martes, 4 de octubre de 2011

Los tipos deben bajar

La crisis financiera y el riesgo de recesión exigen una solución para Grecia y otra política monetaria.

A medida que pasan las semanas sin que se resuelvan los problemas de fondo de la eurozona parece cada vez más evidente que la supervivencia del euro depende de una solución rápida y terminante de la crisis griega, de un nuevo enfoque de las capacidades que deber tener el fondo de rescate y de una nueva política económica aplicable para el conjunto del área monetaria. Ayer, el anuncio de incumplimiento de los objetivos de ajuste griego, reconocido por Yorgos Papandreu, provocó una nueva convulsión de las Bolsas europeas en otro lunes negro que, a fuerza de repetirse, se acepta ya como un fenómeno inevitable. Es urgente, pues, que la troika apruebe definitivamente los trámites para conceder los tramos de ayuda a Grecia y que se acepte oficialmente que la deuda helena (el 172,7% del PIB en 2012, según las últimas previsiones) necesita una quita importante. Cuanto antes se encaje esta desagradable circunstancia y el problema se resuelva sin que Grecia salga del euro (a pesar de las dudas que puedan acuciar a los países europeos), mejor.

La pieza fundamental de una estrategia más agresiva contra la crisis financiera es que el fondo de rescate actúe como un mecanismo de estabilidad financiera, es decir, se convierta en un banco, como quiere el próximo presidente del Banco Central Europeo (BCE), Mario Draghi. El cambio en la presidencia del BCE debería ser el momento para impulsar las nuevas funciones del fondo, ampliación que casi todo el mundo acepta pero que Alemania coarta con argumentos confusos. Y, por cierto, debería ser el momento oportuno para que el todavía presidente, Jean-Claude Trichet, acepte errores pasados y baje los tipos de interés. Al menos en medio punto.


Porque, además de la crisis griega, la eurozona se enfrenta a un riesgo de recesión. Los analistas aseguran que, en estos momentos, la probabilidad de una recesión es superior al 40% y la única forma de reducir esa probabilidad es cambiar el signo de la política monetaria. Trichet ya habrá apreciado que el área del dólar sigue una política monetaria y fiscal de carácter expansivo, el área de la libra sigue una política fiscal contractiva y política monetaria expansiva, pero el euro se aplica un autocastigo monetario y fiscal que no está justificado. La contracción impuesta por Alemania y sus satélites perjudica el crecimiento de países como Italia, España o los intervenidos, aumenta la probabilidad de estancamiento o recesión en esos países y deteriora la calidad de su deuda. El ajuste en todo y a toda costa amplifica la crisis de los mercados de deuda.

Por tanto, la política económica de la zona euro debe asentarse sobre una contracción fiscal más selectiva (que ajusten sus déficits aquellos países que lo necesiten, pero en ningún caso otros como Alemania u Holanda, para que actúen como motores de la recuperación) y una política monetaria expansiva, para no aumentar las dificultades de la recuperación en economías que, como la española, se encuentran deprimidas por los ajustes.


El País – Editorial

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