domingo, 6 de febrero de 2011

Renovarse y vivir. Por M. Martín Ferrand

No es un asunto ideológico, es una medida de urgencia a la que solo se oponen los anacrónicos sindicatos.

EUROPA es, además de un pasado glorioso, una necesidad para los países que integran la Unión y, especialmente, para los de la eurozona. En ese entendimiento, no conviene olvidar lo que suele recordar Joaquín Almunia. Mientras en los últimos cinco años Europa y USA han crecido un cinco por ciento, el resto del mundo ha engordado ocho veces más. La crisis no es cósmica, se concentra en el viejo solar europeo en el que el bienestar se ha hecho rutina, la inteligencia ha pasado de moda, el esfuerzo no cotiza, el mérito está mal visto y abundan más los derechos que las obligaciones. Por eso es importante la labor acometida por Angela Merkel, bien secundada por Nicolas Sarkozy, para zarandear el puzzle continental en el que han florecido los grandes imperios del pasado y del que se deriva, Atlántico por medio, el último del presente.

El Pacto por la Competitividad que predica la canciller alemana y disgusta a muchos de los integrantes de la UE, tanto más cuanto mayor resulta su peso socialdemócrata, no es un capricho, una treta con que mantener el liderazgo que las circunstancias le han otorgado al eje franco-alemán. Es lo que marca el instinto de conservación en tiempos de mercado y consumo que, globalizados, obliga a asumir circunstancias tan indeseables como el dumping y la competencia desleal que promueven los países emergidos —ya han dejado de ser emergentes— de toda Asia. Pero nos ocurre, como a los niños a los que sus papás les cambian el pañal para limpiarles la caquita, que nos molesta la higiene social y, mientras los pequeños lloran, nosotros pataleamos y manifestamos nuestra indignada oposición a un progreso que es, además, el único posible en el marco mundial vigente y limitador de nuestros respectivos deseos nacionales. No digamos nada de los delirantes caprichos nacionalistas.

Guste o no, habrá que eliminar la indexación de los salarios con la inflación y cuantas medidas concomitantes y consecuentes puedan frenar la iniciada decadencia europea. No es, básicamente, un asunto ideológico, como no lo es el masaje cardiaco a un desvanecido en la vía pública. Es una medida de urgencia a la que, en profundidad, solo se oponen los anacrónicos sindicatos que mantiene la tradición española y que se perfeccionaron en mañas y estructuras durante el franquismo. Es oportuno recordar lo que, durante su exilio mexicano, reflexionaba Indalecio Prieto: «Los sindicatos, como arma de defensa contra la explotación capitalista, son magníficos; utilizados contra el bien público, intolerables». Y más ahora, cuando la «explotación capitalista» procede del comunismo chino.


ABC - Opinión

Rubalcaba pierde el primer set. Por Jesús Cacho

El 27 de Junio del pasado año, Juan José Millás publicó en la revista semanal de El País una extensa entrevista con el Alfredo Pérez Rubalcaba (APR), vicepresidente y ministro del Interior. “Rubalcaba privado”. El escritor recorre los aposentos privados del búnker de Interior en un retrato al óleo donde Don Alfredo se perfila como un héroe de nuestro tiempo, un hombre dispuesto a entregar su tiempo, incluso su vida si menester fuere, por la tranquilidad de los españoles, en la que habla con prodigalidad de todo (menos del bar Faisán): de su infancia (“Fui un chaval muy religioso hasta los 14 o 15 años”); de ETA (“Pensar que puedes acabar con la banda y acelerar los ritmos es un error”), y naturalmente de Gürtel, capítulo que aprovecha para zurrar a los peperos que le acusan de falsificar pruebas (“Ese es un modo mafioso de amenazar a la policía. Dedícate a la delincuencia común, vienen a decir, pero a mí ni me toques que te doy. Y la policía dice: ¿Qué culpa tenemos de que exista Correa? A la policía y a la Guardia Civil les da igual de qué partido seas…”) Pero el momento tierno llega cuando el escritor pregunta:

-¿No aspira entonces a ser vicepresidente?

-Me hace mucha gracia cuando dicen eso. ¡Dios mío, volver a La Moncloa! Ya estuve allí y no quiero volver.


Ocurrió que el presidente del Gobierno decidió cambiar de arriba abajo su Gobierno el pasado octubre, y de tal cambio emergió con luz propia la figura de APR como incontestable heredero al trono crepuscular de Rodríguez Zapatero. Y Millás sintió que nuestro Fouché, “el genio tenebroso” que dijo Stefan Zweig, le había tomado el pelo en la entrevista de junio. Se desquitó a final de año, también en El País Semanal. “El caso es que después de escuchar su respuesta [de junio] y valorar el tono en el que me la dio, que rebosaba una sinceridad sin límites, me di cuenta de que me había dejado llevar una vez más, ¡maldita sea!, por mis putos prejuicios, lo que me torturó muchísimo”, escribía Millás. ”Recuerdo que nada más llegar a casa, preso como me encontraba de un ataque de culpa, se lo dije a mi mujer:

–Tengo mal sabor de boca porque pensaba de Rubalcaba cosas que no son.

–Pues discúlpate y santas pascuas –dijo ella.

Es lo que hice, aunque de forma implícita, a lo largo del reportaje. Ahora estoy esperando a que se disculpe él conmigo, pero todavía no me ha llamado”.

Ahora aspira a ser Presidente del Gobierno, aunque lo niega con la misma convicción con que negó a Millás su intención de volver a la Moncloa. El afectado, siempre tan directo, tan entrañable, tan cercano en el cara a cara, suele estos días tirar de móvil para llamar a periodistas de postín ante los que se excusa y protesta con franciscana humildad: “yo no quiero, pero me están empujando. Llevo ya muchos años en esto y pretendo descansar. Además mi salud, ya sabes, pero son tan terribles las presiones, fulano…” Y cuando tal dice, la figura de porcelana del hombre que lo sabe “todo de todos” se agita nerviosa mientras vierte disculpas cual tinta de calamar que a pocos logran despistar. El episodio recuerda al general Armada del abracadabrante capítulo del 23-F: la situación era tan confusa, desesperada incluso, que aun en contra su voluntad no iba a tener más remedio que hacerse cargo de la situación. Los salvadores de la patria siempre suelen aparecer empuñando su candil a la vuelta de la esquina del desconcierto colectivo.
«A lo largo de enero y de forma calculada se fueron sucediendo tales pronunciamientos que, oh sorpresa, en general solían coincidir con entrevistas o visitas del afectado al barón de turno.»
El diseño de APR para alcanzar la cima es sencillo y desde luego propio de situaciones de crisis con cambio de ciclo político incluido. Se trata de extender el certificado de defunción de Zapatero por acumulación de una serie de pronunciamientos progresivos de barones del partido: si ZP decidiera no ser candidato a las próximas generales, la mejor solución para el partido sería APR. A lo largo de enero y de forma calculada se fueron sucediendo tales pronunciamientos que, oh sorpresa, en general solían coincidir con entrevistas o visitas del afectado al barón de turno. Si se veía con Patxi López, era el vasco quien veía en Alfredo a “un extraordinario cabeza de cartel". Si el recibido era Fernández Vara, el extremeño no tenía empacho en manifestar su predilección por “tres candidatos: Alfredo, Pérez y Rubalcaba”, añadiendo, para regocijo de incautos, que esa era “una opinión personal, sin hablarla con nadie”. En el cogollo de la operación está Manuel Chavés y su “miniyo”, Gaspar Zarrías, un apparatchik puro cuyo trabajo consiste en hacer de correveidile entre su jefe y los barones. Naturalmente José Blanco y también gente de Ferraz y de la propia Ejecutiva, caso de Elena Valenciano y Antonio Hernando, protagonistas, por “mandaos”, del intento de defenestración del secretario general de PSM, Tomás Gómez.

Un error garrafal de Ramón Jáuregui

El efecto bola de nieve fue inmediato: APR es la mejor solución -en realidad la única, vienen a decir- en caso de descarte de Zapatero. Se trata de que en el momento en que el presidente tire la toalla, se produzca una “proclamación por aclamación”, en expresión de un miembro de la Ejecutiva a este diario, de Rubalcaba como sucesor. Los cauces formales de convocatoria de primarias quedarían respetados, aunque a las mismas solo se presentaría un candidato. Incluso podría celebrarse un Congreso del que APR saldría sin problema investido de la doble condición de secretario general y candidato a la presidencia del Gobierno. El resto del partido calla, asombrado por la potencia de fuego de la maniobra, y a menudo otorga, con excepción de unos pocos: José María Barreda, José Antonio Griñán, el citado Gómez…
«Al cierre de la convención, y con APR muy en un segundo plazo, ZP hace una irónica referencia al contento que le produce el que “todos estemos centrados en lo que debemos estarlo”.»
Pero en la última semana de enero se produce un error garrafal protagonizado por Ramón Jaúregui. Falto de tablas bastantes, el vasco se reúne a comer el miércoles 26 con un grupo de periodistas en uno de esos off the records que definen mejor que un tratado la enfermedad del periodismo español y allí se lanza a tumba abierta: “Tenemos una hoja de ruta trazada. Zapatero anunciara su decisión de no presentarse después del verano. Alfredo será el sucesor: tendrá cierta oposición, pero será de poco recorrido…”.

Pero los off the records son armas que carga el diablo y pueden llegar a explotar si caen en manos de un periodista de verdad, caso de Pedro J. Ramírez, que decide pasarse el secreto por la entrepierna y exige a su periodista abrir El Mundo al día siguiente con los gritos y susurros del ministro de la Presidencia. La aludida salva su honor avisando al resto de medios presentes en la conversación: sepan vuesas mercedes que mi señorito ha decidido publicarlo mañana a toda mecha. Y es así como otros medios salen al día siguiente con la nueva. La Vanguardia en portada: “El Gobierno trabaja ya con el escenario de que Rubalcaba será el candidato en 2012”.

La “exclusiva” colectiva del jueves 27 provoca una verdadera conmoción en el partido. Aquello es “un golpe de Estado dentro del PSOE, que pretende enterrar en vida a Zapatero”, asegura una fuente cercana a la Junta andaluza, y precisamente la misma semana en que ZP acaba de anunciar la firma de un dizque Pacto Social con sindicatos y empresarios. El impacto es brutal: “Esto es una indecencia; desde el punto de vista electoral, nosotros mismos nos estamos pegando un tiro en los huevos”. Y hay una reacción en cadena cuya consecuencia inmediata es que nuestro Fouché suspende, fulminante, su asistencia a la Convención socialista celebrada el pasado fin de semana en Zaragoza, porque “tenía que cerrar algunos flecos del Pacto Social”. Naturalmente clausura la cena triunfal que el sábado 29 tenía previsto celebrar con sus barones, así como una comparecencia en dolor de multitudes que pensaba mantener en el mismo escenario. Al cierre de la convención, y con APR muy en un segundo plazo, ZP hace una irónica referencia al contento que le produce el que “todos estemos centrados en lo que debemos estarlo”.

Un APR muy preocupado con el “caso Faisán”

La Guardia Civil todavía debe estar midiendo la traza dejada frente a Castellana 5 por el frenazo protagonizado por la “operación Rubalcaba” esta semana. ¡Quietos todos, que nadie se mueva, que tal vez hemos ido demasiado lejos, demasiado de prisa, demasiado pronto! El silencio de los conjurados ha sido total en los últimos días. Incluso un aliado coyuntural tan importante como Blanco, amigo personal de ZP, ha hecho un comentario revelador en COPE, donde ha manifestado que “en el PSOE hay banquillo de sobra”, lo que da pie a pensar que para muchos socialistas puede que Don Alfredo no sea la única solución. Precipitada marcha atrás de los conjurados, pues, con un APR que, en una semana de fastos, con la señora Merkel por bandera, se ha mantenido en un notorio segundo plazo.

Se trata, en todo caso, de un repliegue puramente estratégico. Estamos ante una lucha descarnada por el poder dentro del Partido Socialista y el hombre con más poder del momento en España no va a cejar en su empeño de cerrar con el broche de oro de la Presidencia su dilatada carrera política. El caso Faisán es la nube que empaña su horizonte, “algo que está viviendo de forma muy intensa, como una amenaza cierta, preocupadísimo, moviéndose como una anguila en los ambientes judiciales para pararlo”. Ni aunque quisiera podría APR dar marcha atrás. El grupo Prisa y todo lo que él representa no se lo permitirían, decidido Cebrián, Felipe et alii a acabar con el de León por la vía rápida, cobrándose el precio de las ofensas recibidas en estos años, en particular la ruptura del statu quo que el difunto Polanco había establecido con el PSOE desde el 82 y que ZP ha hecho añicos creando grupo de comunicación propio con Roures y compañía. Cebrián no se conforma con acabar con ZP: quiere, además, humillarlo. Porque de humillación califica el capo de Prisa episodios como que el Presidente acceda a ser entrevistado en una cadena de TV marginal como VEO7 (Unidad Editorial, El Mundo) por el vicedirector de Ramírez. Puro intercambio de humillaciones. Volverán contra Zapatero para rematarlo en el momento procesal oportuno. Hablamos de lucha por el Poder, con mayúscula. “Humano, demasiado humano”, que decía Nietzsche. Malos tiempos para espíritus libres.


El Confidencial - Opinión

¡Es Alemania, idiota!. Por José María Carrascal

Nuestro hombre nunca ha tenido miedo de ir demasiado lejos, siempre que sea al socaire de los grandes.

SUELE ocurrir e incluso tiene nombre: «fe del converso». Nadie defiende con más ardor una doctrina que quien antes defendía la contraria. Como si Ángela Merkel le hubiese abierto los ojos a la verdad con sus lecciones o Sarkozy le hubiera animado a seguir el camino de perfección con sus palmaditas en la espalda, Zapatero, el un día adalid europeo de los derechos sociales y de la política de izquierdas, se ha pasado con armas y bagajes al campo conservador. En la reunión que ayer mantuvieron en Bruselas los líderes de la Comunidad para debatir el «Pacto de Estabilidad» propuesto por el eje franco-alemán, Zapatero se puso claramente a su lado, sin importarle, no ya que los sindicatos y su propio ministro de Trabajo se hubieran opuesto a esas tesis —¿qué le importan a él uno de esos ministros que quita y pone a conveniencia?—, sino a otros socios europeos, como Bélgica y Austria, convencidos de que París y Berlín están yendo demasiado lejos con sus demandas y no respetan la libertad que el concierto comunitario concede a cada uno de sus miembros. Pero nuestro hombre nunca ha tenido miedo de ir demasiado lejos, un sentido u otro, siempre que sea al socaire de los grandes y en su propio beneficio. Ahora toca Merkel, pues merkeliano hasta las cachas.

Ya ha conseguido la jubilación a los 67 años propugnada por la canciller, un poco borrosa, eso sí, pero tampoco puede pedirse demasiada precisión a un hombre que vive, políticamente, a salto de mata.

El establecer por ley un límite al déficit gubernamental, otro de los puntos que quita el sueño a la canciller, no se lo quita a él en absoluto: «Si lo que me preguntan es si estoy dispuesto a dar más pasos desde el ordenamiento jurídico para fortalecer el control del déficit, la respuesta es sí», dijo con convicción de converso, quien no ha mucho se pasaba los déficit por el arco del triunfo.

En cuanto al punto más controvertido, el que levanta ampollas en los sindicatos y se consideraba anatema en su propio partido hasta ayer mismo —desligar el aumento de los salarios del índice de inflación—, nuestro presidente volvió a mostrar su habilidad de contorsionista al aceptar «un modelo con flexibilidad suficiente, capaz de adaptarse a las circunstancias, buscando siempre una mejora de la productividad». Lo que se esconde bajo esa hojarasca retórica es que él no ve problemas en que los salarios se adapten a la productividad, como quiere la canciller, en vez de a la inflación, como ocurre en España y exigen los mismos con quienes acaba de firmar lo que se ha llamado «pacto histórico» y, por ese camino, va a quedarse en histérico.

En fin, Frau Merkel ha encontrado en Zapatero el más aplicado de sus discípulos y Zapatero ha encontrado en Frau Merkel la lámpara para salir del túnel. Hasta que se meta en otro, su entretenimiento favorito.


ABC - Opinión

La caja negra. Por Ignacio Camacho

Una trama de saqueo encastrada en el régimen andaluz manejaba el dinero sagrado de la solidaridad social.

LA trama estaba en el corazón del sistema. No en los aledaños ni en la periferia, en ese espacio indeciso de la Administración donde pululan los conseguidores y traficantes de influencias; esta vez se trataba de una «caja B», una contabilidad oculta que financiaba un gigantesco fraude en los fondos de Empleo de la Junta de Andalucía. El caudal de socorro a las empresas en crisis, el dinero sagrado de la solidaridad social. Lo transferían en cuentas opacas para eludir la publicidad obligatoria y se lo repartían entre «personas de confianza» (sic) a través de beneficiarios ficticios, de jubilados de paja; más de seiscientos millones de euros en diez años. Y todo ello «con el conocimiento indiciario de la autoridad laboral», dice la jueza instructora, es decir, con la complicidad presunta de responsables políticos del régimen socialista andaluz.

Esta vez no pueden mirar para otro lado. Al margen de los cargos intermedios vinculados directamente al saqueo, al menos dos ex consejeros de la Junta están irremediablemente afectados por la responsabilidad política. Y dos presidentes, Griñán y Chaves, obligados sin excusa posible a dar explicaciones de lo ocurrido bajo su mando directo. No valen las evasivas conspiranoicas ni las coartadas irrelevantes; se trata de seiscientos millones de euros administrados —malversados, en este caso— por sus Gobiernos, por sus colaboradores directos, por los miembros de su equipo y de su organigrama. Se trata de una red de financiación ilegal organizada desde la propia Junta, desde el aparato de poder que durante treinta años funciona como una máquina clientelar de enchufes, favoritismos, manejos partidistas y corruptelas enquistadas. Y afecta a una de las parcelas más sensibles ante la opinión pública en plena recesión: la de la protección social y las ayudas a expedientes de regulación de empleo. El dinero de los despidos y prejubilaciones, desperdigado en desaprensivos bolsillos de conseguidores, oportunistas y jugadores de ventaja encastrados en los pasillos de la administración autonómica.

La respuesta, sin embargo, ha sido decepcionantemente sectaria. Nada de dimisiones, nada de disculpas, ni siquiera nada de exculpaciones. La única reacción oficial registrada hasta ahora ha sido la apertura de un expediente de expulsión del PSOE…¡al ex director general que ha denunciado la trama ante el juzgado! Es decir, al único socialista que, aunque bajo imputación procesal, se ha atrevido a tirar de la sucia manta que cubría la caja negra del fraude. Pero el enroque sectario no servirá. Hay varios detenidos y hay una juez independiente dispuesta a desenredar el hilo que surgió del escándalo de las subvenciones de Mercasevilla, un auténtico cenagal. El régimen viciado por abuso de poder se desmorona y el hieratismo de Griñán, político de moqueta, no basta para contener los escombros.


ABC - Opinión

Fundido en negro

La presentación de los nominados a los Premios Goya de este año sirvió también para que el presidente de la Academia del Cine, Álex de la Iglesia, esbozara la alarmante realidad del sector y apremiara a sus compañeros de profesión a quebrar con la tónica victimista habitual. Su tono crítico era el presagio de unas cifras anuales para el cine español realmente malas. «No lo hemos hecho demasiado bien. No hemos conectado con el público. No hemos conseguido llegar a la taquilla como deberíamos haber hecho. Lo sentimos. No nos quejemos más. Tenemos que preguntarnos por qué y espabilar», dijo entonces en un breve y taciturno discurso con el que coincidimos.

Lo cierto es que los números del cine nacional no dan pie a la sonrisa y sí a la lágrima. El balance de 2010 deja 10,7 millones de espectadores para las cintas españolas, lo que supone un retroceso de nada menos que 6,7 millones con respecto al año anterior. Esa cifra se traduce en una taquilla de 69,7 millones de euros, muy inferiores a los 104 recaudados en 2009. Hablamos, en general, del peor dato para nuestra industria desde 1996. En contraste, el comportamiento de las películas extranjeras ha mejorado, con una recaudación de 575 millones de euros en 2010, frente a los 566 millones de 2009, si bien el número de espectadores descendió el pasado año.


Las razones del retroceso de la cinematografía nacional deben ser necesariamente varias. Puede que los profesionales lo atribuyan a la crisis o a la piratería salvaje, que, obviamente, habrán tenido un impacto no menor. Pero quedarse únicamente con esa lectura supondría acomodarse a la actitud complaciente que ha generado en buena medida el problema.

Lo evidente es que, más allá de la crisis económica que atraviesa el país y del muy grave problema de las descargas ilegalesy la violación de los derechos de autor, al distanciamiento de la producción nacional con el espectador medio ha contribuido decisivamente la equivocada política de subvenciones, que afecta a la calidad del producto y a su interés como bien cultural y comercial y que produce un retroceso real de la competitividad. El hecho es que la mayoría de películas españolas no logra recuperar en la taquilla la inversión realizada. El balance habla por sí solo. Las películas españolas recibieron del Fondo de Protección a la Cinematografía 89,39 millones en 2010 y recaudaron 69,7 millones. Un agujero negro que absorbe la imaginación de los creadores y entumece el sector.

Aunque sea cierto que el cine español sufre un déficit estructural y padece carencias en difusión, distribución y promoción, los profesionales deben plantearse la reflexión hacia dentro en lugar de buscar culpables fuera, además de encuadrar el sector en la realidad del mercado en lugar de engordarlo artificialmente con dinero del contribuyente. La industria debe hacer un ejercicio de autocrítica, escapar del victimismo y del elogio fácil. Está obligada a aprender cómo sintonizar con el espectador con un producto de calidad que sea capaz de generar beneficios.


La Razón - Editorial

Cara y cruz

En Egipto se juega la ruptura o la consolidación de la tenaza entre islamismo y dictadura.

La situación en Egipto parece estancada, pero solo porque los movimientos políticos de fondo ya se han producido y lo único que se aguarda es que afloren a la superficie. Mubarak es un presidente que ni gobierna ni podrá gobernar en lo que le resta de mandato, a no ser a golpes de represión. La estrategia que intentó desarrollar esta semana, sembrando el caos con ataques de sus partidarios contra los manifestantes y la prensa internacional, ha sido un órdago en el que ha perdido la última baza de la que disponía: ofrecerse como el dirigente que podía llevar al país hasta unas elecciones democráticas. Tras los sucesos, la Casa Blanca ha endurecido el tono contra Mubarak, consciente de que este se ha descalificado para desempeñar ningún papel en una eventual "transición pilotada".

Ni siquiera apelando a su vieja condición de baluarte contra el islamismo ha conseguido retener el régimen de Mubarak sus apoyos diplomáticos. Los Gobiernos que lo respaldaron al inicio de las revueltas, como los de Israel o Arabia Saudí, han quedado fuera de juego, al aparecer como defensores de la autocracia, y los que intentaron propiciar un cambio real que no implicara la salida inmediata de Mubarak han tenido que corregir la apuesta por el endurecimiento de la represión, que ha puesto de manifiesto la nula voluntad de cambio. El Ejército, entre tanto, ha mantenido la neutralidad pese a algunos tímidos vaivenes que reflejan las tensiones internas en su cúpula.


En Egipto se está jugando una nueva configuración de Oriente Próximo que podría romper la tenaza entre islamismo y dictadura que ha marcado su historia reciente, hasta colocar a la región al borde de la catástrofe. Si Egipto evoluciona en un sentido democrático, puede que en otros países del entorno estallen revueltas como las que se iniciaron en Túnez. E, incluso, si no estallan, es previsible que los Gobiernos que logren mantenerse tengan que llevar a cabo las transiciones políticas siempre pospuestas.

La pérdida de la excepcionalidad democrática por parte de Israel podría forzar cambios sustanciales en su relación con los palestinos. Y tampoco cabe descartar que, lejos de verificarse la comparación del Egipto de hoy con el Irán de la revolución, hubiera que establecer los paralelismos en dirección opuesta: el régimen de los ayatolás, ya seriamente contestado, no estaría a salvo de revueltas como las de Egipto si estas triunfaran.

Pero este desenlace optimista no permite descartar en ningún caso el pesimista, que es la cruz de la moneda que sigue dando vueltas sobre la plaza de la Liberación. Si Mubarak sobrevive a las revueltas y queda aislado de sus propios ciudadanos y de las potencias democráticas que verían con buenos ojos su salida, la confrontación entre islamismo y dictadura acelerará el rumbo suicida en el que estaba embarcada la región. Más sufrimiento para la población y más inestabilidad internacional sería el horizonte.


El País - Editorial

Éxito rotundo del cinco a las cinco

Nunca como el cinco a las cinco ha habido tanta distancia entre la sociedad española y su clase política, entre quienes dicen no a una negociación en los vertederos de la indecencia y entre quienes sólo hacen cálculos electorales.

Decenas de miles de personas han abarrotado el centro de Madrid para denunciar la negociación con ETA, las "facilidades" judiciales con las que cuenta el Gobierno para excarcelar terroristas, para tapar el auténtico sesgo de sus contactos con la banda, el célebremente triste chivatazo del bar Faisán, y la complicidad activa de la oposición encarnada por una dirección del PP que ha eludido la responsabilidad de estar al lado de las víctimas.

La presencia en la manifestación de líderes políticos como Esperanza Aguirre, de dirigentes como Jaime Mayor Oreja, de hombres y mujeres como Carlos Iturgáiz, María San Gil, Ortega Lara, Regina Otaola, Pilar Elías, Salvador Ulayar y Teresa Jiménez Becerril y muchos otros ha puesto de relieve que aún quedan en la política o en sus aledaños personas con memoria, gentes con dignidad que reclaman Justicia, que no quieren pagar un precio político por la paz, que aspiran a una libertad plena, sin adjetivos.


De los testimonios recogidos por esRadio, por Libertad Digital Televisión y por los periodistas de este diario se desprende un clamor muy definido: debe haber vencedores y vencidos; los terroristas deben pagar por sus crímenes y los terroristas del escaño no deberían estar presentes en las instituciones. En 43 ayuntamientos vascos y navarros gobierna ETA, sus pistoleros viven de los fondos públicos que les suministran sus portavoces y están dispuestos a seguir matando y extorsionando. Ante una situación así, el Gobierno y la oposición han aceptado negociar, emitir señales inconfundibles de claudicación con el acercamiento y la liberación de asesinos, con el desprecio a las víctimas expresado de forma palmaria. El PSOE y el PP han dado la espalda a quienes deberían tener siempre presentes, a quienes han perdido familiares y amigos, a quienes verdaderamente configuran el alma de una España digna.

Cualquier intento de acabar con el terrorismo, además de la Ley, debería tener presente a las víctimas. No se trata de que sean ellos quienes orienten las acciones del Ejecutivo o de la oposición. No es eso. Bastaría con tener en cuenta que el objetivo de la paz es inasumible si las víctimas no se sienten confortadas y reparadas. Sería suficiente con no olvidarlas y con actuar con un mínimo sentido de la moralidad pública, de la honradez política y de la legalidad. Lejos de ello, el Gobierno prefiere fijar su atención en Batasuna y celebrar con indisimulado gozo que algunos terroristas con micrófono banalicen el asesinato de casi mil personas con teorías sobre la existencia de un "conflicto político" y vagas y falsas promesas sobre el fin de los tiros y las bombas. Les da igual que ETA festeje abiertamente la disposición del PSOE a aceptar cualquier vómito en forma de comunicado como un paso en firme hacia el fin de la pesadilla. Les importa más, en suma, no ofender a los Otegi, Ternera y Txelis que lo que digan o sientan quienes aún muestran las heridas abiertas de una pesadilla que empeora cada vez que el Gobierno acepta los atajos y señuelos que coloca ETA entre una campaña de bombas lapa y otra de tiros en la nunca.

Como la voz de las víctimas les resulta incómoda, la mayoría de los partidos ha decidido mirar para otro lado, presionar a los medios de comunicación para que no se hicieran eco de la convocatoria, menospreciar a quienes no se someten a los dictados de los estrategas de la conciliación, de los Eguiguren de turno. En suma, han intentado hacer creer a la sociedad española que no pasa nada. Sin embargo, decenas de miles de españoles han dicho que no de una forma rotunda en Madrid, arropando a las víctimas que ya no se fían de las promesas de un Gobierno cuyas antenas están fijas en el próximo aquelarre batasuno, previsto para este lunes. Nunca como el cinco a las cinco ha habido tanta distancia entre la sociedad española y su clase política, entre quienes dicen no a una negociación en los vertederos de la indecencia y entre quienes sólo hacen cálculos electorales.


Libertad Digital - Editorial

Faisán, compromiso para la Justicia

Un acto de colaboración policial con terroristas no puede ni debe quedar impune. Solo nos queda la Justicia para reparar el daño causado.

LA decisión del juez de la Audiencia Nacional, Pablo Ruz, de no llamar a declarar como testigo en el «caso Faisán» al secretario de Estado del Interior, Antonio Camacho, ha causado extrañeza, e incluso disgusto, en las asociaciones de víctimas que ejercen la acusación popular en ese sumario. En principio, parecería justificado, con un criterio estrictamente investigador, que quien es identificado como usuario de un teléfono móvil implicado en unos hechos delictivos comparezca ante el juez, como testigo si el instructor lo cree adecuado, para que ofrezca su versión. El juez Ruz ha considerado que no es necesario el testimonio de Camacho, porque el tráfico de llamadas que afecta a su móvil encaja en las relaciones normales con sus subordinados. Pero las decisiones que se toman en una instrucción penal no son definitivas. Por eso, la actuación del juez Ruz deberá valorarse en conjunto, cuando finalice el sumario. Hasta entonces, debe contar con el margen de confianza que requiere una investigación tan delicada, siendo oportuno recordar que Garzón dejó este caso empantanado y que el Ministerio Fiscal presionaba para que se le diera carpetazo. El juez Ruz lo ha reactivado con diligencias que demuestran que aún quedaba espacio para investigar y para determinar definitivamente quiénes fueron los traidores que avisaron a una banda de terroristas —aviso que el juez califica como «delación policial»— de que la Policía iba a actuar contra ellos.

El ministro del Interior, Pérez Rubalcaba, reaccionó tras el auto del juez Ruz exigiendo que se disculpen con Camacho quienes lo habían señalado por el «caso Faisán». No debe precipitarse Rubalcaba, porque él mejor que nadie sabe que los sumarios que se adentran en «las cloacas del Estado» están plagados de sorpresas y si requiere disculpas a Camacho tendría que asumir, o hacer asumir, las consecuencias de que varios subordinados de su secretario de Estado se encuentren imputados por —léase despacio— colaborar con la banda terrorista ETA. Visto que, como ha sido norma habitual en los gobiernos socialistas, no existe responsabilidad política alguna por infringir la ley en la lucha contra ETA, sea en un sentido o en otro, el «caso Faisán» es un compromiso para la Justicia ante la sociedad y las víctimas del terrorismo. Un escándalo infamante como este, un acto de colaboración policial con terroristas, no puede ni debe quedar impune. Solo nos queda la Justicia para reparar el daño causado a la confianza en el Estado, como sucediera en su momento con los GAL.

ABC - Editorial