martes, 13 de septiembre de 2011

Rajoy quiere que el tiempo pase sin que pase nada. Por Antonio Casado

En la primera Legislatura de Zapatero el PP se jugó todas las bazas al terrorismo y en la segunda a la crisis económica. Primero con aquel pretexto y luego con éste el PP hizo una ruidosa política a la contra donde todo valió para desacreditar al PSOE y presentar al presidente del Gobierno como el causante de todas las desgracias. Con razón o sin razón. En invierno y en verano. Cuando venía a cuento y cuando no venía a cuento. La caza contra ZP, repicada en los medios afines, fue el deporte preferido de quienes nunca se llegaron a quitar el luto por la inesperada derrota del 14 de marzo de 2004.

Esa línea de actuación ha permitido a Mariano Rajoy ocupar con mucha ventaja la “pole position” en la carrera electoral hacia la Moncloa. Con un insólito punto y aparte: el pacto de Estado de los dos grandes partidos políticos a mayor gloria del equilibrio presupuestario. Insólito porque no se compadece con la estrategia de tierra quemada que desplegó el PP durante los últimos ocho años y cuyo momento más dramático fue aquel mayo de 2010 en el que Rajoy, con su negativa parlamentaria a respaldar los durísimos recortes decretados por el Gobierno, estuvo a punto de machacar a Zapatero y a su propio país.


La apelación a la política de austeridad, que ahora es avanzadilla del PP en sus feudos autonómicos, no sirvió para apoyar al Gobierno en mayo de 2010 pero acaba de servir para encamarse con el PSOE en una apresurada y discutida reforma de la Constitución. Lo cual ha venido a poner sordina en la campaña electoral y a permitir que Rajoy pueda lucir la capa del hombre de Estado en el último minuto del partido.

En esas circunstancias queda potenciada la natural tendencia de Rajoy a no meterse en líos, perfectamente acompasada y muy conveniente a la estrategia electoral diseñada por sus asesores. Que nadie mueva la barca como la acaba de mover, mecáchis, González Pons. Lo de los tres millones y medio de puestos de trabajo debió sonar en el despacho de Pedro Arriola como traca valenciana en una sinfonía de Malher.

Que el tiempo pase sin que pase nada. Es el lema de Rajoy y su equipo. Sin el menor interés por hacerse el encontradizo con Rubalcaba. Ayer éste le afeaba su pachorra política: “He podido cometer errores pero donde he estado he hecho, y Rajoy ha pasado·”. El líder del PP, como si oyera llover.

El caso es que no acabamos de ver clima de campaña en una pugna que parece darse ya por librada. Se canta la victoria del PP, aunque la adhesión del electorado a Mariano Rajoy vaya a convertirse en una especie de matrimonio sin amor, como escribía la semana pasada la corresponsal en Madrid del periódico polaco “Polityka”, Alexandra Lipczak: “Será un matrimonio sin amor a falta de un pretendiente mejor. La novia calcula que peor que ahora no será. Sin embargo el quid del asunto reside en que ella misma no sabe con quien se casa porque el novio guarda sus secretos por miedo a que la novia escape cuando hayan llegado al altar”.


El Confidencial – Opinión

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