miércoles, 16 de marzo de 2011

Cómo se afronta la desgracia. Por José María Carrascal

No hay gritos ni llantos. Sólo los ojos delatan el dolor, no es menos intenso por contenido. Nadie maldice al destino.

LO más asombroso del tsunami japonés no es su magnitud destructora, que sobrepasa lo límites de la imaginación, convirtiéndolo en una película de horror. Lo más asombroso es estoicismo de la población, su capacidad de aguante, su dignidad ante la tragedia. Se habrán fijado que apenas hay lágrimas, y si las hay, son furtivas. Como no hay gritos ni llantos plañideros. Sólo los ojos delatan el dolor, no es menos intenso por contenido. Nadie maldice al destino. Se busca entre los escombros lo que puede haber quedado de los enseres familiares y se alejan sin decir palabra. Porque el dolor verdadero es así, sobrio y callado, mientras el dolor falso es declamatorio y vociferante. ¿Se imaginan ustedes la que se habría armado en otros lugares ante una tragedia de esta magnitud? Los gritos se escucharían a cientos de kilómetros, las imprecaciones no perdonarían a nadie y el caos sería aún peor que la tragedia en sí. ¿Se imaginan, sobre todo, las voces pidiendo responsabilidades, exigiendo ayudas, subvenciones, indemnizaciones? Claro que se lo imaginan porque lo hemos visto y oído montones de veces ante desgracias considerablemente inferiores.

Los japoneses prefieren afrontar la suya con un mínimo de autocomplacencia y un máximo de responsabilidad, como si reservasen todas sus fuerzas para superar el formidable trabajo que tienen ante ellos. Es aquel un pueblo frugal, duro, tenaz, resistente, forjado en la lucha diaria por la subsistencia. Baltasar Gracián los llamó «esos españoles de Asia». Tal vez lo fuéramos un día. Hoy, sin embargo, nos quedan pocas de esas cualidades, reemplazadas por la irresponsabilidad y el victimismo tanto a nivel personal como nacional.

Es por lo que Japón saldrá de esta tragedia y dudo que nosotros seamos capaces de superar el tsunami que representa la crisis económica y un gobierno que no la previó, tomó las medidas falsas contra ella y está tomando las correctas tarde y a medias. A Japón no le ha favorecido ni la geografía —está situado al lado mismo de una falla tectónica— ni la historia —tiene enfrente a dos gigantes, China y Rusía, con los Estados Unidos a la espalda—, lo que ha condicionado su destino. Ni siquiera posee riquezas naturales, lo que le ha obligado a depender de su laboriosidad y resistencia. Al día siguiente de que la tierra dejara de temblar, ya estaban todos los que podían en sus fábricas u oficinas, por saber que tienen que valerse por sus propios medios, para continuar siendo lo que han llegado a ser: una de las primeras potencias mundiales.

Lo han logrado por tener lo más importante: sentirse un pueblo y compartir venturas y calamidades. Así han vencido todo tipo de desgracias propias y ajenas. Porque no lloran, trabajan, que no es una maldición, sino lo que nos diferencia de las demás especies.


ABC - Opinión

Tsunami en Japón. Vivir en peligro. Por Agapito Maestre

Ante la tragedia de Japón es menester volver a reconocer que la civilización entera es dependiente de la ciencia y de la técnica.

Ante la triple catástrofe –terremoto, tsunami y fuga de un reactor nuclear– de Japón, es difícil no sentir vértigo. Un malestar ciudadano que nos exhorta a pensar sobre qué sea vivir en sociedad. Aparte de la lección de ciudadanía que están dando al mundo los japoneses, creo que es menester hacer un esfuerzo de pensamiento. De matización. Creo que ni todo está resuelto con un modelo tecnócratico de política, que termina arruinado la propia esencia de la política, ni todo está dicho descalificando a los ecologistas, cualquiera que fuera su signo, llamándoles críticos románticos de la ciencia en lo que se refiere al debate aquí y ahora sobre la energía nuclear. Es necesario circunstanciar. No es el debate de las centrales nucleares hoy igual que ayer. Tanto las posiciones críticas como las de sus defensores han cambiado.

En todo caso, tendremos que reconocer varios cambios radicales en los modelos de sociedad de las democracias occidentales para abrir un debate limpio. Para empezar unos y otros reconocen que, desde hace décadas, los procesos formales de racionalización de la vida pública en las sociedades democráticas fueron puestos en evidencia tanto por la opinión pública-política como por las ciencias sociales que estudiaban esos procesos. Desde los límites de la organización de los tiempos de trabajo hasta la compatibilización de la vida profesional y la familiar, pasando por la moralización pública de los modelos de desarrollo científico-técnico, eran y son cuestiones que, en buena medida, han logrado frenar el llamado proceso de racionalización instrumental de la modernidad, preocupada únicamente por medios y no por fines, de las sociedades contemporáneas.


En esa circunstancia que señalaba, sin duda alguna, un cambio de valores que pasaba de una visión homogénea y, hasta cierto punto, romántica de un mundo absolutamente administrado, a una visión civilizadora permanentemente cambiante e imaginativa de la sociedad, apareció un debate importante en la década de los setenta y ochenta: el movimiento ecologista. Éste tuvo cierto éxito, entre otras razones, porque puso en evidencia que la racionalidad instrumental tenía límites, o sea, consiguió un desencantamiento de aquello que pretendía desencantarnos. En otras palabras, nos percatamos de que el origen de los peligros de la civilización no sólo proceden de la imprevisible y caótica naturaleza, sino que están en los riesgos no previstos y las consecuencias paralelas del propio mundo científico-técnico. ¡Cómo no reconocer la contribución del ecologismo a la civilización actual!

Pero de ahí, de un ecologismo más o menos crítico con el modelo tecnocrático, se pasó a un ecologismo fundamentalista que reivindicaba unas construcciones "mitológicas", por ejemplo, un supuesto "derecho" premoderno de la naturaleza cuando no un "iusnaturalismo" irracional, por encima del humanismo moderno basado en el modelo de una racionalidad científica. Por desgracia, gran parte del ideario de los "ecólatras" ha pasado a las elites políticas europeas, que lejos de tomarse en serio los límites de la ciencia, se entregan a esas mitologías. Del modelo tecnocrático, o sea, se hará lo que diga la ciencia, se habría pasado, casi siempre por oportunismo electoral, al modelo romántico, es decir, se hará lo que diga el ecologista por imbécil que sea.

Ante la tragedia de Japón es menester volver a reconocer que la civilización entera es dependiente de la ciencia y de la técnica. Los fundamentos materiales y espirituales de nuestra civilización son incompresibles sin el paradigma de la racionalidad moderna que no es otro que el llamado "modelo científico". Pero ese reconocimiento, a todas luces ilustrado, no significa en modo alguno que no prestemos atención a los límites del propio proceso científíco- técnico. El movimiento ecologista de la década de los setenta y ochenta puso en evidencia esos límites; incluso el propio desarrollo científico ha hecho de la autocrítica y evaluación normativa de la misma ciencia el eje fundamental de su desarrollo actual, pero es menester parar en algún momento esa "crítica" si no queremos caer en la histeria contrailustrada y romántica.

En fin, creo que es plausible un punto intermedio en el asunto de la energía nuclear entre el vivir sin peligro, felices como estultos, al que aspiran los ecologistas ecólatras y la irresponsabilidad organizada de los Gobiernos europeos ante los efectos colaterales de los riesgos no previstos por la ciencia contemporánea.


Libertad Digital - Opinión

Jaque en el Golfo. Por Gabriel Albiac

Irán y Arabia Saudí han movido sus primeros peones. La partida ha comenzado.

BAHRÉIN es un pequeño archipiélago de treinta y tres islas, algo menos de setecientos kilómetros cuadrados, unos setecientos mil habitantes (casi la mitad de ellos, trabajadores inmigrados), flotando sobre una enorme bolsa de gas natural y de petróleo. Nada demasiado original en un Golfo hecho de anacronía y dinero. Importa más, para entender lo que allí pasa, su ubicación estratégica: entre la cercana costa de la Arabia Saudí sunnita, a la cual lo une una imponente autopista colgante, y la no lejana costa oeste del Irán chiíta. Lo cual es saberse instalado entre dos trincheras. Aunque sea con opulencia. Nadie en ese pequeño reino feudal, que desde hace tres siglos pastorea monolíticamente el clan de los Al-Khalifah, ignora la cínica respuesta con que los saudíes acogieron en su día la hipótesis iraní de fabricar armas nucleares: «ellos pueden tardar un decenio en construir la bomba; nosotros, una semana en comprarla». Y todos saben que, en ese inevitable choque entre iraníes y saudíes, no quedará espacio alguno para la neutralidad en el Golfo Pérsico.

Quienes han querido jugar al confortable angelismo de los buenos sentimientos ante la matemática coordinación de los golpes de Estado, victoriosos (Egipto, para quedarse como estaba, pero con otro hombre más duro al frente) o bien de destino incierto (Libia, para quedarse como estaba, con el mismo caudillo delirante al mando), en el petrificado mundo político árabe, deberían reflexionar ahora sobre las dos únicas novedades que, de momento, han resultado tras esa confusa sacudida del tablero. Irán empezó moviendo ficha. Por primera vez desde la revolución islámica, su flota de guerra tiene paso expedito al Mediterráneo por Suez. Arabia Saudí respondió anteayer, instalando a su ejército y policía en el reino de Bahréin. En medio de la conmoción mundial que el cataclismo de Japón ha desencadenado, puede que ese despliegue militar haya pasado desapercibido al gran público. Es crítico, sin embargo. Porque, no sólo en Bahréin la popularidad del chiísmo amenaza seriamente a la casta política sunnita, reflejando así en su propio tablero la partida entre iraníes y saudíes; en Bahréin, sobre todo, está ubicado el comando central de la Quinta Flota de los Estados Unidos, esto es, el epicentro militar de una de las zonas más inestables del planeta.

La gran falla a punto de quebrarse en el Golfo Pérsico se llama Arabia Saudí. Mitológica tierra del Profeta, vetada a cualquier penetración no musulmana, que es allí, en rigor, un sacrilegio. Regida por una de las castas más corruptas e incompetentes que haya conocido la política moderna. Inerte en esa obscena amalgama de opulencia petrolera y sacralidad feudal que veta obstinadamente su acceso normal a la historia. Habrá quienes se sigan empeñando en no querer abrir los ojos; habrá quienes quieran atribuir a súbita inspiración democrática, o aun libertaria, el rítmico derrumbe del castillo de naipes norteafricano; quienes prefieran la lírica humanitaria al frío análisis de las determinaciones geográficas, políticas, religiosas. Pero la voluntad de ceguera ni un átomo cambia en los hechos. Irán y Arabia Saudí han movido sus primeros peones. La partida ha comenzado.


ABC - Opinión

Reunión con Zapatero. ¿Para qué van a ir las grandes empresas a Moncloa?. Por Emilio J. González

¿Qué es, entonces, lo que busca Zapatero? Evidentemente, una nueva fotografía, pero probablemente también algo más.

El presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, ha convocado a un grupo de grandes empresas y entidades financieras españolas para el próximo 26 de marzo, el día siguiente a la cumbre europea en la que se aprobará el Plan Euro. El objetivo teórico de la reunión es tratar con los asistentes las medidas a adoptar, en especial en materia laboral, a partir de lo aprobado en el Consejo Europeo. En circunstancias normales, uno entendería la lógica de esta convocatoria. En la España de Zapatero, por el contrario, hay que sospechar acerca de las verdaderas intenciones del presidente del Gobierno.

Uno de los puntos que, sin duda, estará encima de la mesa, será la vinculación del crecimiento de los salarios con la evolución de la productividad, en lugar de hacerlo con la evolución de la inflación. Para esto, sin embargo, no hace falta convocar a las empresas porque todas ellas estarán de acuerdo con ello, ya que dicha ligazón se corresponde plenamente con la lógica de la evolución de los costes empresariales para poder recuperar competitividad, y más en unos momentos en los que la factura energética de las compañías es de las más elevadas de Europa y, por tanto, del mundo desarrollado. Por ello, no entiendo cuál es la razón de convocar a las empresas porque, en mi modesto entender, con quien tiene que tratar este asunto el Gobierno es con los sindicatos, con el fin de que adapten sus demandas salariales a lo que son, en estos momentos, las necesidades reales de la economía española. Los sindicatos, sin embargo, ni están convocados a la reunión ni, por ahora, ZP ha avanzado la menor intención de llamarles a Moncloa para tratar de este asunto.

Lo mismo cabe decir con otro punto que, muy posiblemente, estará encima de la mesa y no es otro que la descentralización de la negociación colectiva. El Gobierno aún no se ha manifestado con claridad respecto a este asunto, pero la vicepresidenta económica, Elena Salgado, sí que ha avanzado ya el compromiso del Ejecutivo para llevar a cabo una reforma laboral en línea con lo que está pidiendo la Unión Europea a España para no dejarla caer. Por ello entiendo aún menos si cabe por qué no se ha convocado a los sindicatos a Moncloa para tratar de estos temas y, sin embargo, se llama a las grandes empresas y a la CEOE, mientras se deja fuera a Cepyme, la patronal de las pequeñas y medianas. Parece que el Gobierno solo quiere tratar con los grandes, y no con los pequeños, pese a que la pyme supone el 90% del tejido empresarial del país y más del 80% del empleo.

¿Qué es, entonces, lo que busca Zapatero? Evidentemente, una nueva fotografía, pero probablemente también algo más. Conociéndole como ya le conocemos los españoles, no me extrañaría que de lo que se tratara fuera de tratar de imponer a las grandes empresas una reducción de la retribución que perciben sus ejecutivos, como tampoco me extrañaría que tratara de sugerirles también una reducción de sus beneficios para apoyar vete tú a saber qué política social.

Quizá, en estos momentos en que se necesita moderación salarial, los altos directivos deberían empezar por dar ejemplo. Pero eso no exime al Gobierno de hacer lo que tiene que hacer, que no es otra cosa que agarrar el toro por los cuernos y convocar a los sindicatos para exponerles sus planes y sus objetivos. Y si las centrales no están de acuerdo, como es más que probable que así sea, entonces lo que tiene que hacer el Ejecutivo es legislar. Lo que no puede ser es que este país siga sin acometer las medidas que tiene que tomar para salir de la crisis por temor a la reacción sindical, porque un Gobierno está para gobernar y así se lo reconoce la Constitución. Y más aún cuando la situación actual implica que en España hay casi cinco millones de personas en paro, muchas de las cuales ya no perciben ni tan siquiera la prestación por desempleo y otras muchas van a perderla en los próximos meses.


Libertad Digital - Opinión

Metafísico Zapatero. Por M. Martín Ferrand

El mensaje de Juan Roig es la síntesis de la realidad, aunque resulte incomprensible para un líder en las nubes.

MUY bien pudiera ser que cuando Arthur Schopenhauer definió al ser humano como «animal metafísico» estuviera intuyendo —viéndole venir— a José Luis Rodríguez Zapatero. Las relaciones que con la realidad mantiene el jefe del Gobierno de España son, cuando menos, extrañas. Se apartan de los cauces tradicionales y lo mismo puede no advertir que nos llega una crisis tan demoledora como un tsunami que dar por resueltos problemas que ni tan siquiera han sido formulados. Ahora, en vísperas de la trascendente —para nosotros, crucial— reunión del Consejo Europeo prevista para los próximos días 24 y 25, el líder socialista se muestra especialmente inquieto. De momento, ha convocado para el día siguiente a tan singular reunión de rabadanes continentales a los grandes pastores de las empresas españolas y a quienes, sin serlo, suelen asimilarse como tales.

A quien debiera ser presidente del Gobierno de todos los españoles; pero suele encastillarse en el rencoroso desprecio que siente, y no disimula, frente a la derecha, le gusta codearse con empresarios. Antes de la Navidad ya se reunió con una cuarentena de ellos y salvo que, después de veinte siglos de no observancia, el secreto haya tomado en España carta de naturaleza, aquella reunión no tuvo más finalidad que recibir la pleitesía de los emprendedores que, por cuenta ajena o propia, impulsan la economía del país y crean el empleo que destruyen otras circunstancias y poderes. Los empresarios, mejores o peores son, aunque solo fuere por deformación profesional, referentes de la realidad y, a pesar de ello, Zapatero, una abstracción, reincide en convocarles a su vera. Eso debe tener truco.

Juan Roig, patrón de Mercadona y equivalente en la distribución a lo que es en el textil Amancio Ortega, no acudió a la convocatoria monclovita de noviembre a pesar de que era uno de los invitados. De entonces aquí ha dicho que «la crisis no ha acabado, lo peor está por llegar». Ignoro si Roig, que ha vuelto a ser citado por el presidente, acudirá a la convocatoria del día 26; pero su mensaje debiera estar presente en el orden del día. Es la síntesis de la realidad, aunque resulte incomprensible para un líder en las nubes. Es más, la única razón de tan singular asamblea sería que los convocados inquieran al convocante sobre sus intenciones de futuro. Por mucho que se proclame, ese no es un asunto de la privacidad presidencial. Nos afecta a todos y no en razón de la curiosidad, sino en la de la planificación y el interés. La metafísica no es prudente, ni conveniente, cuando van para cinco millones de parados tangibles y concretos, nada nebulosos.


ABC - Opinión

El patriota. Por Alfonso Ussía

Lo ha dicho Jesús Eguiguren, el presidente del PSE. Cuando habla Jesús Eguiguren a servidor se le taponan las cocochas. Nos ha hablado de patriotismo. Eguiguren es el mismo que ha reconocido lo bien que se lo pasa y la buena sintonía que mantiene con Otegui o «Ternera» cuando comparten unos potes y recuerdan anécdotas de su juventud. Entre las anécdotas más significativas de la juventud de «Josu Ternera» destaca la de ordenar la comisión del atentado con coche-bomba junto al cuartel de la Guardia Civil de Zaragoza. Doce muertos, entre ellos, cinco niñas, hijas de guardias civiles, que se disponían a ir al colegio. Anécdotas, sucedidos, camaradería.

Jesús Eguiguren nos ha querido dar una lección de patriotismo. Lo que no sabemos es a qué Patria se refiere. Ha dicho que todos aquellos que entorpezcan la legalización de «Sortu» son antipatriotas. Me han llamado de todo en esta vida pero me faltaba este insulto. Soy un profundo antipatriota. No sólo no deseo la legalización de «Sortu» sino que aspiro a que el peso de la ley caiga sobre muchos de sus dirigentes. No se pasa de proetarra a bondadoso y pacífico ciudadano en apenas dos meses. Eguiguren ha establecido que son antipatriotas muchos millones de españoles. Para Eguiguren, hay en España muchos más antipatriotas que patriotas como él, defensor de una Patria que aún no está del todo definida. Y siguiendo el extraño giro de su partido –el PSOE en versión vasca–, se ha sumado a una patriótica solicitud. Que las víctimas del terrorismo sean generosas con «Sortu» y su buena predisposición. Curiosa petición patriótica. Las víctimas del terrorismo de la ETA no han podido ser más generosas de lo que han demostrado ser. Justicia y no venganza. Eso es generosidad y civismo. Pero el patriota quiere más. Quizá que el hijo de un inocente asesinado por la ETA se abrace públicamente con Rufino Echevarría, o Tasio Esquicia, o Usabiaga, el cuidador de madres, o el mismo «Ternera». En ese caso, el hijo del asesinado se convertiría inmediatamente en un patriota como Eguiguren.

Jamás he llegado a ubicar correctamente en el mapa la Patria de estos socialistas vascos. Sí la de Nicolás Redondo, o Buesa, e incluso creía haber encontrado la Patria de Pachi López, pero sus últimas declaraciones me indican que puedo estar equivocado. Pero nunca he encontrado en mapa alguno la Patria de Jesús Eguiguren, que por desgracia, no es la misma que la mía y la de una apabullante mayoría de españoles. Si oponerse a la legalización de un partido político estrechamente ligado con la ETA representa una postura antipatriótica, que venga Eguiguren y nos ofrezca su versión del patriotismo. No queremos en nuestras instituciones democráticas a cómplices de asesinos. No queremos en nuestras instituciones democráticas a terroristas. No queremos en nuestras instituciones democráticas a quienes aún no han pedido perdón por ensangrentar España durante cuarenta años. No queremos creernos el súbito cambio de actitud de esa pandilla de indeseables, incapaces de condenar los crímenes de mil inocentes y las ruinas morales y anímicas de sus familias. Tiene que pasar mucho tiempo para que las cloacas del entorno del terrorismo puedan ver la luz. Mucho tiempo sin la ETA, sin Batasuna y sin «Sortu». Algunas generaciones. Los antipatriotas, según Eguiguren, somos muchos millones de españoles que tenemos una Patria, un Estado de Derecho y una Constitución que nos garantiza la libertad. Se llama España. Si Eguiguren es de otra Patria, que se la busque por donde le apetezca, y si la encuentra, que la disfrute. Sin insultar.


La Razón - Opinión

Fukushima. O nuclear o miseria. Por José Antonio Martínez-Abarca

Se le está dando el mismo tratamiento global a lo de la central de Fukushima que a aquella epidemia de "gripe A" por la que íbamos a morir todos. Va a ser complicado que en Europa, no digamos en España, vuelva el estricto realismo.

Yo siempre traté de aprender de los mayores. Es decir, antes de Schopenhauer, que fue adulto toda su vida, que de la adolescencia perenne de Zapatero. Aquel viejo de nacimiento mantenía, me creo que pensando expresamente en lo que iba a pasar dos siglos más tarde con el terremoto jurásico, posterior maremoto cretácico y noticiada fuga radioactiva de Japón (como diría Groucho Marx, en Japón sólo ha faltado que encima llueva), que los humanos, para llevar una existencia razonable, no debíamos tener presentes en el día a día las desgracias que seguro van a ocurrir, como nuestro próximo fallecimiento. Y que no debíamos angustiarnos por desgracias teóricamente posibles pero que probablemente no ocurrirán. Como que a nosotros nos pase igual que ahora a Japón.

No podemos estar pensando que nos vamos a levantar la mañana en que un "agujero negro" engullirá a la Tierra y que por causa de esto habrá algún fallo de seguridad en alguna central nuclear. Desgracias imprevisibles que lo más seguro es que no pasen. La seguridad completa no existe, y debemos aprender a poner orden en nuestros asuntos de la forma más inteligente posible. La energía nuclear es una de las formas de poner en orden los asuntos más inteligentes que se han inventado.


Por eso mismo tal vez no tenga gran porvenir, en el estado de histeria pública y privada en que vive Occidente. Una gran lección de vida, aquella de Schopenhauer, que nadie en la decadente Europa actual ha comprendido (en cambio, las célebres clases magistrales de Zapatero se entienden mucho mejor). Corren ahora los dirigentes europeos, al frente de la opinión pública, a cerrar la única fuente energética que asegura la supervivencia de sus países, no vaya a ser que la constelación de Andrómeda se precipite un día contra Bruselas y la central nuclear más próxima cause un disgusto. Y mientras estamos entretenidos con estos temores, otras cosas nos matan.

Los monstruos, nucleares o no, no es que no existan. Es que existen poco. Y no pueden mediatizarnos la vida. El mediático miedo occidental a la palabra "isótopo", que no nos deja vivir estos días, hace que no tengamos presente el terror seguro que deberíamos sentir hacia la palabra "miseria". Porque, cuando no haya petróleo, o nuclear o miseria. Así estarán las cosas mientras alguien no idee la forma de mover el mundo a pedales. Cambiamos con alivio una muerte improbable por una muerte de asco cierta. Justo lo que nos aconsejaba Schopenhauer.

Con el crudo acaparado por países golfos o países barbudos, con el gas suministrado a España por países barbudos o países golfos, con la fotovoltaica aromando a gasoil de noche, con los molinillos dedicándose a despedazar pájaros como misión principal, la única alternativa al colapso occidental venidero era la energía nuclear, a la que los dirigentes y los medios, siempre tan entusiastas cuando se trata de debilitarnos, ya han cavado la tumba. Ahora habrá, me temo, poco que hacer ya. Se le está dando el mismo tratamiento global a lo de la central de Fukushima que a aquella epidemia de "gripe A" por la que íbamos a morir todos. Va a ser complicado que en Europa, no digamos en España, vuelva el estricto realismo. Lo de Japón hará que triunfen mentes como la de Zapatero y no como la de Schopenhauer. Una apuesta segura. Directos hacia la miseria.


Libertad Digital - Opinión

Un circo prescindible. Por Ignacio Camacho

Los mítines sólo sirven para lanzar soflamas televisadas en una escenografía postiza de militantes acarreados.

QUIZÁ ni el propio interesado se haya dado cuenta, pero al suprimir el mitin de Vista Alegre, forzado por la necesidad de esconder o disimular la impopularidad de Zapatero, José Blanco ha pulsado involuntariamente la tecla clave de un interesante debate que convendría profundizar hasta las últimas consecuencias: el del modelo trasnochado y carísimo de las campañas electorales, causa primera de la bancarrota de los partidos y origen remoto de numerosos casos de financiación ilegal. ¿Para qué sirven los mítines en la sociedad de la comunicación? Sí, ya, para transmitir mensajes… en la televisión, ante una escenografía calenturienta de militantes acarreados en autobuses y utilizados como coartada de proclamas sectarias que resultarían vergonzantes en cualquier contexto menos exaltado. Es decir, que se trata de una parafernalia de atrezzo destinada a envolver postizas consignas de brocha gorda; un mero pretexto para la soflama con que los candidatos apelan al voto emocional. ¿Programas, medidas, propuestas? ¿Qué es eso ante un buen eslogan, una frase de laboratorio, contundente y biselada, capaz de sacudir los instintos de antagonismo que caracterizan a un electorado acostumbrado a votar contra alguien?

Si los partidos estuviesen realmente dispuestos a someterse a un ajuste financiero como el que sufren los ciudadanos —y si tuviesen que pagar sus gastos con el dinero que fueran capaces de recaudar de sus simpatizantes—, las campañas electorales tendrían un carácter mucho más moderado, cercano y constructivo. Los candidatos se verían obligados a hacer discursos serios, a afrontar el contacto directo con la gente en la calle, a exponer sus programas en encuentros sectoriales y a debatir en las mil y una televisiones autonómicas y locales que hay diseminadas por España sin función alguna de servicio público. Los actos de masas quedarían reducidos a dos o tres citas puntuales y se ahorrarían los desplazamientos en aviones privados —u oficiales, que es peor—, los costes de grandes escenarios y de la movilización de asistentes, las huecas arengas de encendida retórica maniquea. En una palabra, disminuiría el tono circense y el insostenible despilfarro de marketing en beneficio de un debate que devolviese la política a su sentido de ejercicio de persuasión y convicción frente a la condición trivial de un puro espectáculo.

Eso no sucederá, claro. Primero porque los ciudadanos seguiremos financiando a los aparatos partidistas según la única ley en la que son capaces de ponerse de unánime acuerdo. Y segundo porque ese prescindible tingladillo de barraca permite a la nomenclatura dirigente banalizar sus mensajes y tomar a los electores por menores de edad. Pero algo positivo apunta cuando un táctico tan perspicaz como Blanco atisba que ciertos montajes ortopédicos pueden resultar contraproducentes ante una opinión pública cansada de frivolidades.


ABC - Opinión

Encrucijada nuclear

La catástrofe causada por un terremoto y un tsunami devastadores ha empujado a Japón a una alerta nuclear de incierto desenlace. Su Gobierno parece desbordado por lo acontecido en la central de Fukushima, hasta tal punto que cualquier escenario es posible. De hecho, Bruselas habló ayer con cierto alarmismo de «apocalipsis» ante una situación confunsa y sin control, agravada por las frecuentes réplicas del gran terremoto del viernes. En una secuencia de acción y reacción, casi un automatismo, se ha disparado el debate sobre la seguridad nuclear. Parece lógico que las alarmas hayan saltado y que la opinión pública se inquiete por el presente y el futuro de la que estaba considerada como una fuente de energía solvente hasta esta suerte de tormenta perfecta que ha estallado en Japón. Cualquier mandatario responsable está obligado a analizar un accidente de estas dimensiones para extraer las consecuencias. Algunos gobiernos occidentales han entrado, sin embargo, en una espiral de confusión y precipitación muy alejada de la templanza que cabe esperar ante crisis que se desarrollan a miles de kilómetros y bajo circunstancias casi irrepetibles en el viejo continente. Da la impresión de que la decisión de Angela Merkel de paralizar las siete plantas atómicas más antiguas del país mientras dure la moratoria de tres meses para verificar la seguridad de las centrales nucleares tiene más que ver con sus preocupaciones electorales que con una actitud preventiva proporcionada. En este punto, hay que ponderar la posición de nuestro Gobierno. Su mensaje ha huido de un exagerado alarmismo y ha defendido con argumentos la seguridad de nuestras instalaciones atómicas. La prudencia del ministro Miguel Sebastián ha sido razonable, sin que esa actitud sea óbice para que no se sigan con atención los sucesos de Japón y se adopten las medidas precisas. Iniciativas como, por ejemplo, las pruebas de esfuerzo de las centrales europeas para evaluar su respuesta frente al tipo de riesgos que han sufrido las de Japón, anunciadas por la UE, y que debe aportar información y tranquilidad. Como era de esperar, los prejuicios de la izquierda trasnochada contra las centrales han aparecido para agitar su eterna campaña y pescar en río revuelto. Las ventajas de la energía atómica son hoy las mismas que hasta hace una semana, aunque sus inconvenientes deban ser revisados tras el accidente de Fukushima. Negar hoy que es barata, limpia y fiable sólo podría hacerse desde posiciones sectarias y demagógicas, pero nunca sustentadas en criterios técnicos y en la experiencia, que es lo que debería prevalecer. Para España, como para el resto del mundo, es fundamental, no sólo porque aporta un 18% al mix energético, sino porque es la mejor opción para aligerar nuestra dependencia y reducir una costosa factura. Existe una tragedia en marcha, sí, pero ha sido necesaria la peor catástrofe natural de la historia de Japón para resquebrajar la seguridad de unas instalaciones antiguas. La prioridad ahora es afrontar la emergencia y socorrer a los afectados. Después habrá tiempo para una discusión con argumentos, responsable y sin demagogia.

La Razón - Editorial

Conmoción nuclear

Los daños de Fukushima exigen prudencia y decisiones meditadas sobre el futuro energético.

La situación en las centrales nucleares de Japón afectadas por el terrible seísmo, de grado 9, del pasado 11 de marzo y el tsunami subsiguiente, evoluciona rápidamente y obliga a cambiar perspectivas y previsiones sobre los daños potenciales a las personas y sobre el futuro de la tecnología nuclear. Si hasta anteayer habían sido dos los reactores más afectados, el 1 y el 3, ayer se produjo una nueva explosión en un tercer reactor, el 2, con posibles efectos sobre la integridad del confinamiento o recinto de contención donde se halla el núcleo del reactor, y otra más en el 4, hasta el momento en parada segura, que se produjo en la piscina del combustible usado aunque, de nuevo con muchas dudas, sin afectar a su núcleo. Estas dos últimas explosiones diseminaron material radiactivo al exterior en una nube que fue detectada en Tokio y en lugares todavía más alejados del continente asiático.

La gravedad de estos sucesos dependerá de que la liberación al ambiente de contaminantes radiactivos haya sido meramente puntual o pasajera, de forma que los niveles de radiación disminuyan rápidamente conforme la nube expulsada se disperse, o bien se trate de una liberación continuada, por el momento no confirmada, en cuyo caso los efectos sobre la salud de los ciudadanos sería grave.


A falta de informaciones más precisas, que se echan de menos por parte de las autoridades japonesas, cabe decir que las plantas nucleares de Fukushima han sufrido un considerable daño debido a la violencia inusitada del terremoto y a la destrucción provocada por el tsunami, junto con la devastación total de todo el entorno, incluyendo suministro eléctrico, accesos y facilidades de transporte, pero se mantienen por el momento con el grueso de su material radiactivo confinado en los recintos de contención, aunque seguramente con una parte de las barras de combustible fundidas o deterioradas.

Los efectos sobre el futuro de la energía nuclear son, por ahora, difíciles de predecir y dependerán del desarrollo de los acontecimientos, pero ya se puede afirmar que se están produciendo en el sentido de frenar el incipiente debate sobre su conveniencia en un marco de dificultades energéticas y medioambientales derivadas de nuestra dependencia de los combustibles fósiles, y podrían llegar a bloquear su utilización como ocurrió tras el accidente de Chernóbil. Las iniciativas de Alemania, paralizando temporalmente el proceso de alargamiento de sus plantas nucleares, y las que se están produciendo en la Unión Europea, van en este sentido.

En todo caso, no sería prudente tomar decisiones irreversibles o que marcaran el futuro por décadas en una situación de conmoción, con grandes incertidumbres sobre lo que en realidad ha pasado en Japón. Habría que tomar decisiones de forma meditada sobre las modificaciones que se imponen tanto en la seguridad de las instalaciones como en las ubicaciones idóneas, así como sobre la propia supervivencia de esta tecnología energética.


El País - Editorial

Caamaño se lía con Sortu y el 'mediador'

Hasta Jesús Eguiguren parece admitir que Batasuna es ETA, por lo que no hay que ser precisamente un lince para concluir que si Batasuna es ETA y Sortu es Batasuna, todos forman parte de la misma empresa.

El ministro de Justicia, Francisco Caamaño, compareció ayer junto al vocal del CGPJ José Manuel Gómez Benítez en una insólita rueda de prensa en Moncloa cuya única justificación es la necesidad imperiosa de lanzar un doble mensaje. Sólo así se puede entender que el titular de Justicia se haga acompañar por uno de los mediadores del actual Gobierno con ETA, el citado Gómez Benítez, abogado para más señas de Baltasar Garzón, a fin y efecto de negar que Sortu sea ETA (como afirmó un día antes) porque si fuera ETA sus miembros deberían estar en la cárcel y que a quien se parece en realidad el nuevo brazo político de la banda es a... Batasuna.

Después de muchos años y no pocos consensos, hasta Jesús Eguiguren parece admitir que Batasuna es ETA, por lo que no hay que ser precisamente un lince para concluir que si Batasuna es ETA y Sortu es Batasuna, todos ellos forman parte de una misma empresa. En esas, Caamaño pretende rectificar y lo único que consigue es crear más dudas respecto a la posición del Gobierno sobre la penúltima trampa del grupo terrorista.


Pocas horas después de que aparecieran ante la prensa Caamaño y Gómez Benítez –cuyo nombre aparece en las actas incautadas a ETA como el encargado de trasladar a los terroristas los desvelos gubernativos en torno al bar Faisán y a Jarrai–, Sortu acusaba recibo y prometía el fin de ETA si se legalizaban las nuevas siglas. Ese es en síntesis el contenido de sus alegaciones ante el Tribunal Supremo, que suponen todo un reconocimiento de la esencia y sustancia de Sortu. Según el escrito de los como mínimo proetarras, la legalización supondría la "estrangulación definitiva de cualquier espacio social y político para que quienes practican la violencia puedan continuar con su actividad", actividad que consiste en el asesinato, la extorsión y el chantaje, que no otra cosa es la promesa de cese de los atentados a cambio de legalización e impunidad.

Debe prestarse atención al hecho de que la comparecencia de Caamaño y de tan connotado vocal del CGPJ se produjo tras una reunión de los citados con Zapatero y el presidente del Tribunal Supremo, Carlos Dívar. Supuestamente se abordó "la agilización de la justicia", pero tras el encuentro sólo se habló de Sortu, ETA y Batasuna. Todo ello en medio de una escalada verbal a favor de los intereses de ese entramado criminal protagonizada por el citado Eguiguren –con artículo en El País incluido–, el lendakari López y el propio Caamaño. Negar o dudar en este contexto de la existencia de negociaciones con ETA, con Sortu o con como quiera que se llamen, es tanto como mentir, cambiar de nombre a las cosas o, como es el caso del PP, estar en un clamoroso fuera de juego.


Libertad Digital - Editorial

Japón pone al mundo en vilo

Los europeos aparentan estar más alarmados que los propios japoneses, con mensajes que contribuyen poco a serenar el ánimo.

EL mundo vive en vilo los acontecimientos en la central japonesa de Fukushima, donde el terremoto y el posterior tsunamihan ocasionado daños que ponen a Japón al borde un situación aún más catastrófica que la vivida en los últimos días. Las informaciones sobre el estado real de los reactores nucleares no son coincidentes. Mientras el comisario europeo de Energía hablaba de «apocalipsis» y de situación «fuera de control» para calificar el actual de estado de cosas, la Agencia Internacional de la Agencia Atómica descartaba que Fukushima vaya a ser un nuevo Chernóbil. Lo único cierto es que el Gobierno japonés ha evacuado a la mayoría de los trabajadores de la central y ha decretado un perímetro de seguridad de treinta kilómetros alrededor de ella. Las emisiones al exterior están confirmadas, así como los daños a la vasija de uno de los reactores. Las líneas aéreas evitan la zona y ya ha empezado el desabastecimiento. Además, está previsto que los vientos lleven hoy hasta Tokyo la contaminación radiactiva, aunque las autoridades aseguran que los niveles no serán perjudiciales.

La falta de información contrastada y la inseguridad sobre la evolución de la crisis de Fukushima deben llevar a la prudencia y a la contención en los juicios. En este sentido, los europeos aparentan estar más alarmados que los propios japoneses, con decisiones y mensajes que contribuyen poco a serenar el ánimo de la opinión pública. Lo que importa es lo que ha sucedido, sin añadiduras alarmistas, y esto es suficiente para asumir que no solo Japón, sino el planeta entero, se enfrenta a una crisis desconocida, que puede resolverse favorablemente si en los próximos días los técnicos consiguen enfriar los reactores y evitar la fusión de sus núcleos, o desembocar en una verdadera catástrofe nuclear que ponga a Japón en el umbral de su desaparición como la tercera economía mundial, además del número ingente de víctimas que puede producirse.

El mundo industrializado no puede sostenerse sin energía nuclear, pase lo que pase en Japón. Pero sin el Japón que conocemos tampoco podrá mantenerse el actual orden económico, incluso internacional. La posibilidad de ese «apocalipsis» nuclear en Japón, que ayer proclamó el Comisario europeo de Energía, supondría abrir una nueva etapa en la historia económica y política del mundo, que quizás, en todo caso, esté abriéndose ya.


ABC - Editorial