miércoles, 28 de septiembre de 2011

¿Y la autoridad? Por Alfonso Ussía

Le recomiendo a la finísima, cordial y educada alcaldesa bilduetarra de Alsasua que cruce la frontera con Francia por donde mejor le venga. Y que le diga al gendarme de turno con carácter extensivo a toda la gendarmería: «Me cago en vuestra puta calavera». No hará falta la reacción de la Fiscalía francesa. Dormirá en el calabozo y será procesada por desacato a la autoridad. Le recomiendo a la pulcra, acrisolada e instruida alcaldesa bilduetarra de Alsasua, que viaje a Londres. Le parecerá muy lejano y exótico, porque su proceder da a entender que es una paleta que no ha salido de Alsasua en su vida. Y que allí, en Londres, solicite un traductor para decirle al primer «Bobby» que se encuentre por la calle con carácter extensivo a todos sus compañeros: «Me cago en vuestra puta calavera». Dormirá en prisión, será procesada y juzgada por falta de respeto a la autoridad y pasará unos meses en Inglaterra en una alegre celda con vistas al patio interior de la prisión elegida por el juez. En España, tan modernos y comprensivos, tan indocumentados en lo que significa la libertad de expresión y su uso, puede dirigirse a un guardia civil, decirle que se estercola en su puta calavera, y nada le pasa. El guardia civil escribe un informe, éste descansa en una mesa de la Fiscalía, y si hay suerte, el Fiscal puede pedir al juez que cite a declarar a la señora alcaldesa de Alsasua. Pero el proceso es tan largo, que al final la alcaldesa de Alsasua puede ser otra, el guardia civil insultado se ha aburrido en la espera, la Fiscalía cambie de titular y el juez encargado de tomar declaración a la tía esa, no quiera saber nada del asunto. Entonces, Garaci Urrestarazu, que así se llama la homínida, envalentonada, le dirá al primer guardia civil que se encuentre: «No sólo me cago en vuestra puta calavera, sino en vuestras putas madres y en vuestros putos muertos». Y todo seguirá igual.

En el acto en el que Garaci Urrestarazu le dijo semejante preciosidad literaria a un guardia civil, el Rey, el Jefe del Estado, fue vejado, humillado y comparado con un torturador nazi, y la Guardia Civil tuvo que retirar, con la oposicion de la tal Garaci, una enorme pancarta en la que se leía –lo cual es lógico dada la finura de la alcaldesa de Alsasua–, «Que se vayan a hacer ostias», que escrito de esa guisa, sin «h», es frase y deseo de escaso sentido, porque la ostia no es otra cosa que una ostra, y me temo que no era la intención de los cultos redactores de la pancarta.

La acción de estercolarse en la puta calavera de un guardia civil por parte de una defensora y colaboradora de los terroristas de la ETA, es acción de muy mal gusto y oportunidad. Porque gracias a los amigos de Garaci Urrestarazu, en los cementerios españoles, hay centenares de calaveras de guardias civiles asesinados por la ETA. Y aquí, en este punto, si los hechos de por sí eran poco graciosos, pierden la gracia por completo, y se tornan en gravísimos e intolerables. Una alcaldesa así no puede permanecer en su cargo, y menos aún, en libertad sin pasar por la taquilla de la fuerte multa o el equivalente a una temporada en la cárcel. Somos millones los españoles que no admitimos que sean insultadas las calaveras de los guardias civiles, en servicio o retirados, con tricornio o sin tricornio, vivos o asesinados por los amigos de esa tipa tan miserable. Y el Fiscal, a levantarse, que ya es hora.


La Razón – Opinión

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