sábado, 1 de octubre de 2011

Los votos de ETA

El pronunciamiento del lendakari a favor del acercamiento de los presos de ETA a las cárceles vascas, una de las reivindicaciones históricas del entramado proetarra, fue ayer respaldado por el Gobierno y por el candidato socialista, Alfredo Pérez Rubalcaba, aunque se aseguraron de precisar que no se incluirá en el programa electoral, en una finta que compromete poco o nada. Otra reacción habría sido una sorpresa, pues no sólo conocían la propuesta de Patxi López, sino que el ex vicepresidente, que tiene en el lendakari a un estrechísimo colaborador, la había consensuado con él. Tras el Consejo de Ministros, José Blanco confirmó que el Gobierno atenderá el plan de López sobre los reclusos terroristas ya que la política contra ETA es pactada entre el Gobierno central y el Ejecutivo vasco. Pérez Rubalcaba la valoró además como una propuesta importante que coincide, según él, con un momento histórico en el que se está «acabando ETA».

Es evidente que este nuevo guiño a los violentos hay que enmarcarlo en una secuencia con distintos episodios como la legalización de Bildu, el alto el fuego de la banda, la adhesión del colectivo de presos al «Acuerdo de Guernica» y ahora el acercamiento de los reclusos. Todo ello en un contexto electoral. En política no existen casualidades ni coincidencias espontáneas, y menos aún en la lucha contra ETA. Eslabón tras eslabón, se forma una cadena que cobra todo su sentido y que, obviamente, favorece intereses partidistas y electorales en unos comicios en los que el PSOE lo tiene casi todo perdido y busca una tabla de salvación. Como hemos adelantado en LA RAZÓN, es más que probable que la nueva página del guión en curso sea un inminente comunicado de ETA, que se instrumentalizará convenientemente.


Pero los demócratas no pueden confundirse ni perder de vista lo esencial. Pérez Rubalcaba y Patxi López han articulado un discurso sobre ETA en tiempo pretérito, como si el terrorismo ya fuera parte de la historia. Estamos ante una fenomenal manipulación, como es pretender que ese mundo de violencia y extorsión está en su peor momento, cuando tiene más poder institucional que nunca.

Las víctimas del terrorismo, termómetro adecuado para calibrar el estado de la política antiterrorista, han reaccionado con una indignación comprensible y justa a los movimientos de este nuevo proceso. Le han recordado a Rubalcaba y a López que ETA sigue «presente». Y lo estará mientras no abandone el terrorismo, pida perdón por sus crímenes y entregue las armas.

Entre una democracia y una banda de asesinos no hay empate posible ni final inocuo. El Estado de Derecho demanda un epílogo sobre todo ético, y éste sólo puede darse con un desenlace con vencedores y vencidos.

Por lo demás, el Partido Popular tendrá que valorar con detenimiento la conveniencia de mantener una alianza en el País Vasco con un partido que recibe los elogios de Bildu y los reproches de las víctimas del terrorismo.


La Razón – Editorial

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