domingo, 11 de septiembre de 2011

Preséntese, por favor. Por Alfonso Ussía

El dibujo es del gran Antonio de Lara «Tono», y se publicó en «La Codorniz» de los años cincuenta. Un médico asiste a un enfermo mientras le dice: «Es una pena que no tenga usted nada en el pecho, porque es de lo único que entiendo un poquito». «Tono» se adelantó con esta viñeta sesenta años a la tragedia que nos puede sobrevenir a los españoles si Gaspar Llamazares renuncia a presentarse a las elecciones generales y decide dedicarse a la medicina. Desde aquí, y con el mayor respeto, le ruego que permanezca en la política, que lo hace muy bien. Tan bien que ha estado a punto de convertir en un partido marginal al PCE e Izquierda Unida, contribuyendo así a la salud del sistema democrático.

Don Gaspar se licenció en Medicina en España y se hizo con una especie muy rara de semidoctorado en La Habana. Ha reconocido que de volver a vestir la bata blanca precisaría de un reciclaje. Ignoro su especialidad, y prefiero mantenerme en la inopia para no ponerme nervioso. Con Llamazares en un hospital público hay que adoptar toda suerte de precauciones. Para mí, que podría abrir una consulta compartida con el doctor Montes.

Por mucho que se recicle, me temo que no va a conseguir ponerse al día. La práctica de la medicina exige el estudio diario, por aquello de que los avances de la ciencia no se detienen, afortunadamente. Llamazares debe de andar todavía en los tiempos del «Optalidón», que ahora me entero de que lo han prohibido, con lo bien que me sentaba. Y claro, lo del doctorado o máster de La Habana no procura una excesiva confianza científica. No obstante, si mantiene su idea de retornar a los espacios hipocráticos, me ofrezco a intentar que lo admitan en la academia de reciclaje del doctor Gorroño, que algún favor me debe.


Pero lo mejor para él, para la medicina y para España es que opte de nuevo a un escaño parlamentario en el noviembre que nos aguarda. Con su ausencia, perderíamos motivos para la alegría literaria. Esa seriedad, ese gesto de permanente mensaje trascendente a punto de ser emitido, esa modernidad ideológica, ese saber adaptarse sin dificultad alguna al tercer decenio del pasado siglo, es ya parte del patrimonio inmaterial de los españoles.

Y no parte menguada, sino parte importante. A pesar de la quiebra económica, la medicina pública española ocupa un lugar de privilegio entre las restantes europeas. El nivel de nuestros profesionales es envidiable y para alcanzar ese nivel hay que estudiar, practicar y trabajar mucho y bien. No dudo que el camarada es muy capaz de alcanzar la excelencia científica si se lo propone. Me limito a recomendarle que no se enfrente a semejante esfuerzo, entre otras razones, porque ya no tiene edad. Él me recomendaría lo mismo si se enterara de que yo me propongo ingresar en la Academia General Militar de Zaragoza a mis años con la esperanza de llegar a teniente general.

Estoy seguro de que emprendería toda clase de acciones para hacerme ver que el generalato y mi persona carecen de toda posibilidad de encuentro. Y le agradecería de corazón sus consejos, por sabios, sinceros y ponderados. Sin ánimo de herir su sensibilidad, creo que su lugar en nuestra sociedad está en el Congreso de los Diputados, no en una consulta médica y menos aún, en un hospital. De presentarse por Asturias, puede obtener el apetecible escaño y tirarse otros cuatro años reivindicando sandeces. Se lo agradeceríamos profundamente.

Todo, menos verlo con la bata blanca. Preséntese, por favor, anda, no sea malo.


La Razón - Opinión

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