a hacer campaña electoral por los suyos. Pero las contradicciones nunca han representado un mayor obstáculo para él.

Puede que se haya quitado de la primera línea de fuego. Lo que no podrá evitar es que, al hacerlo, inicie una nueva era, la del poszapaterismo, en la que ni él, ni el partido ni el país serán los mismos. Es muy posible, dada su tendencia a confundir deseos con realidades, que crea que así tendrá más posibilidades de resolver los duros problemas con que nos enfrentamos, logrando al menos una salida honorable del cargo. Lo más probable es que vuelva a equivocarse. A partir del mismo momento que anunciaba su renuncia a la reelección, su poder empezaba a languidecer, y su influencia, a disminuir, tanto en el partido como en la nación, como en el extranjero. Ya no será quien haga las próximas listas electorales ni quien distribuya cargos ni reparta mercedes. Será otro. U otra. Pero no él.

Con el agravante de que ha abierto el melón sucesorio. Ojos y oídos se orientarán hacia el o la que pueda sustituirle, que será quien otorgue las futuras sinecuras. Lyndon Johnson hizo algo parecido en 1968, cuando renunció a presentarse a la reelección «para concentrarse, dijo, en resolver el problema de Vietnam». Resultado: no solucionó lo de Vietnam y sumergió a su partido en tal debate interno que perdió la Casa Blanca y tardó ocho años en recuperarla. Pues no hay batallas más crueles que las internas.

Este hombre, me refiero a Zapatero, lo ha confundido todo y no ha arreglado nada. El desastre de su gestión se extiende a su partido, donde ha ido quemando sucesivamente a la gente más valiosa que él, que era mucha, y rodeándose de nulidades. Aunque eso no ha sido lo peor. Lo peor es la lastimosa situación económica, social y moral en que deja España. Una situación que ni siquiera ha alcanzado su nivel más bajo, pues nos queda todavía un año más de sus triquiñuelas, malabarismos, desvaríos, sortilegios, falsas predicciones y crueles realidades. Un año de poszapaterismo que puede hacer bueno el zapaterismo, con lo que está dicho todo. ¿Qué hemos hecho los españoles para merecer esto? Pues elegirle. Aunque ya verán ustedes como pronto empezaremos a oír: «Yo no le voté». Es lo que ocurre con lo que empieza a ser historia. En este caso, mala, por no decir infame.


ABC - Opinión

Pasmo. Por Alfonso Ussía

Me pinchan y no sangro. Me extraen una muela sin anestesia y no reacciono. Turbación, conmoción, desconcierto ante lo inesperado. También chasco y estupor. Necesitaba salir de Madrid. Pero no quería hacerlo sin asegurarme el sosiego. Hablé con mi confidente de La Moncloa, y me confirmó mis impresiones. Se lo pregunté: ¿Cómo es posible que un político en su más alta cota de prestigio pueda renunciar a presentarse de nuevo? Su respuesta me tranquilizó: «No te preocupes. Todo este lío lo ha montado el Partido Popular. El Presidente optará en las próximas elecciones a la Presidencia del Gobierno. Lo hará por España. Se lo ha pedido la ONU, y ya sabes lo importante que es la ONU». Oídas sus palabras, hice las maletas y fuíme.

Hoy marca el calendario que vivimos el día 2 de abril del año 2011. Inesperadamente, ante el Comité Federal de su partido, que creo entendido que es el PSOE, José Luis Rodríguez Zapatero ha anunciado formalmente su retirada. Me pinchan y no sangro, insisto. ¿Cómo puede hacernos semejante faena a cuarenta millones de españoles? ¿Qué va a ser de nuestros hijos y de nuestros nietos? En algunas ocasiones he sido algo crítico con su política. Pero de ahí a desear su marcha, media largo trecho. Como Presidente del Gobierno de España, Zapatero ha culminado grandes metas y luminosos objetivos. Por ejemplo, superar a Grecia. En el año 2009, Grecia tenía tres millones de parados. Pues ¡hala! Y que los griegos se fastidien. En 2011, los españoles vamos camino de los cinco millones de parados. Eso no se consigue fácilmente, y más aún, cuando se recibe una nación con una estructura económica pujante y sólida. ¿Será la modestia la causante de su inesperada postura? Los brotes verdes. Donde miro advierto brotes verdes. Claro, que estamos en abril.


Me siento huérfano. De sopetón, huérfano y hundido. No me esperaba este escopetazo anímico. Y claro, tendrá que organizarse un proceso de elecciones primarias en el PSOE, y eso es grave. Porque Zapatero, que ha solucionado todos los problemas que España no tenía, ha sido poco cuidadoso con la armonía entre los suyos. Se llevan bastante mal sus posibles sucesores. Rubalcaba, en mi opinión, no creo que opte a nada con tanto faisán suelto y volandero. Chacón, con un Zapatero buscando la puerta de salida, va a tener que dar la cara por la guerra ésta que nadie sabe cuándo y cómo va a terminar. Si con Gadafi en el poder o con Bin Laden en lugar de Gadafi. Todo muy positivo. La sorpresa podría ser Trinidad Jiménez, pero si hay urnas de por medio, Trinidad no gana ni la presidencia de su comunidad de vecinos. Bono está demasiado visto y excesivamente leído y oído. Ya lo sé. Eguiguren. Chusito Eguiguren, ese enamorado de España. Pero no lo veo en su salsa. El gran problema que tiene el PSOE con un Zapatero renunciado es que resulta harto complicado encontrar un sustituto con su carisma, su preparación, su dominio de la política internacional, su simpatía arrolladora y que le quepa en la cabeza el Estado. Aunque sea el Estado de San Marino, pero el Estado al fin y al cabo. No veo cantera con posibilidades. ¿Por qué se nos va, así de golpe, y nos abandona?

Hay que ser optimistas, aunque sea por obligación. España se despide con infinito dolor del político que ha demostrado su grandeza. La de España, me refiero. Después de su época de gobernante, España zozobra, pero no se ha hundido definitivamente. Y esa resistencia frente al temporal nos la ha hecho ver Zapatero. Ocho años destrozando a España, y España sigue. Gracias por abrirnos los ojos.


La Razón - Opinión

El error de lo innecesario. Por Bieito Rubido

Casi todo lo que el presidente socialista ha puesto en marcha en estos siete años era, es, innecesario. No lo demandaba la sociedad española.

Que nadie se llame a engaño: Zapatero no será candidato, a su pesar. Son los ecos del clamor popular los que le empujan a marcharse, aun cuando durante tiempo él sólo ha querido escuchar el rumor de las encuestas. A nada que vislumbrase la más débil posibilidad de recuperación del favor popular para él o para su partido, trataría de reengancharse. Pero no basta con irse, y tarde. Si de verdad quisiera contribuir al progreso de España y al bienestar de sus conciudadanos, convocaría elecciones ya. Sólo de esta manera colaboraría en sacarnos del atolladero económico y moral en el que nos ahogamos. Carece, sin embargo, del sentido de la Historia. Entre otras razones, porque desconoce la historia de su país y estuvo siempre dispuesto a reescribirla.

Es pronto para saber qué lugar le reservarán los libros a este dirigente socialista. Vaya por delante, que los contemporáneos somos, casi siempre, los peores analistas de nuestro propio tiempo. De todos modos, sí existe cierta unanimidad al señalar la contumacia con la que Zapatero, consciente o inconscientemente, intentó —y en parte logró— reducir a escombros desde dentro el sistema constitucional español. El catálogo de desaciertos empieza por este punto, pero es extenso y exhibe como principal característica lo innecesario. Casi todo lo que el presidente socialista ha puesto en marcha en estos siete años de gestión era, es, innecesario. No lo demandaba la sociedad española. Y ya se sabe que lo innecesario es, por principio, un error.


Habrá que dejar discurrir el tiempo para, tal vez, llegar a encontrar en ese abanico de iniciativas incomprensibles algún acierto o, si acaso, algún anticipo que nuestra mente «cortoplacista» nos esté impidiendo ahora entender. Pero, de momento, el balance no puede resultar más desalentador:

Negó la crisis económica y acusó de antipatriotas a quienes le advertían del maremoto. La gestionó mal y presumió de su aliento sectario ante el Congreso para no afrontar las reformas que, cuando ya era tarde, no le quedó más remedio que admitir. Proyectó en el exterior la peor imagen de España. Desde la muerte de Franco, nadie había puesto tanto empeño en destrozar internacionalmente la marca nacional. Y lo que es peor: enfrentó a los españoles en dos mitades irreconciliables. Su perseverancia en despertar los fantasmas que hicieron maldita la historia de España sólo se explica desde su más absoluta ignorancia de lo que fue este país y de lo que supuso la Transición democrática, un capítulo de nuestro acontecer en el que ganamos todos.

Los españoles, usted y yo, queremos, ansiamos incluso, una sociedad abierta y en progreso moral y económico. El socialismo de Zapatero ha alimentado exactamente lo contrario. Se ha llegado incluso a prostituir el verdadero laicismo que respeta todas las conciencias, protege la libertad de cátedra y culto, pero entiende que se debe separar lo estatal de lo social, lo público de lo privado. Y ese territorio de la intimidad debe ser defendido y alentado, como lo deben ser los movimientos cívicos y de resistencia ciudadana, en especial el de las víctimas del terrorismo.

El tiempo que concluirá en España el día que José Luis Rodríguez Zapatero abandone definitivamente toda responsabilidad de gobierno y dirigencia habrá sido un paréntesis emborronado; un lapso en el que se ahondó en los falsos paradigmas que hacen de la nuestra una de las sociedades más débiles de Occidente. Estaba dispuesto a negociar a cualquier precio, donde fuese y con quien fuese, para apuntarse el tanto de un débil y no definitivo fin del terrorismo de ETA. Esa extraña interpretación de una alianza de civilizaciones entre los españoles de bien, de convicciones demócratas, y la primitiva civilización etarra, todavía asesina, en estado salvaje.

España queda tocada tras este tiempo. Pero tampoco el PSOE saldrá especialmente bien parado. Una fuerza histórica comprometida en su pasado con la democracia, la convivencia y la coexistencia pacífica de los españoles. El secretario general tendrá también en su debe el deambular de su partido en los próximos tiempos. Le quedan once meses en La Moncloa, salvo que acepte el anticipo electoral. Si no lo hace, al menos puede aprovechar su último año de gestión para llevar a cabo las reformas que nuestro país necesita, y ya no sólo en materia económica.


ABC - Opinión

Zapatero se va. La huida. Por José García Domínguez

Pretendimos imposible que fuese a hacer lo que ha hecho. Nuestro impagable error, despreciar los manuales de pediatría como fuente de análisis político. Mea culpa.

Se va como vino: huyendo. De las responsabilidades, el rasgo ontológico de todo adolescente. Igual en Irak que en Ferraz. También al modo de los adolescentes, ha acreditado pericia sobrada en el arte de mentir. Aunque lo peor no habrían de ser las muchas falsedades, sino su suprema verdad, acaso la única. "El poder no me cambiará", advirtió solemne apenas pisar La Moncloa, en velada amenaza a los adultos. ¡Y no lo cambió! De ahí que hoy hayamos errado cuantos solemos frecuentar la prosa de Maquiavelo. Simplemente, pretendimos imposible que fuese a hacer lo que ha hecho. Nuestro impagable error, despreciar los manuales de pediatría como fuente de análisis político. Mea culpa.

Tal que así, acaba de dejar en la estacada al PSOE, asunto que no hubiese acarreado drama mayor, y a la España bajo custodia de los mercados de deuda, otro cantar. Dos por el precio de uno, que diría González. El Adolescente abdica del futuro pero, al tiempo, no se resiste a la tentación de controlarlo. Por algo, la renuncia a la candidatura no se compadece con el consiguiente paso que aconsejaría la lógica, esto es, la dimisión irrevocable en la Secretaría General. Condición necesaria y suficiente, ésa, a fin de que las primarias pudieran desarrollarse con una mínima, elemental profilaxis democrática, ajenas a la sombra siempre omnipresente del aparato. Pero, ¡ah!, hasta ahí podríamos llegar.

Y es que, como el Cid, el guardián entre el centeno de León quiere ganar su última batalla después de muerto. En caciquil consecuencia, la manó llamada a mecer la cuna del partido a lo largo del proceso sucesorio será la de Blanco, con el preceptivo auxilio de Pajín e Iglesias, no la aséptica de una comisión gestora. La condición única de Rubalcaba, a saber, que solo se prestaría a jugar con las cartas marcadas, diríase satisfecha. Ahora, obviada la narcolepsia crónica del lector del Marca, únicamente unas municipales trocadas en demoledor plebiscito nacional, como las de cierto 14 de abril, podrían pararlos. Sea como fuere, la Historia no lo absolverá.


Libertad Digital - Opinión

Epílogo y agonía del Zapaterismo. Por Ignacio Camacho

«La buena noticia es que se va; la mala, que no se va todavía. Con su renuncia aplazada, recibida por los suyos con un desapego glacial, Zapatero abre un vacío de poder y convierte al país entero en rehén de su crisis de autoridad política»

LO más llamativo fue el desapego. La gelidez emocional, el glacial desafecto con que la dirigencia socialista recibió el anuncio que llevaba meses esperando. No hubo un solo ademán de disimulo, ni un gesto de compasión retórica, ni un leve lamento postizo, ni mucho menos una ritual exhortación a la permanencia; sólo un alivio patente, denso, casi corpóreo, como si las palabras del presidente hubiesen desatornillado una válvula por la que se escapase la presión colectiva acumulada en muchas lunas de desasosiego. Nadie expresó un atisbo de pesar ni dio lugar siquiera por cortesía o por delicadeza a una sospecha de aflicción o de desconsuelo; la consigna del «respeto» a la decisión del líder apenas disfrazaba la manifiesta evidencia de una satisfacción mal enmascarada.

Esa indiferencia desabrida, esa cruel, ingrata distancia emotiva de la nomenclatura socialista hacia quien hasta hace bien poco era su líder mesiánico, su gurú mesmérico, convierte desde ayer a José Luis Rodríguez Zapatero en un gobernante fantasmal encerrado en la burbuja de un vacío de poder. Su segundo mandato concluyó de facto a las diez y media de la mañana del sábado, en el momento mismo en que, en medio de un silencio sideral, dio a conocer su voluntad de no repetir candidatura y abrió un proceso de sucesión electiva. A las diez y treinta y un minutos, apenas formulada su renuncia diferida, cumplida la expectativa de revelación en el Sinaí del comité federal, era ya un presidente interino. Lo hubiera sido en cualquier caso a partir del instante en que despejó la incógnita sobre su futuro, pero la ausencia de una mínima empatía sentimental entre los suyos y la sensación explícita de fin de ciclo abocan el resto de la legislatura a un agónico intermezzode liderazgo flotante, bicefalia latente y confrontación intestina. Y su decisión de agotar los plazos de poder transfiere hacia la totalidad de la nación lo que hasta ahora constituía un problema de partido.


Quedan más de 300 días hasta marzo de 2012. Una eternidad en el volátil tempode la política española, condenada desde ayer a una provisionalidad suspensoria. No tanto por la autolimitación efectiva del presidente como por su manifiesta carencia de liderazgo estratégico y su palmaria falta de respaldo interno. Cuando Aznar se puso fecha de caducidad a sí mismo contaba con mayoría absoluta parlamentaria, una adhesión incondicional de la militancia y un control incontestable de los resortes de poder, que mantuvo incluso durante el período de tránsito en funciones. Aun así, recibió críticas fundadas a sus evidentes síntomas de autismo. Zapatero es en cambio un gobernante amortizado por sus propios electores y repudiado por sus cuadros de dirigencia. El más reciente y descomunal de sus errores, la contumaz minusvaloración de la crisis económica que arrasaba el tejido productivo español hasta arrastrarlo a una sima social, ha sometido su figura a un desgaste abrasivo que lo ha convertido en pocos meses —datos del CIS— en el presidente peor valorado de la democracia, con índices de popularidad inferiores a los de Aznar durante la guerra de Irak y a los de González bajo el huracán simultáneo de la corrupción y los crímenes de Estado.

La precipitada reconversión de sus políticas proteccionistas en un ajuste forzado por la amenaza de quiebra ha sembrado la irritación en el cuerpo electoral; no tiene credibilidad entre los ciudadanos y constituye un lastre para su propia causa. Su decisión de hacer pública por anticipado la renuncia a la candidatura obedece al clamor de un partido agobiado por la carga que le supone acudir a las elecciones autonómicas y locales bajo el patronazgo de un líder caído en desgracia. El anuncio de ayer contribuirá sin duda a rebajar ese estado de desesperanza entre los suyos, pero la voluntad de permanecer en su puesto hasta el final y agotar el mandato aferrado a la nada convierte al país entero en rehén de su crisis de autoridad política. Y lejos de suponer un gesto de generosidad personal, establece una prioridad diáfana del patriotismo de partido frente al patriotismo de patria; es decir, de los intereses sectarios frente al sentido de Estado.

Esa ha sido precisamente una característica esencial de todo el ciclo zapaterista. Sus proyectos angulares —la negociación con ETA, la reforma subvertida del modelo territorial, las leyes de ingeniería social y civil y la convocatoria de los demonios familiares de la guerra al amparo de la memoria histórica— obedecen a un mismo impulso de fraccionamiento ideológico que ha despreciado a sectores cruciales de la sociedad española y ha roto la mayoría de los consensos básicos de la Transición que sirvieron para refundar la convivencia democrática. Combinado con el concepto posmoderno de la democracia instantánea, es decir, la política gestual y de inspiración demoscópica y el cortoplacismo táctico, ese designio rupturista ha dominado una acción de gobierno centrada en el propósito de consolidar una hegemonía banderiza en detrimento del interés de Estado. Y su fracaso final, que comenzó a fraguarse poco después del triunfo en las elecciones de 2008, se debe a la falta de competencia, solidez y experiencia para hacer frente a una crisis estructural de gran alcance que superaba el estilo de oportunismo maniobrero para imponer la necesidad de un compromiso nacional con visión panorámica, capacidad de renuncia y liderazgo estratégico.

El frágil espíritu de liviandad política que constituye la esencia del zapaterismo gravita sobre el incierto epílogo abierto ayer con la expectativa sucesoria. El discurso del presidente saliente representó una nueva entrega de su voluntarismo iluminado, de ese infantil optimismo negacionista capaz de dibujar la realidad ilusoria de un país en recuperación pese a las evidencias de estancamiento y al desolador panorama de de-sempleo y zozobra financiera. Agarrado a esa ficción transparente, Zapatero disfraza a conveniencia un horizonte inquietante en el que pretende seguir gobernando España sin potestas ni auctoritas, sin capacidad de convicción moral ni poder efectivo. Por más que constituyan un impecable procedimiento democrático, las primarias socialistas sacudirán la escena pública con todo su ruido de convulsión fratricida en una coyuntura extremadamente ino-portuna, y abocarán después a una inevitable bicefalia en la que el presidente titular perderá toda capacidad de referencia jerárquica y quedará imposibilitado para dirigir el país con un mínimo de peso específico. Sin la razonable disolución anticipada del Parlamento y la consiguiente convocatoria de elecciones, lo que espera es un año terminal de estertores y de política catatónica sometida a una estéril respiración asistida. Para aliviar en parte —sólo en parte— los problemas inmediatos del PSOE, un gobernante expulsado de hecho por sus propios compañeros se dispone a dilatar el desenlace durante once meses de moribundia. Y ni siquiera le ha quedado el consuelo de una magra comprensión o de un piadoso amparo cosmético: como Adolfo Suárez hace treinta años, lo único que escuchó ayer, en su ceremonial de inmolación ante su gente, fue el sordo rumor de un hondo suspiro de alivio.


ABC - Opinión

Elecciones generales

El presidente del Gobierno anunció ayer que no será el candidato en las elecciones de 2012. Respetamos su decisión personal, que, según explicó, partía de la convicción de que dos mandatos es el periodo idóneo para desarrollar un proyecto. Este argumento, sin embargo, no puede esconder la realidad de un dirigente desgastado, sin la confianza de la ciudadanía y sometido a presiones externas e internas. Fue una jornada histórica. Siempre lo es cuando un presidente anuncia su marcha. Zapatero agotará la Legislatura y dejará el poder dentro de un año por la puerta pequeña, discutido y contestado. Las largas sombras de su labor han amortiguado sus exiguas luces. El balance de la gestión no es positivo. Deja una España mucho peor que la que cogió Aznar. El país ha retrocedido en casi todos los campos y aquello que funcionaba, como la política antiterrorista, paga hoy los errores durante la negociación con ETA.

Polémica fue la llegada de Zapatero con la retirada de Irak y polémica es su salida. El presidente explicó que el momento elegido es el más conveniente, porque hay tiempo para forjar un nuevo liderazgo, y porque le permitirá afrontar «un programa de decisiones que no puede esperar y que hay que culminar ya» en pos del crecimiento y del empleo. Su determinación es legítima, pero está en un error. El anuncio no es inocuo y tendrá consecuencias para el PSOE y para un país que necesita estabilidad. Zapatero se ha equivocado en la administración de los tiempos. Ha dilatado el debate sucesorio y ha abocado a los socialistas a un combate interno. Es de ingenuos pensar que el PSOE pasará por las primarias sin heridas en su cohesión. Y no hay nada que un electorado castigue más que un partido dividido. Aunque Zapatero pidió «voluntad integradora» al futuro líder, eso ya no está en su mano desde que comunicó la despedida. No será fácil gestionar este último año, en el que se tienen que emprender grandes reformas, con un PSOE inmerso en el debate sucesorio.

Las apuestas por el liderazgo se centran en Rubalcaba y Chacón. El desenlace final compete a los militantes socialistas y serán ellos quienes deban determinar la persona que encabece el nuevo proyecto. Otra cosa es que los futuros candidatos compatibilicen su aspiración partidista con la labor gubernamental, lo que sería incomprensible. La participación en las primarias exigiría el abandono de cualquier responsabilidad ejecutiva. No se puede ser ministro a tiempo parcial. La decisión de Zapatero es mala, porque da paso a una etapa de provisionalidad cuando se necesita un gabinete fuerte para afrontar tiempos de exigencia, de reformas y de políticas extraordinarias e impopulares. Se da un paso atrás con un Gobierno sin liderazgo en un escenario de interinidad. No hay que olvidar que la responsabilidad de la mala gestión de estos años y de los errores cometidos no es sólo de Zapatero sino también de unos ministros que le han apoyado fervorosamente. La sucesión se puede dirimir entre dos destacados ministros. Hemos defendido desde hace meses que el Gobierno estaba agotado. España necesita elecciones anticipadas y no primarias. Tras el presidente, es el pueblo español el que debe hablar. Es un principio básico de la democracia. No casa con anteponer el interés del partido al bien común.


La Razón - Editorial

Adiós a Zapatero

Un presidente que se va porque sabe que nadie le quiere en el cargo es un presidente que no debería seguir ni un minuto más en el cargo. Sería lo mejor para España. Por eso continuará hasta 2012.

Zapatero ha sido y sigue siendo el peor presidente de la democracia española. De modo que el anuncio de su marcha no puede sino producir alegría, aunque matizada por el convencimiento de que, de no haber tomado él la decisión, la puerta abierta se la habrían señalado igualmente los españoles.

Quiso llevar a España a la rendición ante ETA, ofreciendo a los terroristas triunfos políticos, traicionando el sacrificio de los cientos de españoles a los que la banda asesinó, y denigrando a sus familias y los supervivientes de los atentados. Su apuesta por aliarse con los nacionalismos ha producido el Estatuto catalán, engendro sólo parcialmente anulado por el Tribunal Constitucional y que consagra la desigualdad entre los españoles. Su política internacional nos ha alejado de nuestros aliados para acercarnos a regímenes como Cuba o Venezuela, poco democráticos, incapaces de reconocer los derechos humanos, pero de izquierdas, que es el único salvoconducto que los socialistas han tomado en cuenta. Ha dividido constantemente a los españoles con leyes como la del matrimonio homosexual, la igualdad, la memoria histórica, el tabaco, el aborto, la educación para la ciudadanía, empeñado en que todos vivamos según el manual del progre rancio indica que debemos vivir y morir.


Pero ha sido la economía la que finalmente le ha dado la puntilla. Su ineptitud en la materia, que ni dos ni mil tardes han podido reducir, y ese sectarismo ideológico con el que se enfrenta a todos los asuntos que ha abordado han agravado en España una crisis que sí, es mundial, pero que en nuestro país ha hecho más daño y nos está siendo más difícil salir. Sólo cuando la ruina amenazaba con llevarse por delante el euro, y el "corazón de Europa" nos ha obligado a tomar medidas más racionales, Zapatero ha renunciado en parte a su programa izquierdista y, por lo tanto, ruinoso. Pero ha sido demasiado tarde, y demasiado poco para los cinco millones de parados que su política ha dejado sin empleo.

Con el anuncio de su marcha, Zapatero ha vuelto a demostrar que lo que más le importa no es España sino el PSOE y él mismo. Anunciándolo antes de las municipales y autonómicas su partido espera contener la sangría de votos. Y haciéndolo con casi un año de plazo da tiempo a que la sucesión se produzca y el vencedor se cure de las heridas del proceso. Pero en esta España que se desangra, a Zapatero no le importa abrirle otra brecha: la de su sucesión. Un presidente que se va porque sabe que nadie le quiere en el cargo es un presidente que no debería seguir ni un minuto más en el cargo. Sería lo mejor para España. Por eso continuará hasta 2012.


Libertad Digital - Editorial

Elecciones generales, una exigencia nacional

Zapatero ha tenido en cuenta que es un lastre para su partido, pero no le importa seguir siéndolo para España.

Por eso, es el PSOE el que echa a Zapatero de la candidatura socialista, no solo la crisis. Es el temor de los barones socialistas a empezar la campaña electoral para los comicios del 22 de mayo con la losa de un presidente rechazado por la opinión pública y descalificado por los resultados de su gestión. El último dato de Eurostat cifra en el 20,5 por ciento la tasa de paro en España, la más alta de Europa y más del doble de la media europea.

Pero Zapatero se va a medias, apañando una decisión que solo busca beneficiar electoralmente a su partido. Porque si la evolución de la crisis es buena, según La Moncloa; si el PSOE apoyaba a Zapatero, el secretario general con más poder, a juicio de José Bono; y si había margen para remontar las encuestas, entonces no se entiende por qué el presidente del Gobierno anuncia, con un año de antelación, que no se presenta a las generales de 2012. La razón es que nada de eso es cierto y Zapatero se enfrenta al veredicto inapelable del fracaso de su proyecto político, iniciado en marzo de 2004, tras un atentado terrorista que cambió el designio electoral de los ciudadanos.


Su anuncio responde a una estrategia electoralista, porque no está complementado con el de la disolución del Parlamento en cuanto los plazos legales lo permitieran. Zapatero ha tenido muy en cuenta que es un lastre para el PSOE, pero no le importa seguir siéndolo para España. Por eso es falso que su decisión garantice estabilidad al país. Desde ayer España tiene, de hecho, un presidente en funciones, que como tal va a relacionarse con los líderes europeos, los agentes sociales, la opinión pública y su propio partido. No sirve repetir ahora que ya dijo hace años que con dos mandatos era suficiente para un político. A diferencia de Aznar, quien marcó las reglas de su permanencia en el Gobierno desde el primer día, Zapatero ha jugado a que pasara el tiempo para ver cómo discurrían los acontecimientos, a decir una cosa y su contraria para siempre tener un precedente al que agarrarse. Así es como sumió a su partido en la confusión más absoluta, provocando la aparición anticipada de candidatos y de movimientos internos de opinión, que no han tenido reparo alguno en asumir la necesidad de que Zapatero no repitiera. Tanta sinceridad y falta de pudor ha acabado mostrando a Zapatero el verdadero estado de opinión de su partido.

Pero si el PSOE ha resuelto en parte su problema —solo en parte, porque ahora tiene ante sí un proceso de primarias, o un congreso extraordinario, carente de referencias de autoridad en el legado que deja Zapatero—, agrava el de España. El vecino Portugal, como antes Irlanda, demuestra que unas elecciones anticipadas no perjudican los procesos de reformas contra la crisis. Menos aún si estos no están dando los resultados esperados. El último informe del Banco de España empeora los pronósticos del Gobierno sobre empleo y crecimiento para 2011 y 2012. Es evidente que Zapatero no anuncia la convocatoria de elecciones anticipadas, más allá de los condicionantes legales, porque sabe, y el PSOE también, que sería una debacle para su partido. Nuevamente se demuestra que el único valor político que retiene Zapatero es la potestad para proponer la disolución del Parlamento.

Ayer se acabó el zapaterismo como opción estratégica de la izquierda española. Ahora empezarán en el PSOE los repudios a su secretario general, más o menos velados, más o menos directos. Pero el fracaso reconocido ayer por Zapatero, aunque no lo expresara, es también el fracaso de su partido, que lo siguió dócilmente hasta en las aventuras más lesivas para los intereses nacionales, como la negociación política con ETA o el intento de descoyuntar el modelo autonómico del Estado con el Estatuto catalán. Y no solo esto; han sido siete años de experimentos ideológicos de una izquierda intervencionista, paternalista y crispadora, que ha dejado fracturas evidentes en el sistema judicial, el modelo educativo o la organización territorial. Una izquierda que no tuvo reparo en secundar la deslealtad de Zapatero con los valores de la Transición y los consensos de Estado fraguados en la Constitución de 1978. En efecto, hay un claro fracaso de gestión económica, pero tanto como el fracaso ideológico del PSOE en sus principales proyectos políticos, todos los cuales giraban en torno a la liquidación política de la derecha. Objetivo también fracasado.


ABC - Editorial