sábado, 17 de septiembre de 2011

Una explicación heterodoxa del colapso financiero. Por Magdalena del Amo

A pesar de estar tan negro el panorama financiero, desde hace unos días empecé a sentir una especie de tranquilidad irracional –o más bien intuitiva—con respecto a la crisis. Grecia, Portugal, Irlanda, Italia, España son las economías en la cuerda floja, con el agua al cuello, algunas haciendo glu, glu, y otras buceando ya en las profundidades. Pero hace unos días se empezó a hablar de Alemania. La poderosa Alemania con cara de Merkel, que toca diana y nos pone firmes mientras nos tortura apretándonos el cinturón, lo mismo que su compañera de “eje”, la gran Francia por los siglos de los siglos, también podrían verse salpicadas por el tsunami que originó la quiebra del Lehman Brothers. Y qué decir de Estados Unidos. El dólar en caída libre al ritmo que cae el presidente “Yes we can Obama”.

Ver en peligro a los colosos me hizo vislumbrar esa luz ya tan manida al final del túnel, al hacer el siguiente razonamiento: “Si todos están mal, hay que arreglar la cosa, porque esto no puede hundirse del todo”, máxime cuando sabemos que los “ceros” del dinero son virtuales y que si quieren, pueden arreglarlo con el dedo meñique. Otra cosa es el fin último que persiguen y cuánto les interesa prolongar la agonía.

Andaba en estas reflexiones cuando de manera casi simultánea aparecen los países emergentes China, India, Rusia y Brasil, dispuestos a salvarnos –para salvarse ellos, claro—y así evitar que sus economías se hundan, dado que somos sus clientes. (Dios mío, economías emergentes sí, pero hay que ver en qué situación de desamparo y penuria viven sus habitantes). Y como corolario, como por arte de magia, un día después aparece la FED dispuesta a inyectar millones de dólares –tenemos problemas para financiarnos en la divisa norteamericana—, y evitar el colapso de la banca europea. Así, en una acción conjunta entre la FED, el BCE y los bancos de Inglaterra, Japón y Suiza deciden acordar tres nuevas subastas y amainar los rumores sobre las dificultades económicas de Europa. (La Reserva Federal de Estados Unidos es una suerte de banco nacional que no pertenece al Estado sino a una élite constituida por un grupo de banqueros multimillonarios –hasta ahora han dirigido la partida—que imprimen dólares cuando les da la gana. Así como suena. Son tan poderosos que nunca han permitido una auditoría ni que el Gobierno les controle. Algún presidente –Kennedy—ha querido poner fin a estos contubernios financieros, sin éxito).


La reacción fue instantánea y las bolsas acusaron la noticia. ¿Se imaginan a unos cuantos sesudos señores sentados en una mesa ante el tablero del Monopoly jugándose el dominio del mundo? Pues eso ocurre en realidad, pero sería demasiado farragoso desarrollarlo en unas cuantas líneas.

Es paradójico que los causantes de la crisis sean los mismos que vienen ahora en nuestra ayuda. Eso me hizo recordar la vieja copla, tan sugerente:


Con caridad sin igual
don Federico de Robres
hizo su gran hospital
mas primero hizo los pobres.

Sobran explicaciones.

Éstas sí harían falta para entender el origen y posterior efecto dominó de la crisis actual. Reconocidos economistas y Premios Nobel están completamente perdidos. Nadie entiende nada. Todo ello me ha hecho acudir a Los protocolos, un polémico documento de principios del siglo pasado, que marca una serie de estrategias para controlar a la humanidad bajo un solo gobierno, verbalizado por primera vez ante la prensa durante el encuentro Reagan-Gorbachov en la cumbre de Moscú en 1988, como New World Order, el Nuevo Orden Mundial del que tanto se habla en los últimos tiempos. El documento lo tenía dormido en uno de los anaqueles, pero la nueva situación político-social-financiera, y la falta de respuestas lógicas me hicieron releerlo y reconsiderarlo.

No entro ni salgo en análisis sobre su autenticidad. No piensa lo mismo Guillermo Buhigas, que tomando el documento por bueno, le dedica una trilogía –Los Protocolos, memoria histórica—donde analiza a la luz de los acontecimientos del último siglo, el futuro de la humanidad. En el documento se señalan las estrategias que debe seguir la jerarquía iluminista que gobierna el mundo tras bambalinas y se estipulan los diferentes medios para conseguir el dominio. Así, el protocolo III dice: “Cuando hayamos creado, por todos los medios ocultos que nos facilita el oro que tenemos por entero en nuestras manos, una crisis económica general, lanzaremos a la calle, simultáneamente en todos los países de Europa, muchedumbres de obreros”. Esto se está cumpliendo hoy. Difícilmente lo hubiéramos imaginado hace diez o quince años. En el protocolo IV leemos: “La lucha encarnizada por la supremacía y los enfrentamientos de intereses especulativos de la vida económica crearán, de hecho ya han creado, sociedades desengañadas, frías y sin corazón para la lucha, carentes de sentimientos. Estas sociedades tendrán absoluta repugnancia hacia la política superior y la religión”. Un retrato de la tendencia de la sociedad actual: fría, desencantada, sin ánimo de lucha y rechazo hacia la religión y la política.

El periodista francés Jean-Luc Chaumeil, dice a propósito de uno de los protocolos, donde hace alusión a la moneda única: “Las naciones no serían nada más que provincias y sus líderes meros procónsules al servicio de un gobierno mundial oculto constituido por una élite”.

En los últimos meses el mundo ha sufrido cambios espectaculares y radicales a los que nos hemos ido acostumbrando en un tiempo récord. Nuestros políticos electos han cedido el poder a los mercados que son quienes determinan en este momento de incertidumbre las políticas económicas y sociales.

En los protocolos se habla de cómo dirigir la prensa, la televisión o la educación.
No importa si el documento es auténtico o no, o si fueron redactados por una élite para dibujar el futuro. La clave es que los postulados de hace más de un siglo se están cumpliendo en toda su extensión.


Periodista Digital – Opinión

0 comentarios: